Capítulo 7: Conociéndote otra vez

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—Ya veo —dije asombrada—. Te arriesgaste, pudiste terminar en la mesa de Marcos, listo para abrirte la panza, en serio...

Soltó una hermosa risa. Sus caninos sobresalían apenas unos cuatro o cinco milímetros de entre los demás dientes. Me puse de pie, me le acerqué y le tomé el mentón levantando su rostro, separé su labio inferior con mi dedo pulgar haciendo que entendiera que debía abrir la boca. Lo hizo. Sonreí y observé sus dientes.

Los caninos superiores los tenía más largos que los inferiores. Froté suavemente mi pulgar en su labio inferior, volviendo a quedar prendida en esos ojos. Sacudí la cabeza y lo solté.

—Tus caninos superiores miden casi tres cuartos de pulgada desde la encía, los inferiores son casi normales, pero sí sobresalen un poquito. —Lo miré con dulzura—. Eres un joven y salvaje H.E. saludable —agregué con tono de ironía.

Sonrió mostrando esos relucientes dientes caninos superiores. Ya que seguían teniendo la fisionomía de un humano, los dientes inferiores quedaban detrás de los superiores que quedaban en la parte delantera. Mi corazón dio un vuelco, parecía un chico animé gato, pero este era real y se veía muy atractivo.

Mi tía se asomó.

—Ya está servida la cena.


Fuimos a la sala-comedor, había dos platos juntos en la mesa. Nos sentamos. El pequeño Martín vino y se sentó frente a nosotros mirándonos con entusiasmo, al rato lo siguió su hermana, Lucia.

—¡Niños, ustedes ya comieron! —les dijo su mamá.

—¡Mamá, quiero leche! —le contestó Martín.

Antonio lo miró. «Oh rayos, la leche», pensé.

—Tía, ¿podría darme un poco también? Por favor —le pedí.

—Claro.

Antonio me sonrió y le respondí con otra sonrisa.

—¡Cool! ¡Colmillos reales! —dijo Martín, emocionado.

—Martín —le reprochó mi tía.

—¡Mamá! —le respondió él.

—Eres muy guapo —le dijo Lucia a Antonio, sin retirarle la mirada.

—No lo sé —respondió él con su suave voz grave y sonrió un poco—, no sabría decir, jovencita.

Casi pude ver cómo la adolescente se derretía por dentro al oír su voz. Mi tía nos puso un vaso de leche a cada uno.

—Hija, no acoses al joven —le riñó su mamá.

La comida estaba deliciosa, era estofado de pollo, esos platos ya no se probaban hoy en día. Le cedí mi vaso de leche a Antonio al ver que ya se había terminado el suyo. Sonrió y bebió la leche casi sin parar. Se concentró en su plato de comida y se relamió el labio superior. Lucia sonrió.

—Es como un gato —murmuró la chica.

—No —repuso Martín—, son como leones, sus cuerdas vocales son algo más gruesas, por eso sus voces son graves ¡y pueden rugir! —agregó más emocionado.

—¡Niños! —les advirtió su mamá una vez más.

—¡Mamá! —se quejaron ambos.

—Su mamá tiene razón en una cosa —les dije—. Antonio es el único con el que pueden hablar ahora, pero jamás lo intenten con otro, que espero no tengan la oportunidad, porque eso significaría que están en peligro de muerte inminente. Tienen una fuerza y velocidad letales, sumado a un excelente olfato, oído y una visión perfecta, incluso en la noche. ¿Entendieron?

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Where stories live. Discover now