Capítulo veintiocho

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Capítulo 28

La sien me palpita como si me fuera golpeado la cabeza en vez de la rodilla.

Mi diagnostico, una lesión de ligamentos cruzados, ¿qué es eso? Ni idea; la verdad no le presté atención al doctor, cuando explicaba, daba mi diagnóstico o cómo debería ser mi recuperación. El dolor me tenía poseída.

Me llevo las manos al abdomen y las entrelazo, viendo el techo. ¿Qué más puedo hacer? Cualquier mal movimiento me puede dejar discapacitada por meses.

Después de que el doctor terminó de tomar mis datos, me trasladaron en una camilla a la enfermería; un pequeño cubículo, tan minúsculo y pulcro que enferma, con olor a alcohol y medicamentos. Dios, no me mató el dolor, pero si lo hará esta asfixiante habitación.

Por el rabillo del ojo veo que la puerta es abierta y entra el ser del más allá, conocido por todos como Gabriel. Ladeo la cabeza para poder encontrarme con su mirada, que huye de mí agachando la cabeza.

Amo el poder que tengo en éste momento.

—¿Cómo sigue? —espeta clavando sus ojos por escasos segundos en mí—. ¿Puedo ahora? —Frunzo el ceño por un momento, hasta que caigo en cuenta a lo que se refiere.

—Bueno, teniendo en cuenta que no me puedo mover y que estoy casi sedada, es la mejor ocación y creo que única que tienes para hablar conmigo —respondo con voz lenta, intentando sonar sarcástica, fracaso total.

Él suspira, arrastra una silla y la posiciona a un lado de donde me encuentro, para luego sentarse y apoyar los codos en cada muslo.

—La única razón de que siguiera casado con ella es por mí hijo, Lucas...

—Tendrás que usar otra escusa. Eso de estar casado solo porque hay un hijo de por medio paso de moda hace unos cuantos años —interrumpo.

El árabe se relame los labios y se remueve inquieto.

—No es eso...

Suelto una débil carcajada que lo silencia de inmediato.

Es como si su carácter fuerte fuera huído al sur, a esconderse detrás de un sumiso y tímido Gabriel. O, tal vez, solo esta controlando su mal humor por mi estado.

—Bianca. Los abuelos de Lucas...

—Tus suegros —Vuelvo a intertimpir, pero esta vez una sombra de ira se asoma en sus ojos grises.

Ya esta volviendo el Gabriel que conozco.

—Déjeme dar mis argumentos y luego puede decir todo lo que le de gana —pide elevando la voz—. Disculpe —Se aprieta el puente de la nariz y respira profundo.

Sí, lo sé, puedo llegar a ser insoportable.

—Siempre es insoportable, Bianca —comenta. Mierda, lo dije en voz alta—. Los Le Barnett son una familia poderosa... —Hace una eterna pausa. ¿Será que no nota que esa pausa le quita credibilidad a su defensa?—. Cuando se enteraron de mi decisión, la de separarme de su hija, se pusieron histéricos y todo empeoró cuando se enteraron de la causa...

Convénceme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora