Capítulo trece

9.3K 609 42
                                    

Camino apresurada, sin importarme si choco con alguien

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Camino apresurada, sin importarme si choco con alguien. No me importa nada, solo saber de Gabriel. Doblo en una esquina, y sigo derecho hasta que llego a la recepción de la clínica.

—Cálmate, pajarillo. Pareces una esposa preocupada —habla Tomás agitado, caminando detrás de mí, tratando de seguir mi ritmo enérgico.

No le presto atención.

Me freno de golpe a unos pasos de donde se encuentra la pequeña cabina para pedir información, el rubio choca conmigo y lanza una queja. Muerdo mi labio y retomo mi camino, pero esta vez mis pasos son firmes y lentos, mantengo el rostro y hombros erguidos junto con un gesto inmutable.

—Buenas tardes, ¿en que la puedo ayudar? —espeta una chica de cabello rubio trenzado y un uniforme de color azul.

—En que habitación se encuentra el señor Jhatkim Monserrate —Mi voz sale cortante y exigente.

—¿Parentesco con el paciente? —pregunta mientras observa la pantalla de su ordenador.

—Su prometida —Giro el rostro hacía donde se encuentra la persona que habló—. Es su prometida.

Trago saliva y camino unos pasos hacía él. Lo abrazo brevemente y beso su mejilla, Luciano toma mi mano y la apretá con suavidad; no había notado que estaba temblando.

—¿Cómo se encuentra? ¿Qué fue lo que le paso?

El hermano de Gabriel suelta un suspiro y se relame los labios.

—Esta estable —Asiento con lentitud dándole a entender que siga hablando—. Fue un atentado... O eso dicen... Bueno, el caso es que recibió dos impactos de bala —Hace una pausa y voltea ver a la recepcionista que nos ve entretenida. Chismosa. Le lanzo una mirada fría y la chica vuelve su atención al computador—. Le realizaron una operación para extraer una de las balas que estaba alojada en el costado derecho cerca del pulmón; gracias a dios que no perforó el pulmón porqué sino...

Me cubro la boca con las manos y apoyo la mejilla en el pecho de Luciano.

—Ya esta bien. No fue tan grave... —me consuela y acaricia mi cabello.

—¿Puedo verlo? —mascullo y trago saliva.

—Por supuesto. Hace rato que está despierto —responde.

Dejo salir el aire sintiéndome más clamada. Está bien, está estable. Le regalo un tímida y pequeña sonrisa a Alfhear y me volteo hacía mi amigo, que esta jugando con sus guantes de color verde y rayas negras, a juego con su gorro; juego de prendas que yo le regalé hace tres navidades.

Convénceme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora