Especial Enif: Parte 2

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Me sostuve en la mesa y vi a las demás, quienes seguían con el baile luego de forzarse a no reírse de mí.

—¿Todo bien? —quiso saber Arturo queriendo ayudarme.

Apreté los labios, mirándolo con molestia, y me alejé.

—Sí. Gracias.

Pero él me siguió.

—¿Enif?

El baile ya iba a acabar de todas formas, así que no importaba. Continué caminando siguiendo la orilla del lago hasta que este se convirtió en el río que lo llevaba a la lejana costa. Al escucharle llamarme de nuevo me giré para encararlo, cruzando los brazos.

—Estoy bien.

—No parece. —Resoplé y él se acercó más, volviendo a sonreír con dulzura—. Aunque no tuviera este buen olfato, sabría que estás molesta. ¿Te han dicho algo los ancianos?

Negué y di un hondo respiro.

—Solo estoy estresada porque en la próxima fecha de uniones, yo...

Entreabrió los labios y bajó la vista.

—Ya veo.

—Pero bueno, está bien, es decir... No importa. Sabía que pasaría. Y gracias por venir.

Sonrió a labios cerrados.

—Te prometí siempre verte, aunque te terminaras tropezando con algo como en anteriores ocasiones.

Era verdad, a veces me tropezaba, pero era porque él me ponía nerviosa o me distraía. Sonreí de lado.

—Es tu culpa.

—¿Eh? Pero si esta vez no hice ninguna cara graciosa —se defendió haciéndose el inocente.

Reí recordando las veces en las que a veces lo veía de lejos mientras la consejera intentaba darme algún sermón y él hacía alguna mueca solo para hacer que la vieja se molestara.

Reaccioné y volví a mirarlo con enojo.

—No sé qué haces aquí de todas formas —reclamé—, deberías estar con ella. Tu futura unión.

Arqueó una ceja.

—¿Quién? —Miró a los costados y me sonrió con cierta picardía, la cual siempre la sentí tentadoramente peligrosa—. Yo no veo a ninguna chica.

Apreté los labios y bajé los brazos.

—¿Qué quieres decir? Tu futura unión. ¿Acaso no le has dicho que venías?

—No tengo nada que decir porque ya no tengo ninguna chica. —Se encogió de hombros.

Quise decir algo, quise poder fingir tristeza porque eso era desafortunado, pero no pude más que sonreír. Me acerqué queriendo juntar mi frente a la suya, pero me detuve.

—¿Por qué? —quise saber—. Lo siento...

—No, tranquila. —Se inclinó y juntó su frente a la mía. Cerré los ojos, acercándome más hasta apoyar las manos y antebrazos contra su pecho—. Supe que tendría que dejar de verte, y no puedo hacer eso —susurró acariciando mi cabello.

Entristecí de nuevo, recordando que yo ya tenía fecha.

—Yo tampoco podría... —Alcé la vista para encontrar la suya. Me cubría de la luz que venía de la luna y las estrellas, pero igual podía ver bien sus facciones, su mirada con melancolía—. Si los humanos no fueran tan problemáticos, me iría de este pueblo... Me iría contigo —confesé en voz baja.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Where stories live. Discover now