039| Interés.

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  A la gente le da miedo lo que no comprende —Superman.  

Iba a volverme loca si continuaba ahí, inactiva, hecha un ovillo, temblando de frío y rabia, luchando contra el hambre voraz que me devoraba las entrañas con especial furia y la sed que laceraba cada centímetro de tejido de mi garganta.

Era una tortura tan física como psicológica que empeoraba con mi cabezonería, a expensas de un final tan trágico como cruento.

Si bien era cierto que cada persona tenía escrita una muerte en su futuro, yo había evadido dos veces la mía y quizás por esa misma la razón, en la definitiva, sufriera un ultraje mayor que en las anteriores, como un recordatorio de un destino del que nadie podía escapar.

Dejé escapar un extraño sonido, incomprensible, de mis labios agrietados, sin abrir los ojos, sumida en mis propias tinieblas, manteniendo el timón entre las turbulentas ideas que me sacudían desde dentro.

Debía dejar de autocompadecerme y hacer algo. Lo que fuera. Cualquier cosa sería mejor que esperar pasivamente un final que me habían interpuesto. No quería renunciar de aquella manera a un enorme abanico de sueños y posibilidades que se truncarán.

En un alarde de valor y coraje separé mis entumecidas extremidades, con lentitud, percibiendo la pesadez persistente en todos y cada uno de mis músculos, como la tensión iba desapareciendo, dejándolos agotados y torpes.

Abrí los ojos al tiempo que me incorporaba con algo de dificultad, viendo el mundo entero bascular a mi alrededor, obligándome a trastabillar en el primer paso que opté dar.

Continué, arrastrando los pies, hasta situarme a escasos centímetros de los barrotes que me retenían, envolviendo los dedos entorno a ellos, ejerciendo toda la fuerza que poseía, paralizando el riego sanguíneo y permitiendo que mis nudillos se tornaran blancos de la presión.

—Ya es suficiente —alcancé a murmurar, forzando las cuerdas vocales que vibraron descompasadas. Carraspeé— Es extremadamente fácil permitir que otros hagan el trabajo por ti, que te cubran las espaldas y defiendan tus ideales. Tú que ni siquiera te has dejado ver y has permitido que Brett asesine en tu nombre. Oh, no. Si fueses un hombre tan fuerte y decidido podrías dejarte ver, al menos.

Tomé una respiración irregular, relajando los dedos y dejando que mi voz fluyera, llenando las masas de aire.

—Yo no pedí ser parte de esto —reflexioné— tan siquiera soy capaz de comprender la magnitud de los acontecimientos. ¡Estamos hablando de dos hombres gato! ¡Eso debería ser parte de un relato de ciencia ficción y no de mi realidad! Si has sido capaz de crearlos... superar la naturaleza en ese término, sospecho que no será mucha molestia mirar a los ojos a quien planeas ver morir como parte de tu retorcido plan.

Al no obtener una respuesta mayor al más que conocido silencio, resoplé, presionando la frente contra el metal.

—Si tan siquiera fueras poseedor de un ápice de valor...

La última oración apenas fue un susurro que naufragó en la afonía de la sala.

No puedo especificar cuanto tiempo permanecí quieta en la misma postura, erguida y con las manos aferrando los barrotes como única seguridad cuando un chasquido captó mi adormilada atención.

Entrecerré los ojos hacia la penumbra, quizás esperando encontrar el brillo sobrenatural de dos iris de un amarillo mortífero y salvaje, pero no obtuve respuesta hasta que la tenue luz del lugar incendió en la silueta de la otra persona.

Separé los labios, tan impresionada como afligida, uniendo la última pieza en un pequeño rompecabezas.

Brett. Brett Morris.

Ruby Tiger [✓].Where stories live. Discover now