028| Confianza.

4K 482 29
                                    

  Los sueños nos salvan, los sueños nos levantan y nos transforman. —Superman  

La resignación invadía mis facciones reflejadas en el espejo. Suspirando elevé los dedos, enterrándolos en mi enredada melena, tirando de la misma, tratando de deshacer los nudos que apelmazaban los mechones castaños. La piel que enmarcaba mis ojos padecía un notorio tono violáceo y aún tenía el tono rojizo tiñendo el blanco de los mismos.

Casi de manera involuntaria rocé la cicatriz que me surcaba la mejilla, sintiendo un potente escalofrío que reptó por mi médula espinar.

Con rabia contenida me mordí los labios, tratando de borrar lo traumático de la situación. Estaba furiosa. Furiosa por las palabras poco acertadas de Flynn después del beso. Furiosa por mi propia debilidad. Furiosa por el recuerdo vívido de Dark Claw maltratando mi boca mientras estaba tan inutilizada como un pelele.

Los gatos quieren por interés, Diana. Nunca lo olvides.

Sofocando un grito de la más cruda frustración dejé que la tela flexible del pijama resbalara por mi cuerpo, quedando expuesta frente a la superficie implacable del espejo.

La piel blanquecina que quedó expuesta mostraba una serie de hematomas de variada procedencia. Tanteé con los dedos todos y cada uno de ellos, rememorando su origen. Fruto de mi temeridad o de la imprudencia de Justin en momentos comprometidos.

Las pequeñas cicatrices del accidente seguían surcándome el vientre, pero ya no sentía esa amargura cada vez que las contemplaba.

Suspiré con agotamiento, desprendiéndome de la ropa interior y colándome en el reducido espacio de la ducha. Cerré los ojos, dejando que la tensión acumulada dolorosamente en mis músculos remitiera con lentitud gracias a la acción del agua caliente, permitiendo a las lágrimas residuales limpiaran mis ojos.

Considerablemente más en paz conmigo misma salí del vaporoso cuarto, equipada exclusivamente con una toalla entorno al cuerpo, dejando las huellas de mis pies húmedos en el suelo.

—Diana.

Pegué un pequeño brinco, sobresaltada ante la mención de mi nombre. Afianzando el agarre sobre la tela que me cubría para girar sobre mis propios talones, encarando a la persona que había pronunciado aquello.

—¿Qué quieres? —Increpé con el desdén vertiéndose sobre mi pregunta— No tengo tiempo para sermones. La decisión ya está tomada, me largaré a Nueva York con papá.

Gabriela Baker tomó una bocanada de aire. Era extraño verla así, con unos pantalones de algodón desgastados y una bata enrollada entorno a su estrecha figura. Una simple coleta recogía su cuidada melena totalmente lisa.

—Lo sé —concedió dando un breve sorbo a su café— pero creo que deberíamos hablar antes de que eso pase.

Medité sus palabras, en silencio, sin apartar los ojos de los suyos.

—Nuestra última conversación no acabó excesivamente bien, ¿o no lo recuerdas?

Recordé con espeluznante exactitud nuestra charla en el ascensor y como terminé después de aquello. Siendo agredida por la mujer que me otorgó la vida y con una visión oscura del futuro.

—Lo recuerdo, Diana. Y debes creerme cuando digo que me arrepiento, pero tampoco puedo cambiar el pasado. Puedo tratar de arreglar el presente para darte un mejor futuro. Fui mezquina contigo ese día. Todo esto... mi trabajo es mi vida. No espero que lo comprendas, pero es así. Eso no implica que no me importe mi familia. Tu padre y tú sois una parte imprescindible —suspiró mirándome como jamás antes lo había hecho. Me mordisqueé los labios sin saber muy bien como debía actuar— Por eso me alegra que hayas decidido dejar la ciudad. San Francisco es mi hogar, no el vuestro y si tu padre ha conseguido una oportunidad como convertir uno de sus libros en película y debe residir unos meses en Nueva York... tienes que ir con él, encontrar tu sitio.

Ruby Tiger [✓].Where stories live. Discover now