024| Expediente.

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La vida es locomoción, si no te estás moviendo, no estás viviendo. —Flash 

Era curiosa las diferentes formas que tenía una vida de despedazarse, perder el sentido y convertirse en un enorme agujero negro capaz de succionar cualquier rastro de luz. No había un sentimiento tan fulminante, desesperante y desgarrador como ser utilizada, mancilla con el fin de destruir aquello que quieres.

Todo había sido un complejo juego en el que había sido vilmente empleada como un diminuto peón a merced de la mente encargada de orquestar la partida.

Me vi obligada a separar con torpeza los párpados, permitiendo que la débil luz arañase mis pupilas. Las pisadas del otro individuo en la sala resonaron, haciéndose echo a través de mi alma, despertando aquel miedo voraz e irracional que me consumía cada vez que sucumbía frente a aquella mirada maliciosa capaz de congelar el torrente sanguíneo.

Ahogué un quejido cuando, de un brusco tirón de pelo, me encontré frente a su bravucona sonrisa. De haber podido emplear mi inservible cuerpo me habría encargado de arrancársela con las uñas. Con la casi inexistente fuerza que aún palpitaba en mi ser volvía debatirme contra las ataduras.

—Sh —ronroneó— solo consigues infligirte un daño innecesario.

Una risa seca brotó de su garganta, mientras se inclinaba, reduciendo el volumen de aire que me separaba de su amenazadora persona. Me estremecí por su mera cercanía, resistiendo el impulso de apartar el rostro, consciente de que sería un gesto inútil y cobarde.

Opté por mantenerla la disputa visual. Incluso bajo la apariencia de un humano ordinario había algo inusual en su mirada, mucho más allá de sus iris de colores dispares. Una heterocromía le hacía más similar todavía a su otra rama genética.

—Te advertí —murmuró paseando los dedos por la cicatriz que destacaba en mi mejilla— No tenías que perder la vida. Pero ignoraste mi consejo y ahora, cuando contemples lo inservible que ha sido tu sacrificio, estaré encantado de aplastar tu insulsa existencia entre mis manos. Debo admitir —presioné los dientes cuando sus uñas arañaron mi expuesto cuello— que ansío ver como el rojo carmesí de tu sangre se desparrama por el suelo.... me empape las garras y lo saboree en la plenitud de mis papilas. Un par de horas nada más, Diana, y me permitirá hacerlo. Y tu admirado Ruby Tiger será lo último que contemple antes de encontrarse con su propio destino.

Con una caricia burlona limpió las lágrimas de impotencia que abandonaron mi enturbiada visión. Por mucho que me esforzaba en rememorar todos los hechos que me habían conducido hasta aquella situación era incapaz de comprender... ¿cómo?¿Cómo había acabado ahí?

Dos semanas antes.

Tras la desastrosa conversación con mis padres opté por transmutar en una enorme oruga humana en estado de reposo. Solo que tras mi letargo no habría una despampanante mariposa a la que admirar...

Los síntomas de la conmoción fueron remitiendo con lentitud, desapareciendo en cuestión de cuarenta y ocho horas, suprimiendo de manera eficaz cualquier rastro de vómitos y náuseas que me pudieran dar pie a pensar en descabelladas teorías.

A pesar de los insistentes intentos de mi progenitor de que abandonara mi refugio, la comodidad de las sábanas y las pocas ganas de hacer frente al mundo exterior vaporizaron cualquier pensamiento relacionado con movilizar el trasero lejos de mi propia Fortaleza de la Soledad.

Un perturbador zumbido hizo vibrar toda la cama, endiablando al dispositivo móvil que se sacudió enrabietado ante la llamada entrante que le alteraba. Un suspiro apesadumbrado brotó de mis labios mientras me enredaba en mi edredón, ignorando a conciencia cualquier contacto con el mundo exterior.

Ruby Tiger [✓].Where stories live. Discover now