025| Ondas.

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No puedes encerrar la oscuridad —Zoom. 

Las perturbaciones son, normalmente, vibraciones de algunas partículas del medio. Por todo ello podemos dar la siguiente definición: onda armónica es la propagación a través del espacio de un movimiento vibratorio armónico.

El bolígrafo que mordisqueaba se quebró, ante la presión que ejercían mis dientes contra el plástico flexible. Un lamento escueto salió disparado de mis labios, junto a una serie de maldiciones terribles.

Los intentos que tan concienzudamente malgastaba para centrar mi despistada atención en las letras de imprenta que se desperdigaban por las hojas del libro trazando teoría acerca de la física del universo, eran tan inútiles como frustrantes.

Desde el instante que hice aquel desconcertante descubrimiento no podía dejar de devanarme los sesos con teorías, cada cual más disparatada que la anterior, acerca de los posibles motivos de la vaporización de mi expediente académico.

Era un ser insignificante y corriente, incapaz de decidir un futuro, nada interesante para un prodigioso de la genética y la ciencia en todas sus áreas.

Un poco más y sufriría una combustión espontánea, carbonizando la totalidad de mis neuronas con asuntos que se escapaban de mi corto alcance.

Cerré el libro que reposaba sobre mis piernas, dejando escapar un taimado gruñido antes de incorporarme con torpeza.

El retumbar metálico del timbre inundó cada esquina del centro, desatando a la legión de adolescentes hormonados que tomaron la tranquilidad de los pasillos. Afiancé mi agarre sobre los libros que tenía apretujados contra el pecho y empecé mi lastimero camino fuera de aquel horrendo lugar que no me daba más que disgustos.

El revuelo habitual que se desencadenada entre la multitud cuando los jugadores de baloncesto hacían su magnífico camino se instauró a mi alrededor. A la cabeza de ellos, Thomas Will sonreía socarronamente, desplegando todo su sex-appeal. Un poco más rezagado, cojeaba aún ligeramente el cocapitán del equipo.

Como dos imanes de polos opuestos sucumbiendo a la atracción que ambos ejercen mutuamente, mis ojos entraron en contacto con un par aguamarina.

Hizo un gesto con la cabeza, en señal de reconocimiento, acompañado de una cálida sonrisa que formuló una serie de afirmaciones en mis pensamientos: todo estaba bien.

Involuntariamente elevé las comisuras de los labios, respondiendo con otra sonrisa y continuando mi avance entre los cuerpos apelotonados del resto.

Una mueca que perdió fuerza cuando las palabras de Lydia acudieron en tropel. Una droga capaz de dotar a los jugadores de una agilidad y fuerza excepcionales, pero, a cambio, tenía extraños efectos secundarios que asemejaban su comportamiento con felinos.

Crecimiento anormal del vello corporal. Extraña sensibilidad al agua. Y un desarrollo poco saludable de las uñas.

Todos desaparecían con el tiempo.

No dejaba de ser inquietante e... inverosímil.

Aunque quizás las pautas que marcaban la verosimilitud de las cosas habían variado drásticamente y aún me estaba haciendo a la idea.

Cualquier pensamiento perdió fuerza cuando mi mirada recayó sobre cierto individuo en la salida del instituto. Aún sin acostumbrarme a verlo de aquella manera entrecerré los ojos en dicha dirección.

Mis esperanzas de poder ser testigo fiel de su anatomía en su ajustado traje de lycra rojo se evaporaron frente a la presencia de unos vaqueros oscuros, un jersey de pico, una camisa de cuadros abotonada hasta el cuello y una cazadora marrón que abrazaba sus anchos hombros. Atrapé mi labio inferior entre los dientes, echando un vistazo al entorno.

Ruby Tiger [✓].Where stories live. Discover now