Viaje sorpresa.

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James

La miré hasta que salió por la puerta de la heladería y se fue por el lado derecho de la calle.

¿La seguí? Si. Pero solo es para protegerla, no me fio de Liam. Si en su momento le hizo daño ¿Por qué no lo volvería hacer de nuevo?

Me sentía frustrado y ¿Dolorido? No lo sé. Ya no sé nada, lo que si sé, es que cuando estuve una hora sentado en mi auto viendo como hablaban en esa cafetería y la besó..... Dios, quise ir y dar le un buen puñetazo a ese subnormal. No me pude fijar bien si ella le respondió pero si supe como la furia invadió mi cuerpo a más no poder y, como al mismo tiempo, sentía una punzada en el pecho.

¿Eso era normal? Ni idea. Lo bueno es que sé que no están juntos.

¡No somos nada! — esas palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez.

¡No sé que narices te pasa ultimamente James, pero no te metas en mi vida, más cuando ni si quiera me conoces! —sus palabras resuenan nuevamente en mi cabeza.

Ni yo sabía lo que me pasaba realmente pero ¿Quería saberlo? Y ¿No meterme en su vida? Eso implicaba no acercarme a ella, quitar el más mínimo contacto con ella. Y, aunque no me gusta reconocerlo, tiene razón. No la conozco. ¿Cuanto tiempo lleva aquí? ¿Un mes?

— James. —la voz de Emma me trae de vuelta a la realidad. — ¿Por qué Aria se fue así? Si la convencí para que viniera era para que arreglarais las cosas, no para que sean empeoradas. — me mira con molestia. — ¿Qué le has dicho para que se fuera tan enojada? — inquiere.

— Que te lo cuente ella. Al fin y al cabo es tu mejor amiga ¿no? — me mira para nada satisfecha por mi respuesta.

— Eres un idiota James. —se levanta y recorre el mismo camino que minutos antes recorrió Aria.

Suspiro y paso mis manos por mi cabello, como si eso fuera a quitar toda la frustración.

Agarro mi celular del bolsillo delantero de mis jeans, busco en contactos y, ya localizado el número, me llevo el celular a la oreja.

— ¿Si? —su voz ronca llama mi atención

— ¿Sigue en pie la oferta? — pregunto.

— Esta noche a las 23:15. —informa y sin mas que decir cuelgo.

Al menos podré desahogarme.

Aria

Las piernas me ardían, no sé cuando empecé a correr sin rumbo fijo pero, al parar, estaba frente a un enorme edificio. Lo pude reconocer al instante, solo había estado una vez, solo espero que estuviera en casa.

Nada más cruzar las puertas, un olor a limón y desinfectante inundaron mis fosas nasales.

— Buenos días. —saluda amablemente el recepcionista del edificio con una sonrisa en su rostro.

— Buenos días. —intento imitar su gesto pero me sale mas bien una mueca.

Justo una señora salió del ascensor y no tardé en correr y meterme dentro antes de que las puertas fueran cerradas.

Aprieto el botón del piso correspondiente. Al llegar, salgo y me dirijo hacia la puerta en el lado izquierdo. Toco y espero a que pueda ser abierta.

Escucho un ruido tras ella y me alarmo. ¿Estará bien? Iba a golpear la puerta con mi puño de nuevo cuando esta es abierta.

— ¿Que te ha pasado? —pregunto al ver lo echo un desastre.

Su cabello rubio estaba hecho una maraña y sus ojos verdes se notaban cansados. Llevaba ropa deportiva ¿Rota? ¿Como es eso posible?

New York, Manhattan Where stories live. Discover now