La fiesta II

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— ¡Y esta preciosa chica vuelve a ganar! —exclama el chico encargado de decir al ganador en la guerra de chupitos.

— ¡Wooo! ¡Toma! —grito de emoción al ser la ganadora. Intento levantarme pero tengo que volver a sentarme al sentir un leve mareo. Ya, cuando creo estar lista, me levanto y, tambaleando, me dirijo al baño del segundo piso de la enorme mansión ya que en el primer piso esta lleno. Por suerte, esta libre. Me encierro y hago mis necesidades. Me lavo las manos y echo un poco de agua en mi nuca, para refrescarme. Ya lista, salgo, dispuesta a seguir de fiesta lo que queda de noche y poder divertirme. Estaba apunto de bajar las escaleras cuando una mano me agarra con fuerza la muñeca.

— Hola preciosa. ¿Por qué no nos divertimos? —dice y en su rostro se expande una sonrisa repugnante.

—No, suéltame. —ordeno.

— No preciosa, nos vamos a divertir. —hace más fuerte su agarre, haciéndome daño.

— ¡Suéltame! —grito pero solo provoco que me estampe contra la pared que había detrás.

Intento defenderme pero mis intentos son nulos, se ha posicionado casi encima de mí, inmovilizándome. Retira mi cabello sin una pizca de suavidad y empieza a repartir besos por todo mi cuello. Estaba por rendirme cuando, de pronto, ya no lo siento encima. Abro los ojos que, no me había dado cuando los cerré, y veo como el chico que intentaba abusar de mí, esta en el suelo y encima de él hay otro chico dándole una golpiza. Le da un último golpe, dejando al chico inconsciente y viene hacia mí. Coloca sus manos en mis mejillas, examinando si tengo algún daño.

— ¿Te ha hecho daño?—-pregunta. Niego con la cabeza.

— Necesito otra copa. —informo. Con cuidado, aparto sus manos de mis mejillas, lo rodeo y me dispongo a bajar las escaleras cuando su voz me detiene.

—No vas a seguir bebiendo. —afirma.

—Mírame. —digo y empiezo a bajar las escaleras para poder llegar a la planta baja pero, antes de poder pisar el último escalón, agarra mi cintura, me gira y me alza hasta ponerme en su hombro como si fuera una bolsa de papas.

— ¡Suéltame! —grito sobre la música. Intento zafarme de su agarre pero mis intentos son nulos. Veo como salimos de la mansión y, de pronto, unas tremendas ganas de vomitar vienen a mí.

—Suéltame, por favor. —suplico. Al parecer James nota la desesperación que destila mi voz ya que, con cuidado, me deja en el suelo.

No tardo en darme la vuelta y echarlo todo. James tarda en reaccionar pero, cuando lo hace, me agarra el cabello para que así no se ensucie. Al terminar de echarlo todo, James me entrega un pañuelo, supongo lo habrá sacado de sus bolsillos. Le agradezco y me limpio la boca.

Intento andar pero, al intentarlo, mis piernas tiemblan y casi caigo al suelo si no fuera por que James pasa uno de sus brazos por mi cintura, estabilizándome. Llegamos a su auto y lo miro asombrada. No sé cuál es su marca pero, el color rojo vivo que lleva llama mi atención de por sí. Con cuidado me sube en el lado de copiloto y el no tarda en dar la vuelta y subirse en el lado de piloto. Pone en marcha el auto mientras yo me acomodo en el asiento, el sueño poco a poco invade todo mi ser y no pasa mucho tiempo cuando caigo en brazos de Morfeo.

(...)

Despierto por unos rayos de luz en mi rostro. Abro los ojos y los tengo que volver a cerrar por el terrible dolor de cabeza. Es como si me estuvieran golpeando la cabeza con un martillo.

Abro los ojos nuevamente, adaptándome a la luz y al dolor de cabeza. Miro con determinación la habitación. Las pareces son de un azul eléctrico, a la izquierda, pegado a la pared, hay un escritorio blanco con una cantidad enorme de papeles bien ordenados. En el otro lado, junto a la enorme ventana, hay una puerta también blanca y al lado de esta unas puertas negras con rejillas, supongo será el closet. Unos metros más a la derecha, hay un pequeño pasillo que dirige hacia una puerta también negra. Esta no es mi habitación y, recuerdos de anoche, vuelven a mi memoria.

New York, Manhattan Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon