¿Me seguiste?

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Mi vista seguía clavada en la pintura blanca del techo de mi habitación. Durante toda la noche he estado viendo el techo, como se puso oscuro, sin poder ver lo hasta que el sol salió y, poco a poco, rayos de luz lo iluminaron.

Ayer, cuando Liam terminó de contarme lo que sucedió realmente, me quede estática. Procesando cada palabra dicha una y otra vez, como ese dolor volvió una vez más, agarrando mi corazón y estrujarlo hasta causar un dolor horrible. Y, cuando me besó, no le correspondí. Me quedé estática en mi puesto sin mover mis labios. Cuando se dio cuenta se separó de mí y me pidió disculpas por lo que acababa de hacer.

Al llegar a mi casa Jayden me miró y preguntó varias veces que me pasaba pero no pude responderle. Subí a mi habitación y aquí me encuentro, aun con un torbellino de dudas.

¿Por qué me lo dice justo ahora? Sé que me negué a escucharlo pero pudo contactar conmigo. Cambié de numero pero me dijo que le contó a Jay, él pudo darle mi numero y poder explicarse.

Sé que soy testaruda pero, quizás, lo hubiera escuchado.

En cambio, todos esos pensamientos son descartados. Me conozco, nada más saber que era Liam quien estaba al otro lado de la línea, hubiese colgado y cambiado mi número de nuevo.

Agh. ¿Pero por qué me besó? No tenía por qué hacerlo. Él no siente ya nada, han pasado dos años. Y yo tampoco siento nada por él, ¿o sí? Todo es un lío, mis emociones, mis pensamientos... Ya no se lo que realmente siento, ni tampoco se como encajarlo todo. Es como si fuera un rompecabezas, un rompecabezas que cada vez que intento armarlo, falta algo o llego, incluso, a no ver lo y me frustra.

Me frustra no saber que siento, lo que él siente. Y lo odio.

El sonido de mi celular, indicando una llamada entrante, hace que despierte de mi ensoñación. Lo agarro y, sin mirar al responsable, deslizo mi dedo por la pantalla hasta llevarlo a mi oreja.

— ¿Si? —pregunto y mi voz sale ronca y cansada.

Escuchó como al otro lado solo se escucha una respiración.

— ¿Hola? —frunzo el ceño al no obtener respuesta del culpable en la otra linea. Escucho de nuevo su respiración y después, cuelga.

Me voy a registro para ver el número, pero sólo me sale... Desconocido.

Genial.

Al rato vuelven a llamar y me llevo otra vez el celular a mi oreja.

— ¿Diga? —mi voz vuelve a salir agotada, cansada y sin ánimo alguno.

—Hey Aria. ¿Estás bien? —pregunta en un tono preocupado.

Suspiro. ¿Estaba bien?

—Si. —suspiro nuevamente. —No... No lo sé. —digo dudosa.

—Estoy allí en cinco. —informa. — ¡James! —grita y es lo ultimo que escucho antes de que cuelgue.

Tiro el celular a la otra punta de la cama y vuelvo a mirar el color blanco del techo.

Mi padre, Robert, entra a la habitación sin llamar y sin nada.

— ¡Aria! —exclama en un tono enojado. — ¡Te dije ayer que iría a recogerte pero, cuando llego a esperar a mi hija, no se digna aparecer! —grita y yo aún sigo mirando el techo.

— ¿Qué era lo que tenias que decirnos? —eso es lo único que sale de mis labios, en un leve susurro.

Tarda en contestar y, aun que no lo esté viendo, puedo asegurar que me está mirando con su ceño fruncido.

New York, Manhattan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora