Capítulo 57

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 -No paso mucho tiempo, tal vez unos seis o siete meses, pero me enamoré de Galicia. Estábamos en Santiago de Compostela, y casi siempre había personas de diferentes nacionalidades y la cultura era muy variada debido a aquello. Allí descubrí la tortilla española, y recuerdo que se la pedía a mi madre continuamente.-sonrió, como si su sonrisa fuese el portal hacia aquel recuerdo.- Mi hermano Martín y nuestro perro, Luce, eran mis grandes aliados en ese nuevo lugar. Aunque no tardé en hacer nuevos amigos, siempre he sido muy sociable.

Tardó unos segundos, meditando sobre lo que acababa de decir. Y sobre su hermano. Quizá debería de hablarle más a Verónica sobre él y todo lo que significaba para él, pero era demasiado doloroso. Martín y él habian sido uña y carne. Eran uno. Se parecían demasiado en todo y les gustaban las mismas cosas.  Los mismos dibujos animados, los mismos videojuegos, los mismos helados. Las mismas pizzas. Los abrazos de su madre y la forma en la que les acariciaba el pelo a la vez y ambos hermanos se miraban sonrientes.

-Siempre he sabido conseguir lo que quiero, y siempre he estado seguro de mi mismo. Hasta que un día, me crucé con un hombre, con el cabello entre rubio y pelirrojo, y ojos verdes, con la piel de la cara de color rojiza, como si estuviese borracho. En ese momento me pareció alto, y fue como si notase el poder que tenía desde lejos.

David miró a Verónica, y le dedicó una sonrisa torcida.

-Aquella fue la primera vez que sentí miedo de una mirada.

Tomó aire, y Verónica le cogió la mano. No le importaba nada mas salvo que él estuviese bien. Sabía lo que estaba haciendo, le estaba contando quien era, al menos una parte de él, y eso era algo que la reconfortaba como ninguna otra cosa lo había hecho en ese día.

-Recuerdo que se me quedó mirando, como si viese algo en mi. Luego, sonrió cuando vio que le mostraba miedo, y se acercó a mi. Me dijo que él y yo no eramos tan diferentes, y que haría bien en recordar sus palabras.

David se pasó las manos por la cabeza, como cada vez que lo que estaba diciendo se le hacía difícil de decir. De esa forma tan suya. Verónica se fijó en como su pelo se despeinaba lentamente.

-Mi hermano Martín se interpuso entre ese hombre que se acercaba a mi y yo. Luego Luce comenzó a ladrarle, como si supiese que allí pasaba algo que no debería de haber pasado. Recuerdo como le agarré la mano y tiré de él, haciendo que comenzásemos a correr. No había ninguna forma de que supiese que llevaba una pistola.

Verónica contuvo el aliento.

-Luce recibió un tiro, y murió en ese mismo momento. Recuerdo como Martín gritaba y lloraba, y aún recuerdo que aquella fue la primera vez que la rabia me invadió. Con casi siete años, corrí hacia ese hombre y me lancé a sus piernas, pegándole todo lo fuerte que pude. Él tan sólo rió, como si le gustase lo que veía. Me separó con una sola mano, y me pegó el primer puñetazo de mi vida. Recuerdo que caí al suelo y que había personas alrededor mirándome. Sin embargo, nadie hizo nada. Oía los gritos de mi hermano de fondo, gritando el nombre de nuestro perro muerto, y ese hijo de puta se estaba alejando sin que nadie hiciese nada. Me levanté y corrí de nuevo hacia él, esta vez con una piedra en la mano, y...

Verónica se percató de que le costaba hablar, así que le apretó la mano con fuerza, dándole ánimos.

-Volví a tratar de hacerle daño, en esa ocasión con algo más de suerte, ya que logré tirarlo al suelo y subirme encima de él.-rió suavemente, casi con rabia.- Que imbécil que fui. Él tan sólo me tiró al suelo y comenzó a pegarme, esta vez con mas rabia, y con una sonrisa sádica en su rostro, como si realmente disfrutase de lo que hacía. Después de darme al menos tres puñetazos, mi hermano Martín se le echó encima, y ese hombre se lo quitó de encima con una sola mano, y volvió de nuevo a mi. Sin saber como, mientras recibía los golpes y mi hermano chillaba y volvía a tratar de hacerle parar, mi padre apareció. Ambos se ensalzaron en una pelea como esas que solo se ven en la televisión, y que mi hermano y yo veíamos y tratábamos de imitar en casa. Ambos estaban en el suelo, y luchaban por colocarse arriba, pegándose puñetazos sin parar e insultándose. Jamás había visto así a mi padre, pero lo último que recuerdo fue escucharlo gritar cuando me desmayé. Me desperté unas horas después. Los golpes me habían provocado una contusión. Estaba en mi cama y en mi casa de Galicia, y aún recuerdo el grito de alegría que dio mi madre al verme abrir los ojos. Ella tenía el mismo color que yo. Mi padre vino corriendo y me abrazó, en lugar de preguntarme nada, simplemente me abrazó y me dijo que nada de lo que había ocurrido era culpa mía, que había personas malas en el mundo, y que cuanto antes lo supiese mejor. Pobre, jamás imaginaría que su hijo iba a convertirse en una de esas personas.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora