Capitulo 12

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 Eran casi las siete y media cuando llegó a casa. Escuchó el sonido de sus tripas quejarse por no comer nada desde las tres de la tarde. Ella era una chica delgada, pero de muy buen comer. Gracias a Dios que su cuerpo no le hacía engordar porque con todo lo que comía cuando tenía ansiedad tendría que tener muchos kilos más. Suspiró y saludó a sus padres. Su hermano pequeño vino corriendo hacia ella y la abrazó.

-¿Dónde has estado Vero? -preguntó con su vocecita de seis años.

-He estado en el hospital, Víctor. No te preocupes. Estoy bien.

El niño se le quedó mirando con sus enormes ojitos negros, preocupado y con los cachetes muy rojos. Adorablemente rojos. Su madre se acercó a ella y la miró detenidamente.

-¿Cómo que has estado en el hospital? -inquirió.- ¿Por qué no has llamado?

-No tenía saldo. Estoy harta de decirte que me pongas el móvil de contrato...

Y dicho eso, comenzó a explicarle a su madre Violeta todo lo que había ocurrido mientras iba a la cocina y se preparaba un bocadillo de Nocilla. Se pasó el resto de la tarde acabando un trabajo para el día siguiente de biología mientras su hermanito veía dibujos animados y jugaba con su Tablet. Un niño de seis años con una Tablet y ella aún con teléfono recargable de saldo. Cosas de la vida...

-Vero... ¿Sabes que me ha dicho una niña en la clase hoy?

Verónica lo miró, curiosa interrumpiendo sus deberes.

-¿Qué te han dicho enano?

-Me ha dicho que me va a matar porque soy un capullo.

Verónica abrió los ojos de par en par y no pudo evitar reírse. Él niño la miró enfadado.

-¿Y se lo has dicho al profe?-le preguntó intentando hacer que se le pasase el enfado.

-Sí...

-¿Y qué te ha dicho?

-La ha castigado sin recreo.

Verónica reprimió una sonrisa. ¡Qué tiempos aquellos en los que todo se resolvía con un pequeño castigo y la tarea más difícil que tenías que hacer era la de matemáticas que consistían en simples sumas!

La cena trascurrió tranquila, el padre de Verónica, Pedro, había pedido pizzas así que Víctor no dio guerra para cenar esa noche diciendo que no le gustaba la comida. Cuando acabaron de cenar Verónica subió a su habitación. Se encontraba realmente cansada, tan cansada que comenzó a ponerse el pijama sin percatarse de la figura que la miraba con interés desde el balcón. Se puso la parte de abajo y se tiró en la cama. El día de hoy había sido demasiado...raro. Demasiadas emociones para menos de veinticuatro horas. Obligándose a incorporarse se puso la parte de arriba del pijama y luego se quitó el sujetador. No era capaz de conciliar el sueño sintiendo el aro. Era una costumbre que tenía desde pequeña. Comenzó a deshacer la cama cuando un fuerte viento entró por el balcón. Frunciendo los labios y con el cuerpo helado se dirigió a la balaustrada sin ver al joven que se había ocultado tras las enormes cortinas. Cuando tenía sueño no se percataba de casi nada de lo que le rodeaba. Bostezando comenzó a cerrar las ventanas cuando olió una agradable y enigmática fragancia. Justo en ese momento en el que alguien la agarró por la cintura fuertemente. Una mano se posó sobre sus labios y un leve siseo se deslizó por el aire.

-Shh...

Ella gritó y empezó a resistirse como una loca, pero los brazos que la agarraban eran demasiado fuertes y el sonido apenas había salido de sus labios.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora