capítulo 19

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 El chico le dio otro beso en la mano, y ella se rió sin poder evitarlo.

David la observó, y sintió algo. No sabría decir exactamente que fue, pero sintió algo que le gustó profundamente.

-¿De qué te ríes?-preguntó, tomándose la confianza de colocarse detrás de ella y de hacerle cosquillas.

Ella volvió a reír, y se sintió terriblemente cómoda al sentir su cuerpo tras el suyo, protector y musculado.

-Me has dado ya dos besos.

Él dejo de andar, haciendo que ella también parase al tenerla agarrada por la cintura.

-¿Y? ¿Quieres otro?-dijo con aquella voz que tan irresistiblemente atractivo le hacía parecer.

Ella volvió a reir, como si cada vez que riese supiese el efecto que causaba en David. Aunque no tuviese ni la menor idea.

-No se si te dejaría.-le buscó, y continuó la frase incluso antes de que el chico pudiese volver a hablar.- Pero creo recordar que me dijiste que no ibas a besarme, sino que ibas a hacer que me muriese por un beso.

El la soltó, ahora algo molesto por el efecto que ella tenía en él. Odiaba sentirse así, aunque le gustase a rabiar sentir lo que sentía. Aunque no quisiese reconocerlo ni tuviese intención de ello.

-Sabes que te morías porque lo hiciese, ojos azules.-le dijo sagaz, volviendo a aquella seguridad y esa sonrisa jactanciosa que había abandonado desde que la besó.

Ella se le quedó mirando, algo avergonzada de que aquello hubiese sido tan obvio. Aún sentía sus labios en los suyos cuando cayó horrorizada en algo.

David se dio cuenta.

-¿Que va mal?-inquirió, preocupado.

Ella no le respondió, pero sacó el teléfono y se maldijo por no tener saldo ni wifi.

-Necesito llamar a mi amiga Eva y saber como esta. Mierda.-se maldijo.- Me he olvidado por completo de ella, va a matarme. ¿Me dejas tu móvil?

David dudó unos instantes. No era buena idea que hiciese ninguna llamada a ningún número raro desde el teléfono por el que se mantenía en contacto con su jefe. Era él quien gestionaba sus llamadas y controlaba y pagaba sus facturas. Si veía algún número nuevo en ellas no sabría bien como se lo tomaría. En cambio, podría decir que era el teléfono de una chica a la que se pensaba tirar. Su jefe entendía aquellas cosas. Se parecían algo en eso. Siempre llamando a jóvenes que se les metían entre ojo y ojo, aunque los motivos de David fuesen distintos a los terroríficos de su jefe.

-¿Por qué no me dejas tu móvil?-le volvió a preguntar ella, consciente de que el chico había tardado algo de tiempo en reaccionar.

-Tengo poca batería.-dijo, pensando en que si de verdad iba a dejar de verla aquella noche bajo ningún concepto quería ligarla a él, ni tan siquiera por una factura de teléfono hacia el número de su mejor amiga.- Pero te conseguiré un teléfono.

Y dicho eso, la dejó sola mientras se alejaba.

-Quédate ahí.-le dijo, autoritario mientras se perdía por una calle.

Verónica sintió una horrible incertidumbre en el pecho que le obligó a seguirlo, desobedeciéndolo. Consciente de que una parte de ella se negaría siempre a recibir órdenes de nadie.

Lo observó andar con aquella seguridad que le caracterizaba, como si el mundo tuviese que hacerle un hueco a cada paso que daba. Los ojos de Verónica brillaron al verlo, estaba segura de que podría competir con los modelos de cualquier pasarela. Con los hombres más guapos del mundo según la moda y seguir llamando la atención. David tenía algo capaz de atraerla, y le habían bastado cuarenta y ocho horas para darse cuenta de que no iba a poder zafarse de aquella atracción fácilmente. Como si tuviese la insensatez de pensar que aquello era un sueño y que al cerrar y abrir los ojos iba a desaparecer como si tal cosa. Como si nunca hubiese existido. Algo en su interior se quebró al oír de nuevo en su mente las palabras de David. Aquella sería su última noche juntos, pero pensaba amortizarla lo máximo posible. Quería entenderlo. Pasase lo que pasase, quería entenderlo.

Unos metros más hacia delante, el chico se acercó a un grupo de personas y metió la mano en el bolsillo de uno de ellos. Era una presa fácil, tenía la cartera medio salida del bolsillo e iba medio borracho. Se notaba que acaba de salir del bar de la esquina. Era un grupo grande así que era más fácil pasar desapercibido ante ellos. Aquello era algo cotidiano para él, y robar un móvil era tan sencillo como robar en una tienda de chucherías. Nunca nadie se daba cuenta hasta que sentía ese pequeño infarto por no encontrar su teléfono. Y para entonces, David ya estaría lejos y le habría dado a Verónica lo que necesitaba en aquel momento.

Una pena que no reconociese entre ellos a Jorge, un policía nacional con el que ya había tenido mas de un problema.  

Y este se lo dedico a yasPandicornHB por todos sus votos. Me has ayudado mucho y te deseo un muy feliz día! Mil gracias a todos por leerme! ¿Os ha gustado este capítulo? Muchos besos!!!

Instagram: itssarahmey

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora