Capítulo 15

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Apenas se reconocía.

Las siguientes horas fueron eternas. La chica de ojos azules oscuros seguía sumergida en su mundo, y un sólo pensamiento inundaba su mente. David. Sí, ese chico al que había visto por primera vez hacía un día, era el total dueño de su mente. Se imaginaba con él en distintas situaciones, situaciones que requerían toda su atención. Estaba demasiado intrigada en cómo actuaría, cómo sería su forma de ser mas allá de esa coraza de chico duro y malo que exhibía ante todos. Seguro que detrás de esa máscara había una persona maravillosa dispuesta a dejarse amar. Verónica se repetía aquella frase miles de veces, tal vez para llegar a creérsela. Tanto se agarraba a ella que ni tan siquiera escuchó la voz de la profesora de Matemáticas, Sonia, llamarla para que diese el resultado de un problema que debería de haber resuelto hacía ya media hora por su cuenta. No obstante, tan sólo miró por la ventana y sonrió al ver a un ruiseñor que empezó a piar alegremente despreocupado.

Sintió como Eva le daba un codazo, y volvió nerviosa a aquel mundo de la realidad donde le faltaba algo. Algo que probablemente estaría a mucha distancia de ella. Alguien dueño de una mirada casi inescrutable de ojos grises.

-El problema número siete.-le susurró Eva.-Di la solución.

Verónica la miró aterrada. Nunca le había faltado ningún ejercicio por hacer.

-No lo tengo.-le contestó con un hilo de voz casi inaudible.

Eva abrió los ojos de par en par haciendo que sus finas cejas se elevasen más de medio dedo.

-Di veintinueve.-dijo unos segundos después.

Era tan extraño que Verónica no hubiese hecho el ejercicio que tardó demasiado en decirle la respuesta.

-¿Veintinueve qué? Dime la respuesta sin mirar el enunciado y sin que tu compañera abra la boca.

La voz de la profesora la abochornó. Ni tan siquiera había mirado el ejercicio. No tenía ni idea de que le preguntaban.

-Veintinueve...

-Rosas...-susurró una voz que habría reconocido en cualquier lugar. -Como las que yo quiero regalarte a ti.

Verónica miró asombrada hacia la ventana del primer piso. Justo en una de las ramas más frondosas estaba aquel chico castaño de ojos grises. Su mirada se clavó en ella como si le hubiesen clavado un puñal que alterara todos y cada uno de sus sentidos. Se sintió mareada de pronto. Él tan sólo sonrió al verla con esa cara de aturdida, que aun así seguía antojándosele hermosa como la más bella flor.

La chica de cabellera oscura abrió la boca para hablar, pero tan sólo soltó una exhalación cuando la profesora volvió a captar su atención. El aroma que el viento trasportaba hasta ella logró que se marease. Era su fragancia. El olor tan absorbente de David. Con esfuerzo logró alejar la mirada de aquel apuesto joven que le sonreía cautivadoramente, para centrarse en aquella mujer bajita de cabello rizado y ojos verdes que le hablaba desde la pizarra, ajena al chico que se encontraba en el árbol.

-Veintinueve rosas.-dijo con voz decidida, a sabiondas de que aquella no era la respuesta.

Sonia tan sólo arrugó los labios y se dio la vuelta tras contemplarla unos segundos.

-Bien, no quiero volver a verte tan distraída Verónica.

Eva la miró ensimismada.

-¿Cómo has sabido la respuesta?-le susurró.

-¿No lo has visto?

Sus ojos estaban abiertos como platos cuando se volvió para señalar a la ventana.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora