Capítulo 1: Ojos verdes

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***

Pasaron un par de días. Ambos nos refugiamos en un edificio del Estado, al menos hasta que detuviesen a todos los seres infiltrados. Uno de los del personal insistía en que volviese al laboratorio en cuanto todo acabase, habían capturado un H.E y querían que lo estudiara porque tenía algo diferente. «Vaya, algo diferente, ¿eh?». En sí mismos ya eran un problema, si mutaban podría incluso empeorar la situación.


Una vez que se restableció el orden y las personas pudieron volver a su «casi» vida, fui con Marcos al laboratorio. Me encaminé a la sala en donde esperaba aquel H.E del que me hablaban sin parar. Aún me sentía un poco atormentada por el día del ataque, a pesar de haber escapado de esas cosas, que a mi parecer no podían considerarse humanas aunque pudiesen razonar tan bien o mejor que una misma.

—Espero que lo tengan bien sedado —dije alarmada. Esos humanos evolucionados eran letales, altos y musculosos, pura fibra igual que un animal salvaje. Y por mí, que no se me aparezca ninguno vivo nunca más. Aunque esa opción era utópica, existía la posibilidad de que un día me matara uno de ellos.

Entré tan distraída recordando lo que pasó que no me percaté. Las personas que lo rodeaban se retiraron para darme pase.

—Oh...

Me quedé plantada. Era un simple muchacho, vestía una bata de hospital y estaba atado a la camilla, las correas le sujetaban todo el cuerpo. Parecía de mi edad, quizá un par de años más. Cabello y cejas color castaño oscuro casi negro, que contrastaban con su tez blanca. Apuesto, sin duda, debía admitir. Me miraba con rencor y noté el verde de sus ojos, bastante intenso, pero a mi vista no dejaba de ser humano, era un joven normal.

—Le hemos hecho muchos exámenes. Todo parece estar en orden, pero sigo sin entender... —el doctor se debatía entre sus dudas—. Podría jurar que era uno de ellos —agregó atormentado.

—Entonces libéralo, ¿qué esperas? —dije negando con la cabeza, desaprobando toda esta situación, y me acerqué al joven que me miró con algo de sorpresa.

—Eso no es posible —replicó Marcos—, no hasta que salgan los resultados del examen de ADN.

—Claramente es un humano —repuse mientras desataba las correas de sus brazos, él aún me miraba—, los H.E no pueden ocultar su forma, sobre todo las pupilas rasgadas. Además, si fuera uno, ya habría roto estas correas y nos habría asesinado en cuestión de minutos, prácticamente eso no lo pueden controlar. —No tenía ni garras, ni era un mastodonte musculoso.

—Pues no sabemos si han evolucionado o cambiado de algún modo...

—Sí, claro.

Todos nos volvimos a mirar al muchacho que acababa de contestar de esa forma repentina. Su voz era grave, elegante y amable. Era de esas voces que imponían y hacían vibrar. Una voz como esa era rara, los H.E tenían la voz así, pero muchos humanos también, por eso era un detalle descartado en los estudios. Al tener nuestra atención continuó.

—¿En serio creen que la evolución se da rápido en la naturaleza? Ya les he dicho, pierden el tiempo, no soy uno de ellos.

—No mientas —dijo el doctor, aturdido—, te vi, no puedo equivocarme. Me empujaste y...

—Y se golpeó la cabeza —dijo educadamente el chico, pero ya casi sin paciencia.

—Pero vi tus pupilas, eran rasgadas.

—Le salvé la vida —recalcó con expresión seria.

—Déjame esto a mí —intervino Marcos. Se aclaró la garganta mientras leía algo en su teléfono—. ¿Quid vis?

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora