Me hizo un gesto para que abandonáramos el pasillo. Dudosa opté por obedecer siguiéndola hasta el salón donde se dejó caer, desvirtuada de su particular elegancia, sobre uno de los sofás. Me senté a una distancia prudencial.

—Deseo que te vaya bien en esta vida, hija. No debí haberte pegado, pero simplemente... se me fue de las manos. Esa no es excusa —sonrió tristemente— No estoy orgullosa de los métodos que empleo, pero funcionan. La gente es horrible, corrupta y egoísta. Quedan pocos corazones y mentes nobles como el tuyo y la sociedad hará todo lo posible para arrebatarte eso que te hace especial. Tu manera de mirar el mundo es... tu superpoder.

Entreabrí los labios, tratando de buscar las palabras adecuadas.

—Tengo miedo —admití— estoy aterrada. Tan siquiera sé que camino coger. Qué estudiar. En quién poder confiar.

Mi madre me estudió unos instantes mientras apuraba los posos de su café doble.

—El miedo es normal, Diana, te hace ver que riesgos estás dispuesta a asumir. Y acerca de los estudios... con esfuerzo, dedicación y empeño podrás conseguir la carrera que te propongas, lo importante es que te haga feliz y no desgraciada. Y... querida niña, no confíes en nadie. Confía en ti misma.

No hice ningún comentario al respecto, limitándome a asentir con la cabeza y acceder al ofrecimiento de la mujer de peinarme. Hacía mucho tiempo que no percibía un atisbo de mismo por parte de mi madre y fue gratificante volver a tenerla unos momentos.

★★★

Enganché los dedos en la larga trenza que calmaba mis cabellos, con un suspiro disimulado. El sol finalmente había vencido a la dictadura de las nubes y despuntaba por encima de los edificios, secando las aceras y acelerando la vida de la ciudad.

Un incómodo cosquilleo me acompañaba desde que había abandonado el edificio donde residía. La inquietante sensación de estar continuamente vigilada, con una espectral presencia caminado a mi lado conseguía ponerme el pelo de punta.

Me estremecí débilmente, encogiéndome en el interior de la ancha sudadera que llevaba, refrescando mis ideas en el cuello de la misma.

Son imaginaciones tuyas... meras imaginaciones.

Apreté el paso, tratando de escabullirme de mi perseguidor espectral, serpenteando entre la gente que se desperdigaba por las calles, atentas a sus propias vidas.

—¡Joder!

Esa exclamación abandonó estrepitosamente mis labios cuando la vibración de mi teléfono rompió contra mis nervios crispados. Tanteé los bolsillos en su busca, mirando con incredulidad la pantalla iluminada.

Colgué sin más y me disponía a continuar con mi camino cuando una mano me interceptó por el hombro. El susto fue proporcional a la cara de boba que compuse cuando me encontré frente a unos excepcionales ojos verdes que me contemplaban con una mezcla de emociones imposibles de identificar.

El aire salió bruscamente, silbando entre mis dientes en el momento que, gracias a un delicado empujón, fui arrancada de la vía transitada y trastabillé encontrando con la espalda la firme superficie de la pared de uno de los edificios levantados a ambos lados de la calzada.

—¿Qué demonios va mal contigo? —Interrogué sin aliento.

Frente a mí tenía un alterado Flynn que parecía luchar por mantener la calma. Inevitablemente mis ojos acudieron a su anatomía, registrando el traje rojo escarlata de Ruby Tiger mal disimulado bajo su desabotonada camisa de cuadros. Su cabello parecía haber sufrido algo similiar a una potente descarga eléctrica que le daba un aspecto desaliñado bastante favorecedor.

Ruby Tiger [✓].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora