Capítulo 48

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 Miró hacia todas partes antes de soltar un pequeño grito y saltarle a los brazos con lágrimas en los ojos. Estaba ahí. Había vuelto, y estaba ahí con ella.

Sabía que estaba enfadada, furiosa, pero jamás supo que podría echar tanto de menos a alguien como cuando estuvo entre sus brazos y sintió su abrazo.

David pensó en algo ingenioso que decirle, pero tal vez fuese el momento, tan sólo quería besarla. Sin embargo, no lo hizo. Sabía que ella estaba enfadada, a pesar de que aquel abrazo lo pillase totalmente por sorpresa.

-Joder, ¿como eres tan jodidamente dulce?

Ella hizo por hablar, pero él, volviendo a ser ese chico seguro de sí mismo y que atraería hasta a las modelos de Victoria's Secret, le puso un dedo en la boca siseando y le sonrió ante la expresión de sorpresa de ella.

-Esta mal eso de entrar en una habitación y no ver quien esta dentro, tal vez debería de castigarte por eso.-dijo poniéndose serio, sin esperarse en ningún momento el manotazo que la chica le dio en el hombro.

-Eres un imbécil.-fue todo lo que fue capaz de decir antes de que sus ojos se llenasen de lágrimas por la frustración, a pesar de que estaba eufórica porque aquel chico estuviese de nuevo con ella. Porque hubiese vuelto a verla y a abrazarla. Por ese olor tan suyo y ese cuerpo musculoso y alto, por esos ojos y ese cabello oscuro medio ensortijado. Maldición, su altura y su cercanía la intimidaron durante unos instantes. Y ese carácter...tan misterioso y peligroso al mismo tiempo...

-Lo sé- fue todo lo que dijo él, acortando las distancias y besándola del mismo modo que había deseado hacer desde que la vio entrar en la habitación.

La tiró en la cama y se colocó encima de ella, a pesar de que ella tenía una mezcla contradictoria entre el querer y el no querer, que luego cedió y se entregó a él, devolviéndole aquel beso pasional. El chico se separó de ella, y la miró de arriba abajo, dejando su mirada unos segundos en su pecho y bajando luego hacia sus piernas. Verónica se quedó quieta, observándolo y temblando. David volvió a besarla, algo más brusco esta vez, y ella no pudo evitar mover levemente sus caderas mientras sentía las manos de él recorrerla de arriba abajo. Sus hormonas se fueron encendiendo a medida que sentía su cuerpo.

-No te haces ni una idea de cuanto lo siento.-le susurró en su oído mientras agarraba sus manos y las mantenía prisioneras en la mejor cárcel del mundo.

-¿Por qué has tardado tanto en volver?

Una punzada en el pecho del chico lo hizo dejar de besarle el cuello, pero en cuanto sintió los labios de Verónica buscando los suyos fue mas que suficiente para que se volviese a olvidar del mundo. Como si ella fuese la mejor droga que jamás había probado, hecha especialmente para complementarlo y engancharlo y como si por alguna extraña razón, ella fuese totalmente adicta a él.

-¿Me has echado de menos, ojos azules?

-No te imaginas cuanto.-le respondió, aprovechando que él la agarraba con menos fuerza y soltando una de sus manos del agarre.

Acarició su espalda con suavidad, aventurando cada uno de sus músculos y viendo como esos ojos grises se posaban en ella. Sentía su peso sobre ella y pudo jurar que no había sensación en el mundo que le gustase mas. Una suave brisa de aire entró por el balcón, al tiempo que movía levemente el cabello del chico, y le hacía parecer el protagonista de una película.

-Yo a ti también, aunque he estado muy ocupado.

Le besó la frente y fue bajando poco a poco, por su nariz, sus labios, su cuello, en ese punto que sabía que la volvía loca, hasta llegar al centro de sus pechos, donde comenzó a besarlos haciendo que ella se estremeciese a pesar de estar aún completamente vestida.

-No te haces una idea de las ganas que tengo de quitarte esto. Te lo rompería con los dientes.

Verónica intentó controlar la respiración y negó con la cabeza. Era su uniforme, no podía dejar que hiciese eso y salir viva de la bronca de su madre. Vio la sonrisa del chico, que había adivinado sus pensamientos.

-Enfadado, yo doy mas miedo que ella.

Y cualquiera que lo conociese podría haber jurado que era cierto. 

David siguió bajando, dándole dulces besos y recorriendo ese cuerpo como jamás había recorrido ningún otro, con respeto y casi con adoración. Como si aquello fuese el mayor regalo que le había dado el universo. Verónica se lo imaginó enfadado, y sin poder evitarlo, se le antojó aún mas provocativo.

-¿Estás seguro?-preguntó ella, conteniendo la respiración al sentir su presión en la parte baja del estómago.

Él se detuvo en su ombligo, y pensó en la infinidad de canciones que podrían componerse en él, mientras lo besaba y mordía un poco más abajo, en la parte baja de la barriga de la chica, y fue entonces como si una bestia se apoderase de él mientras se bajaba de la cama, y se ponía de rodillas en el suelo, devorándola con la mirada y haciéndola sentir miles de cosas, casi anticipándola a lo que estaba por venir. Como si el fuego surgiese entre ambos como los pétalos de la flores.

-¿Me deseas?

Ella tembló y se mantuvo callada. Luego asintió con la cabeza, como si le diese vergüenza admitirlo.

-Quiero oírlo de tus labios, Verónica.

-Te deseo, David Ferraro.

David se quedó quieto. Aquello lo había dejado sintiéndose desnudo. Nunca ninguna otra mujer lo había llamado por su nombre en una situación como aquella, y eso le había trasmitido una emoción difícil de describir.

-Vas a ser mía, ojos azules.

Atrajo a la chica hacia él, y fue como si de verdad quisiera arrancarle esa falda de colegiala a mordiscos. Le abrió las piernas y la atrajo hacia su boca, volviendo a besarla debajo del ombligo, y con dulzura pero con determinación y fuerza, fue bajando de nuevo, hasta casi llegar a sus ingles. Verónica gimió cuando él le mordió la piel sensible del interior de los muslos.

Ella se dejó llevar, sintiendo descargas eléctricas en cada recoveco de su cuerpo. Tenía a David levantándole la falda con la boca y dejando a la vista unas finas bragas blancas que se le marcaban justo ahí, en su entrepierna, y que hicieron que David sonriese sin que Verónica se diese cuenta. Lo vio besándolas y sintió como casi desfallecía al ver como la miraba mientras le pegaba un suave bocado. Aquellos ojos grises estaban disfrutando de verla así, y ella tan solo quería entregarse a ellos.

-Para...-fue lo único que fue capaz de decir, sintiendo demasiadas emociones para poder continuar.

El corazón le latía con fuerza mientras se dejaba caer en la cama, respirando con cuidado. David volvió a colocarse encima de ella, y volvió a besarla sin dejarle recuperar el aliento.

-¿Estás segura? -le dijo entre besos.

Ella negó con la cabeza.

-No...

-Entonces déjame convencerte.-le sonrió, volviendo a bajar a bajo e intentando bajarle esas bragas que se moría por romper.


Espero que os haya gustado, voy a intentar subiros el próximo capítulo mañana a la noche o el miércoles por la mañana, para que no perdais el hilo de la tensión sexual. El próximo capítulo es un poco mejor que este, así que si quereis podeis releer este y seguir con el siguiente, porque va superligado. Un abrazo enorme y mil gracias por leerme. Sois geniales.

Instagram: itssarahmey


Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora