Cap11

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  — Michael — Toqué la puerta con el puño. — Michael. Hazme caso, por favor. — Murmuró — Vamos, fue una jugada justa.

Entonces, de repente se abrió la puerta. Michael me observó de pies a cabeza negando con la cabeza. — ¿Una partida justa? — Murmuró viéndome desconcertado y enojado. — ¿Crees que esto...? — Señaló a su portafolio con algunas cosas ya guardadas. — ¿... Es una partida justa? Jolene, mira. No creo que entiendas el significado de la palabra "ejercer" ¿Sí? Ya no seré tu psiquiatra. No seré psiquiatra de ninguno de tus compañeros — Puso su maletín en una mesa, poniendo más cosas — Por lo tanto, no tengo nada que hacer aquí — Se pasó la mano por la frente y sacando el aire caminó hacia el librero.

Suspiré y apreté mis puños, — Michael, tuve dos sueños muy raros.

Él rió mientras recogía sus libros, dejando los de Tom aún en el librero caoba. — Soy psiquiatra, no brujo. — Contestó sarcásticamente mientras caminaba hacia su escritorio.

Negué con la cabeza mientras me acercaba a él y le enseñé la herida en mi brazo. — Soñé que estaban en una carretera, estaban ellos, la marcha. Corrí y todo era tan... Tan real. — Él resopló.

— Se le llaman, sueños lúcidos, amor. — Contestó.

— Corrí hacia un cementerio — Proseguí ignorándolo. — Y me herí con una rama. — Le enseñé — Cuando me desmayé, esto no estaba.

— Tal vez te golpeaste y tu mente lo disfrazó en busca de una explicación. — Se encogió de hombros, dándome la espalda.

— ¿Ah sí? ¿Y cómo explicas lo de las cortadas? — Dije. — ¿Ah?

Se encogió de hombros. — ¿Qué eres una mentirosa patológica?

— Tuve otro sueño. — Añadí. — Estaba... Estaba en un hospital y... Era una habitación muy descuidada, al igual que mi imagen. Tenía una bata y... Me estaba cortando. Era un... ¡Un manicomio!

Entonces Michael se puso muy rígido. Su espalda se tensó y alzó la cabeza; ahora tenía su camisa doblada hasta los codos y su corbata desatada. — Elle — Susurró y caminó hacia la salida.

— ¿Elle? ¿Qué tiene que ver tu loca paciente aquí?

— Quédate aquí — Murmuró tomándome de los hombros y me sentó. — ¿Cómo a qué hora te desmayaste?

— Seis y media... No sé. — Preguntó mientras lo veía caminar de nuevo. — ¿Qué haces?

Él respondió mientras salía. — Traer a Elle.

Michael se metió a su auto arrancando y tomando su celular, marcando directamente a la comisaría.

— ¿Encontraste la identidad de la víctima?

— Sí. En efecto, sí. — Michael se quedó en silencio. — ¿Señor? ¿Quiere saber quién es?

— Sí, Sí dime, — Contestó saliéndose de su línea de pensamientos.

— Chase Kähler — Murmuró — Es un joven de dieciséis años, músico, con antecedentes criminales muy graves. Múltiples Asesinato, secuestro y violaciones. Prófugo de la justicia y...

— ¡Sé quién es! — Lo cortó y suspiró. — Lo siento. Estaré ahí en un minuto, primero tengo algo que hacer.

Después de ir a la comisaría, regresó al instituto y caminó hacia su oficina, desato su corbata y tocó la perilla bajándola lentamente.

Tenía miedo. Si la teoría que tenía en mente era cierta, no se podría largar de este pueblo, porque si las cosas estaban jodidas, se iban a poner peor en cuanto él pusiera un pie fuera de esto.

Suspiro dejando ir todo su enojo por Jolene. pues no podía odiarla por algo que ella no tenía la culpa.

Sacudió la cabeza; se prometió a sí mismo que en cuanto cruzara su estudio, Jessica quedaría atrás; era hora de dejarla ir. Si no, no podría ayudar a Jolene como es debido.

Empujó la puerta y entonces la vio sentada detrás de su computadora y miraba la pantalla con los lentes de media luna de Michael. Ella alzó la mirada y una sonrisa pícara se alzó en su rostro.

— Tienes muy buen porno aquí. — Se rió.

Michael atravesó la habitación. — Yo no veo porno. — Susurró. — ¿Dónde está Jolene, Elle?

— Obviamente no necesitas porno — Se rió y luego recargó su barbilla en la palma de su mano. — Tienes tus pacientes. — Michael la miró frunciendo el ceño. — ¿No me vas a pedir que me largue?

— Elle — Suspiró. — ¿Hablemos?

— Claro — Accedió quitándose los lentes.

— ¿Qué hiciste Hoy? — Preguntó sentándose, tratando de parecer casual. Incluso ni siquiera se puso p sus lentes, ni tomó la bitácora. Una charla común y corriente.

— Se directo, corazón. — Suspiró mirando sus uñas. "Bien, esto será más fácil de lo que pensé"

— ¿Qué hiciste hoy a las seis y media?

— Oh, claro. Deja te digo. ¿Qué hora es? — Vio su muñeca a su reloj inexistente y luego lo encaró. — ¡Oh, espera! Se me olvidó hasta como leer el... ¡Maldito reloj!, Michael. El tiempo en mi vida, en mi mundo, ¡no existe! — Gritó. — Michael... Soy un fantasma.

— ¿Qué? — Susurró.  

EUPHORIAWhere stories live. Discover now