Cap9

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— ¿Varados? — Susurré. Mi voz temblaba.

— Jolene.


— Varados. — Tragué saliva. Las lágrimas salieron instintivamente. — No podemos estar malditamente varados. — Susurré desdoblando mis piernas.

— Jolene — Él murmuró, pero no hice caso.

— ¡Malditamente varados! — Grité saliendo del auto y azotando la puerta. Michael salió repitiendo mi nombre. — ¡Varados! — Grité entrando en crisis. — ¡Todo es tu maldita culpa! — Volteé a verlo mientras él seguía diciendo mi nombre.

— Jolene.

— ¿¡Qué?! ¿¡Qué?! ¿¡Qué?! — Volteé a verlo, me di cuenta que estaba roja de la ira. Él me miró y ladeó la cabeza para que mirara en esa dirección.

Entonces me volví; de repente teníamos tal vez a todos los habitantes del pueblo rodeando el coche. Algunos nos miraban desconcertados, otros reían como el señor del puesto no había dejado de hacer.

Vi que Michael bajaba su mano hacia su arma mientras veían como se acercaban a mí y con que intenciones.

— Ayúdeme — Una señora de acercó a mí tocando mi codo. Yo la miré horrorizada. Su cabello caía tapándole media cara. Estaba grasoso, gris y tieso. — Por favor — Entonces, al retirar el cabello, tenía media cara destrozada. En seguida me metí al auto creando la puerta.

Michael ya estaba en el piloto.

— Tenemos que irnos — Susurré. — Tenemos que irnos — Michael no hizo nada. Sólo se quedó ido, quizá planeando algo, quizá ignorándome. — Michael. — Le dije. — ¡Michael!

— ¡Ya cállate, maldita sea, Jolene! — Gritó y yo abrí los ojos como platos. Jamás me había gritado así. ¿Qué pasaba? — Déjame pensar — Susurró. — Déjame... — No terminó la oración y entonces la gente empezó a irse, recreándose a su casa y puestos. Michael los observó.

— ¿Tú crees que...?

— Sal.

— ¿Qué? — Murmuré y él sacó su pistola cargándola. Abrió la guantera frente a mí y en un compartimento secreto que no había descubierto antes, había montones de municiones y balas. — WOW. — Sacó un cinturón de armas y ahora en serio estaba asustada.

Salió del auto y lo seguí. Ahora era de noche y estaba obscuro. Fue a la parte trasera del auto, abrió la cajuela y yo vacilé. — ¿En serio?

— ¿Parezco cómo una persona que bromea? — Murmuró y luego me apuntó con la pistola. Abrí los ojos de par en par. Quitó el seguro y entonces, en un movimiento de sólo un segundo, estaba posicionado detrás de mí. Muy pegado a mi cuerpo.

Tenía el arma en mis manos, que eran acuñadas por las suyas y sus brazos estirados con los míos estaban firmes hacia delante, apuntando hacia a algún sujeto invisible. Habló y su aliento rozó mi oído. — Dispara a todo lo que veas. Que no sea yo, ni tú, por favor. — Entonces me soltó.

Mi brazo cayó con la pistola aún en mi mano. Parecía tan pesada sin su apoyo. Me metí a la cajuela y él hizo lo mismo.

Hubo un largo silencio y entonces, saqué mi cajetilla y encendí un cigarro. Vi la cara de cansancio de Michael. Suspiré y cuando estaba a punto de apagarlo, me lo quitó e inhaló profundamente. Yo lo miré sorprendida mientras exhalaba el humo.

La imagen de Michael fumando era tan rara. Siempre me protegía de eso y ahora estaba frente a frente y había ondeado bandera blanca en su lucha contra el cigarro.

EUPHORIAHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin