Cap7

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Michael estaba en la sala de espera mientras daba un largo suspiro ajustaba su suéter gris por debajo de sus manos. Entonces, mientras veía cómo venía el doctor, quería apresurar su paso, adelantar, fuera bien o mal, quería saber cómo estaba.


Lo miró y bajó la cabeza, entonces con ese simple gesto sabía de qué se trataba.


Jo.

Me desperté completamente confundida ¿Dónde estaba? Segunda vez que alguien me hacía esto. Pero ahora ya no estaba en el consultorio. Me paré de la cama y entonces, los cables conectados a mí me hicieron tranquilizar, estaba en un hospital.

Luego volteé y entonces vi la mano de Michael estrechada con la mía. Él estaba dormido en una silla junto a mi cama, su cara era nostálgica. Tal vez estaba teniendo un mal sueño. Sonreí y miré su reloj. Eran las siete y media. Tenía que llegar a clases. Entonces, como si estuviéramos conectados él despertó, apartándose completamente de mí y desenlazando mi mano con la suya.

—Hola — Le dije y él me observó nada más. — ¿Te quedaste toda la noche?

—Sí. — Murmuró mientras se tallaba la cara y se levantaba. Torcí la boca y lo miré de pies a cabeza.

— ¿En serio? — Sonreí y él me volteó a ver mirándome con su ya típica cara de amargado. — ¿Por qué?

—Porque es mi deber — Contestó cruzándose de brazos y tomando su celular.

—Yo creo que te gusto — Sonreí mordiéndome el labio y él resopló soltando una risa cínica. — Sí. Es eso.

Se rió una vez más mientras veía su celular. — No seas estúpida, Jolene.

Yo fruncí los labios, entonces. Y volví a recostarme en la cama mientras me tapaba con la sedosa sábana color blanco hasta el hombro. Pude sentir su mirada en mí por un segundo, pero entonces, escuché unos pasos y salió por la puerta.


Narradora.

Michael salió por la puerta mientras atendía su celular, tenía mil y un llamadas perdidas de la comisaría. Pero las había ignorado toda la noche.

—Hasta que apareces — Se quejó y Michael volteó los ojos.

—Mira. Di que estoy haciendo este trabajo por ustedes — Disparó y la otra voz ya no dijo nada. — Bien podría yo estar en Los Ángeles en mi casita y mi paraíso en vez de este manicomio y este lugar de locos. Así que más bien en vez de ser un mariquita y quejarte dime. ¿Qué quieres?

—Lo siento, señor. — Murmuró tragándose todo su orgullo. — Tenemos otra víctima.

— ¿Ah sí? — Susurró y tragó saliva. — ¿Quién?

—Bueno... No sabemos quién es...

—Vale, pues investíguelo ¿no? Ese es tu trabajo. — Dijo y la voz al otro lado no contestó. — Vale. Adiós.

Michael se sentó en la banca del hospital mientras apoyaba sus codos en sus rodillas y recargaba su cara en sus manos. Tanta presión, cómo había cambiado su vida de Los Angeles hasta acá, cuántos recuerdos le traía ese pueblito...

—Ey; ¿Por qué tan solito? — Escuchó una voz y él la volteó a ver. La examinó de pies a cabeza cómo si no la pudiera reconocer. — ¿Qué ya no te acuerdas de mí? Te daré una pista: Escritorio — Se sentó junto a él y Michael sentía cada músculo de su cuerpo tensarse. — Deberíamos hacerlo de nuevo ¿no?

— ¿Qué quieres, Elle? — Soltó. Su tonó estaba cansado así que salió mucho más rasposo y frío de lo que quería.

—Oye, ¿pero por qué tan tenso? ¿Quién se murió? — Se burló — No me digas que de nuevo es la chica del vídeo.

La volteé a ver fulminándola con la mirada. — ¿Qué sabes sobre eso?

Se encogió de hombros mientras se cruzaba de piernas. — Yo nada. Sólo que vi el CD y pues, ya sabes... Me atrae lo prohibido — Sonrió mirándolo de pies a cabeza. — Nunca pensé que llegaría a hacerlo con un doctor — Michael miró hacia arriba, harto. Y luego decidió ignorarla. — Vale, pero no te enojes, chiquito. — Se burló. — Te veo muy estresado ¿qué pasa?

Michael sacudió la cabeza sin saber porque estaba hablando con un psicópata que lo seguía a todos lados. — Todo se está tornando tan difícil, tan extraño.

—Bienvenido a Geist Prizak — Murmuró — Ya no estás en Los Ángeles, mi amor. Esto es Alemania y en este pueblo, las cosas siempre son extrañas.

Pero antes de que Michael pudiera contestar, llegó una enfermera, me miró a mí y luego a Elle, la tomó del brazo y gritó. — Jolene ¡¿Qué haces fuera de tu cuarto?!

— ¿A quién le dices Jolene, perra anoréxica? — Dijo zafándose de su agarre. — Mi nombre es Elle, revisa tu lista. — Le gritó y la enfermera checó rodando los ojos. — Lo siento, señor... No quiso molestarlo — Dijo mientras Elle se iba.

—No se preocupe. — Murmuró y Michael se sentó doblando su pierna. Entonces, su celular vibró de nuevo en su bolsillo. Él atendió. — ¿Diga?

—Michael, querido... — Murmuró y él abrió los ojos como platos. — He oído que estás de vuelta en el pueblo — Dijo y él no sabía qué decir. — ¿Te has quedado mudo? — Rió nerviosamente.

— ¿Quién eres?

— ¿Qué ya no me reconoces, tontito? Soy Kaya, tu hermana. ¿Me recuerdas ahora?


Jo.

Estaba en mi cuarto, el desayuno que parecía vómito estaba frente a mí. Lo revolví, no quería comer ahora. Me daba pereza. Sólo necesitaba un cigarrillo. Una enfermera entró y yo sonreí.

— ¿Tienes marihuana? — Le dije y ella me miró extrañada. Luego vio mi pulsera, volteó los ojos y volvió a su trabajo. — Oye. ¿Por cuántos centavos me agrandas el combo? — Sonreí mientras ella me ignoraba. — No, pues está bien. ¿En tus tiempos libres eres mimo, no? — Me reí. Ella seguía sin hacerme caso. — A ver. Seamos amigas; El hombre fue a la luna... ¿Verdad o falso? ¿Virginidad hasta el matrimonio o Kama Sutra en las escuelas? ¿A un hombre se le conquiste por el estómago o por...? — Pero antes de que pudiera terminar, la puerta se abrió y Michael entró. Yo volteé los ojos y seguí jugando con mi comida.

— ¿Estás bien? — Preguntó y yo volteé los ojos sin verlo.

—No.

—Te dieron de alta.

—Que novedad — Murmuré mientras ponía la charola a un lado y me levantaba de la cama. Luego la enfermera salió sin decir ni una palabra.

—Pero necesito que me acompañes a un lado primero, queda de paso.

— ¿Adónde?

—Al pueblo — Contestó checando su celular de nuevo. — Pero cámbiate. Nadie tiene que saber que estabas en un hospital.

— ¿No me digas que crees en leyendas, corazón? — Sonreí — ¿Te da miedo ir al pueblo y... morir en el intento? Más a parte. ¿Qué harás allá? ¿Qué no todos murieron con la contaminación que dejó el campo de concentración?

—Eso está a punto de verse.


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