«Dos chicos se unen con los lazos que sus sueños establecieron, pero, al mismo tiempo, ellos los hacen perderse.
Los ojos de ambos desean encontrarse una vez más y son conscientes de que no sabrán reconocerse».
Walter Quinn se ha topado de cara co...
Una mañana de octubre, cuando el reloj dio exactamente las ocho de la mañana, Walter estaba a punto de despertarse con una gota de sudor escurriéndole por la espalda.
─¡Ah! ─vociferó.
Por puro instinto se sentó en la cama y miró a su alrededor, dándose cuenta de que todo seguía tal cual lo había dejado el día anterior.
Escuchar a su hermana merodeando por el departamento, tarareando canciones; que las cortinas siguieran cerradas, puestas únicamente para impedir que la luz solar entrase por la ventana; que el atrapa sueños estuviera colgando en la punta superior de su cama, porque siempre estaba ahí.
Se levantó de la cama, temblando por el cambio de temperatura desde su cama hacia el exterior. Casi se cayó cuando comenzó a caminar hacia su armario.
─¡Wally! ¿ya despertaste? ─gritó Helena.
Contestarle que sí era lo "óptimo", aunque parecía más dormido que despierto.
─No ─dijo, lo suficientemente alto como para que su voz traspasara las paredes. Oyó a su hermana reír.
Salió de la habitación vestido y se encontró con Helena. Estaba cantando una canción de James Blunt mientras preparaba un surtido de frutas para desayunar.
─¿Te dejo en la universidad? ─preguntó, dejándole una porción de desayuno al frente.
─Como quieras ─contestó, sonriendo. Se comió un trozo de manzana con la mano.
Miró unos momentos el suelo y movió los pies, bailando. Luego escuchó una risa de su hermana y no tardó en darse cuenta de que se reía de él.
─¿Qué?
─Me encanta tu cara mañanera ─aseguró, sonriendo.
─No te rías ─rezongó.
─Tienes cara de que tu vida es una tragedia, hermano. ¿Estás ensayando para Tito Andrónico?
─Sólo tengo sueño ─destacó ─. Deja de reírte.
Su humor -como el de cualquiera- no era el mejor de todos cuando lo despertaban, sobre todo si esto último era a gritos.
─No seas infantil, Walter. ─Le sonrió y le mandó un beso. Wally bufó y se rió.
─¿Ya podemos irnos? ─cuestionó, y luego añadió, alzando las cejas ─: ¿O prefieres seguir discutiendo con tu adorado hermano?
─Es una opción de lo más interesante ─opinó ─, pero vámonos ya.
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─Hola, Wally ─saludó Tiffany, animada.
Sonrió. -Hola.
Se dieron un beso en la mejilla y comenzaron a caminar por la extensión del campus; a los árboles se les estaban cayendo las hojas ─en el suelo había un colchón lleno de hojas desteñidas─. Muchos alumnos iban de un lado a otro, sin prestar atención a cualquier cosa. Algunos llevaban termos de café en las manos, abrigadísimos. Otros lucían despreocupados; el constante cambio de temperatura no los estaba afectando en lo más mínimo.
