Parte 3 - Capítulo 18

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¿Qué fue lo que hice con mi vida? ¿Qué es lo que hice? Siento una inexplicable abominación hacia mí, hacia mi destino y hacia mi pasado. Todo es una simple mierda, todo.

Cuando fui a verla ella estaba ahí recostada en la cama, su cuerpo había cambiado en pocas semanas. Sus ojos tristes apenas habían sonreído al verme, no pude evitar romperme al verla así.

Ella lloró cuando me acerqué. Me tomó de la mano y sentí un frío intenso que recorrió por completo mi cuerpo. Me estremecí, presentí lo peor.

Susurró mi nombre, acarició mi mejilla, y por primera vez en años, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos.

Era la mujer que más quería en el mundo. No me importó quién sea ni lo que me hayan dicho de ella: me amaba; y yo la amaba a ella.

No me importó nada, la abracé para darle mi calor, para hacerla sentir mejor; que yo estaba con ella, que quería quedarme para siempre a su lado.

En ese momento sentí la necesidad de pedirle que me llevara al pasado y me cuidara, me mimara y me enseñara lo hermoso que puede ser la vida.

Pero fue demasiado tarde.

Me susurró las palabras más dolorosas que jamás pude escuchar. Tosió y volvió a decir:—Nanny no tuvo la culpa, ella apenas era una niña, no pudo evitarlo. Hijito, perdóname por todo lo que te hice, por todos estos años de pura mierda y mentiras. Por mi culpa ahora vos estás así. Por favor, deja todo y mejora por mí, ¿lo harías?

—Mamá.—Sollocé en su pecho—mamá, mamá.

—Ustedes fueron mis gemelos, el regalo más hermoso que Dios me pudo haber dado.

—¿Por qué dejaste que lo hiciera? ¿Por qué no luchaste por tenernos devuelta? ¡Ella no tenía derecho! ¡No lo tenía! ¡Es una mierda! Toda mi vida creí que… creí que… no puedo con esto, no.

—Hijito, no llores.—Acarició mi pelo.

—¿Qué es lo que tengo que hacer?—La miré a los ojos.

—Vos sabrás que hacer, corazón. Yo ya hice todo lo que tenía.—Una lágrima recorrió su mejilla y aterrizó en mi mano. Sus labios se habían vuelto blancos, sus mejillas amarillas y sus ojos lentamente comenzaban a cerrarse.

—No… mamá.—Chillé angustiado.

Su mano se siguió moviendo mientras retorcía un mechón de mi cabello.

Eso fue lo último que hizo. No volvió a abrir los ojos.

Desde ese día que salí de aquella casa de mierda, desaparecí de la faz de la tierra. No quería ver a nadie. Ni siquiera recordarlos. No podía volver, me era imposible volver a dar la cara después de todo lo que les hice. Jamás podrían perdonarme.

No los volví a ver hasta hace un tiempo, cuando iba caminando por el pueblo y me los crucé a ambos.

Se veían diferentes, habían crecido unos centímetros de altura. Nanny llevaba puesto un vestido negro a rayas rojas y blancas y Bastian, como siempre, estaba mejor que yo.

Nunca entendí por qué se veía tan bien todo el tiempo, lo envidiaba por eso. Tenían un buen aspecto, al parecer mi desaparición había afectado para bien.

Y eso me dolió.

Cuando los había perseguido en su larga caminata hasta la guarida, me entretuve con los silbidos de Bastian y el tarareo armonioso de mi prima. Por un momento ella dio media vuelta; Nanny nunca fue tonta, sabía muy bien que alguien los estaba observando. Pero lo que no es ella, lo soy yo. Y en eso cuenta con la rapidez. No pudo verme.

Pájaros en el techo (basada en hechos reales)Where stories live. Discover now