Parte 2 - Capítulo 13

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Nanny

Las vacaciones de invierno habían llegado. El frío ahogó a todo el pueblo y casi nadie salía de sus casas, ahora todos los vecinos se quedaban adentro, comiendo bizcochos y facturas con mate o algún café.

Ésta es mi estación casi favorita, porque claro, la mía es el otoño. Amo cuando las hojas de los árboles caen, de todos los colores, para luego renovarse. Y creo que debería aprender de los árboles, porque a veces siento que tengo que dejar caer algunas cosas que me hacen mal, para que crezcan cosas nuevas y buenas en mis ramas.

Porque me merezco una vida mejor.

Después de tanto tiempo por fin le había encontrado significado a mi sueño de los pájaros: aquella mujer que vi cuando entré con las chicas, representa mi miedo; mis temores. La niña asustada que estaba a su lado y que era obligada a estudiar el libro, soy yo en el pasado; la pequeña Nanny herida y destruida, presa del miedo. La mariposa que luego se me posó en mi mano, tan majestuosa y colorida, representa mi felicidad. La sangre que caía del techo era nada más y nada menos que las lágrimas del fracaso, las descargas de tanto dolor y sufrimiento. Por último, aquellos pájaros que eran asesinados en el techo y que despedían sus hermosas y salvajes plumas al caer al suelo, representan mis grandes oportunidades; la vida que me queda por delante.

Eso es lo que me acaba de comentar mi psicóloga.

Ahora lo que no entiendo es, ¿Por qué los pájaros representan mis oportunidades en la vida si estaban muertos? ¿Acaso ya no tengo esperanzas de vida?

Hace un momento le comenté mis otras pesadillas, supongo que en este momento está inventando los significados de cada uno porque la veo leer y escribir constantemente.

¿Qué significado le puede encontrar a miles de tamagotchis que se cruzan en mis sueños? ¿Qué significado puede deducir con aquel sueño del tren que me pasa por encima?

Ninguno, solo son viejas experiencias o deseos del subconsciente. Nada más.

El sábado a la noche, mientras cenábamos la pizza que había preparado mamá, una sombra pasó por el pasillo y Papa Frita salió corriendo a esconderse. Nos dimos cuenta de que algo extraño estaba pasado, porque se escuchó cómo los cuadros de pintura que Laia le había regalado a papá se habían caído al suelo. Bastian fue a ver si alguien había vuelto a entrar, pero no, no había señales de nadie. Era obvio que la normalidad ya no era normal en nuestra casa, y eso me preocupó aún más. Lo peor es, que esa misma noche me descompuse. Sentí cómo el mundo daba vueltas, cómo no sentía mis piernas y cómo mis brazos temblaban. Había perdido la fuerza y después de eso vi todo negro. Cuando desperté al día siguiente mi piel estaba grisácea, por un momento me sentí un cadáver viviente; algo así como un zombi.

—Nanny, ¿Tenés algún otro recuerdo de tu pasado que te esté atormentando últimamente? —La doctora Fernández terminó de escribir y luego bebió un poco de agua fría.

Suspiré y asentí.

—¿A demás de todos los que le conté anteriormente? Por supuesto. Tenía catorce años, el único abuelo que me quedaba había muerto. Mamá y papá no querían que yo y Bastian fuéramos al velorio, decían que éramos muy chicos todavía. Pero yo quise hacerlo, sentí que era importante ver a mi abuelo por última vez. Así que fui fuerte y lo hice. —Vi cómo la doctora Fernández comenzó a anotar en su cuaderno nuevamente, así que continué desahogándome—. Entré a la sala—, los ojos se me llenaron de lágrimas. —Entré sola, sola. Él estaba ahí, adentro… su cuerpo estaba cubierto de sábanas blancas, y a mí alrededor sentí frío y soledad. Quise salir corriendo, quise gritar, tirarme al piso y llorar para siempre. Pero tragué mi dolor y miré hacia un costado, donde dos velas artificiales que iluminaban el rostro de mi abuelo yacían ahí, sobre la pared. De repente sentí que alguien me agarró firmemente por el hombro. Era mi tía Susana.

—¿Qué te dijo?

—Cosas horribles. —Comencé a sollozar de una manera incontrolable. Jamás había hablado de esto con alguien. Ni siquiera con Bastian o mi mejor amigo. —Me dijo que él había muerto por mi culpa, porque estaba deprimido de haber perdido a su nieto Nicolás. Que yo era la causante del dolor de todos, de la separación de la familia. —La doctora Fernández se detuvo y me observó con piedad. Estoy segura de que no debe sentir ni un poco del dolor que estoy sintiendo al recordar todo esto—Por eso la odio a ella, la odio. Tengo un cierto rencor hacia ella, porque si no me hubiera dejado a cargo de todos cuando apenas tenía diez años, hoy Nicolás seguiría vivo. Si ella hubiera sido más responsable y no nos hubiera abandonado, nada de esto estaría pasando. Y siempre me lo dijo, doctora. Ella está convencida de que todo es mi culpa. Por eso me odio, y la odio a ella.

—Nanny, voy a necesitar que vuelvas a la próxima sesión para que sigamos hablando. El tiempo se terminó.

Sequé mis lágrimas con el pañuelo de colores, se lo devolví, me puse de pie, y salí sin saludarla. No puedo creer que me haya dejado así, con las palabras en la boca. Ahora mis lágrimas no dejan de caer y todo es por su culpa. O tal vez la mía por permitirme contarle todo a una persona que lo único que le importa es ganar dinero.

Mis ojos estaban rojos, mis labios secos. Hace mucho no me miraba en el espejo, y por eso ahora me siento mucho peor que antes. Me veo horrible, asquerosa; no tengo color de piel, mis ojeras cada día se hacen más notorias y siento que mi cuerpo arde. Me duele mi interior, me duele el pecho.

¿Qué es lo que me pasa?

Salgo con un intento de sonrisa, pero era bastante obvio que la fingía. Bastian se me acercó con una expresión en su rostro que me transmitía intriga. Algo había encontrado.

—¿Cómo te fue con la doctora? —Me preguntó dulcemente.

—Mal, entré mal y salí peor.

Bastian se me acercó y me abrazó, mis lágrimas comenzaron a caer nuevamente. Por alguna extraña razón mi hermano me hacía mejor que cualquier otra sesión de quinientos cincuenta pesos con un profesional que estudió una carrera universitaria por más de cinco años. Él era mucho mejor que cualquier cosa, y eso me hacía bien.

—Hay una cosa que tengo que comentarte… No es nada bueno, es algo peligroso. —Bastian sacó la caja de madera que habíamos encontrado dentro de la muñeca de Nicolás y la abrió—éstas cosas que ves acá son objetos de un acto de magia negra. Nanny, después de investigarlo por varios días descubrí lo que significaban los dientes de leche, los mechones de pelos y éste pañuelo de color negro. Nanny, es una maldición que estuvo actuando en nuestra casa, ¡Esto es el causante de todo!

Mi corazón se aceleró y el miedo volvió a sentirse a través de una ansiedad incontrolable.

Bastian cerró la caja y luego me dijo: —Alguien cercano quiere hacernos mal. Pero en especial a vos, porque el mechón de pelo es tuyo. Nanny, alguien quiere destruirte.

—¿Y quién más podría ser? La única persona que me odia y me quiere destruir es Lucas, ¿No lo notaste?

—¿Lucas?

—Tiene que ser él, es el único que me estuvo molestando últimamente. No podría ser alguien más.

—¿Estás segura? Yo no creo a Lucas capaz de hacer algo como esto, Nanny.

Mi cuerpo tembló.

—Sí, es él.

—Vayamos a quemarlo todo, la única forma de deshacernos de todos los efectos es convirtiéndolo en cenizas. —Bastian tomó mi mano y ambos caminamos hacia el patio de afuera para terminar con la supuesta maldición.

Bastian agarró alcohol y un fósforo, dejó la pequeña caja de madera sobre las rocas y la dejó arder.

De repente me sentí mal. Mi vista se nubló, me dieron náuseas y caí sobre el pasto seco. Mi hermano se alteró y me levantó rápidamente. Logré estabilizarme después de unos minutos, pero no me sentía para nada bien.

—Hay que avisarles a mamá y a papá. —Comentó aterrado.

Negué con la cabeza, mi lengua no podía articular correctamente las palabras que necesitaba pronunciar.

—Ayúdame.

Fue todo lo que me quedó por decir.

Pájaros en el techo (basada en hechos reales)Where stories live. Discover now