Capítulo 6

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Mientras Justina y Nanny caminaban lentamente hacia sus respectivas casas, la muchacha de rizos castaños se comió las uñas con tan solo pensar en cómo estaría su familia. Su madre, su padre y Bastian ahí adentro, sin nada.

Su compañera rubia interrumpió su preocupación con una pregunta un tanto molesta.

—¿Pudieron verle los rostros a los ladrones?

—No. Entraron cuando dormíamos. Y lo extraño es que nadie sintió ningún ruido, nada. Lo peor es que mi perro Papa Frita nunca ladró porque lo durmieron con una droga.

—Oh… 

Nanny observó la extraña expresión de Justina.

—Suerte que están bien y no pasó nada grave —agregó la rubia.

Nanny suspiró y asintió, con un nudo en la garganta.

—Bueno compañera, hasta acá te acompaño… ésta es mi casa, ¿te acordás? —Nanny levantó lentamente su cabeza y al ver aquella casa precaria de material, asintió.  “La casa de Lucas no había cambiado para nada”, pensó. Justina se aproximó hacia Nanny y la saludó con un beso en la mejilla.— Chau, me alegra haber vuelto a hablar con vos. —Sonrió.

Los labios de Nanny se curvaron al verla entrar por la puerta, pero al notar que su hermano Lucas estaba ahí, se aterró.

Él la observaba de una manera fría e intimidante. La muchacha supuso que estaría enojado por volver a verlas juntas.

“¿Y qué? Él también volvió a hablarse con Omar, que no me joda”, se dijo para sus adentros.

Cuando Nanny había cedido el paso, sacó la llave dentro de su bolsillo derecho y abrió rápidamente la puerta, deseando que las cosas hayan mejorado.

—¡Nanny, al fin volviste! —Bastian cruzó el pasillo con un enorme cuadro listo para ser pintado.

—¿Está la tía Laia? —preguntó esperanzada.

—¿Alguien dijo mi nombre? —La mujer vestida casual y despreocupada caminó deprisa detrás de su sobrino con baldes y tarros de pintura fresca.

Aquel olor a arte hizo que Nanny recordara viejos tiempos, pero de los buenos.

 —Ahora que veo esa pintura recuerdo que anoche tuve los sueños más locos de mi vida y que necesito pintarlos. —Agregó la muchacha, entusiasmada.

—¡Eh! ¡Perfecto, así me gusta! —exclamó su tía.

—¿Mamá y papá? —preguntó nuevamente, caminando hacia la cocina.

—Sus padres están terminando los trámites, Laura me llamó hace unos minutos.

Laia se había ofrecido a compartir sus muebles con la familia De la Vega. Ella pensó que sería una buena técnica para dejar de estar sola las veinticuatro horas al día, ahora que su sobrino Omar volvió con su madre. A los mellizos no les había sorprendido aquella solidaridad, ya que esta virtud la caracterizaba.

Una mujer con los valores de Laia no se encontraba en cualquier lado.

A Nanny le animó estar cerca de su hermano y su tía favorita. Por alguna extraña razón ellos siempre la animaban.

—Pss. —Bastian dejó de poner los vasos sobre la mesa y dio media vuelta para escuchar a su hermana.— Mientras iba para lo de Mar, un pajarito chismoso me contó algo.

—¿Qué yo gusto de Mariana? —Sonrió— Todo el mundo sabe eso, hermanita.

—¿Qué? —Nanny se indignó— ¿Y por qué nunca me lo dijiste?

Pájaros en el techo (basada en hechos reales)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon