Capítulo 3

518 30 2
                                    

—Un frapuccino dulce de leche creme, por favor.

Nanny se aclaró la voz e intentó parecer seria frente al chico de delantal verde que la observó atentamente. Ella pensó que sus ojos verdes eran los más hermosos de todos, y su sonrisa era tan llamativa que por unos segundos se quedó observándolo fijamente.

—Yo quiero un frapuccino mocca. —Dijo Bastian.

—Un café cortado —pidió Omar, refregándose los ojos cansados.

—¿Nombres? —preguntó el chico de Starbucks con los vasos en sus manos.

—Nanny, Bastian y Omar.

Nanny secó sus manos sudorosas sobre sus jeans azules y colocó su flequillo detrás de su oreja derecha. Hoy su cabello estaba lleno de friz y eso la volvía loca. Sin embargo, ni se molestó en cepillárselo después de levantarse. Sus rizos bien marcados disimulaban totalmente su desprolijidad.

Y es porque la desprolijidad le quedaba perfecta. 

Solo que ella no lo sabía.

Cuando sus bebidas estaban listas, caminaron hacia una mesa de cuatro cerca de la salida solo para observar por la ventana la perfecta mañana de un domingo. La mirada de Nanny se perdió en su frapuccino y no se había hecho problema en probarlo antes de sentarse. 

Omar revolvió su café luego de agregarle azúcar y evitó las miradas de sus primos. Él no quiso venir con ellos, solo lo hizo porque Susana lo obligó. Después de lo que pasó ayer a la noche, no podía siquiera hablarles.

Bastian miró los dibujos que estaban detrás de su cuenta repleta de números más que de letras y con una curva en sus labios pensó en dibujarlos en casa. “Starbucks siempre le da su toque único” pensó. En el papel había tres muñecos con narices raras tomando café en una mesa. Uno era parecido a él mismo, con el mismo estilo de cabello, mismo tamaños de ojos y cejas. El de al lado se parecía mucho a su padre, y el otro a nadie que conociera. Bastian bostezó y frotó levemente sus manos heladas a causa del hielo de su bebida. Afuera hacía diez grados y él aún seguía pidiendo bebidas frías. 

Cuando una pareja joven se acercó hacia la mesa de al lado y comienzaron a hablar sobre sus intereses, Bastian se dio cuenta de que nadie hablaba. Todos estaban perdidos en sus mentes. 

—Rico, ¿no? —sorbió su café frío.

—Mi café está muy fuerte —Omar murmuró entre dientes—. Y eso que lo pedí cortado.

“Siempre ve el lado negativo de todo” pensó Bastian, “casi se parece a Nanny cuando está en sus días”.

Nanny no miraba otro lugar que el suelo. Sus ojos no se movían, solo observaban la nada, en lo profundo de sus pensamientos. Lo único que la tranquilizaba en ese momento era el dulce sabor de su frapuccino. No quería hablar, no quería sonreír, no quería mirar a nadie. Solo volar.

Volar.

—¿Nanny, estás ahí? —musitó su hermano, bailando su mano derecha delante de la mirada de aquella.

—¿Qué? —levantó la vista, perdida. —No estoy de humor, ¿Sí? No jodan.

—¿Seguís enojada? —preguntó Omar, tenso.

—No.

—¿Y entonces?

—Nada. No me hablen.

Omar bufó ante las palabras cortantes de su prima. Él sabía que sus primos se estaban portando de maravilla con él hasta que pidió que lo cubAvellanedan en sus dos primeras noches en Buenos Aires. Pero es que él no podía evitarlo, dentro de él había algo que gritaba y lo obligaba a hacer todo esto. Claro, además de estar totalmente consciente de sus acciones. 

Pájaros en el techo (basada en hechos reales)Where stories live. Discover now