Cincuenta.

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Luego de unos largos minutos, llegaron a su destino.

Ninguno de los dos despertaba así que fueron los últimos en bajar y gracias a ellos demoraron el vuelo de los siguientes pasajeros.

—Hey, ¿porque no me despertarte? –le preguntó en son de burla mientras sobaba perezosamente sus ojos.

—Yo-yo-no, uh –agacho su cabezita, apenado por no haber despertado justo cuando el vuelo finalizó–, lo siento, tenía mucho sueñito y-y..

Zayn no pudo contener más. No sabía si reír de ternura y calmarlo, o callarlo con un beso.

—Tranquilo, bebe –dijo riendo mientras se acercaba lentamente a el, agarrando con delicadeza los costados de sus cachetitos–. El mundo se me va cuando te tengo entre mis brazos –murmuró, muy cerquita de sus labios–, no fue culpa tuya, se que tampoco te resistes a mis abrazos de oso –levantó una ceja– ¿o si?

Oculto sus penosos ojos entre sus hombros, riendo como su niño consentido que era.

—Me encantan tus abrazos de osito –musitó bajito, pero Zayn estaba demasiadamente cerca que podía escuchar hasta los fuertes y acelerados latidos de su corazón.

—A mí me encantas tú –hablo entre una sonrisa estupida.

El mayor estaba intimidando quizá demasiado al menor con semejante cercanía y altura, así que finalmente rompieron este diminuto espacio que había entre los dos con un desesperado y muy necesitado beso, agarro su culo con fuerza, amasándolo y atrayéndolo hacia el logrando levantar un poco sus pies del piso, el rubiecito gimió entre sus bocas, aferrándose con fuerza sobre la camisa de los hombros del mayor para no caer en falso.

Había mucha servidumbre, pero para aquellos tortolitos no existían nada más que ellos dos y su loco amor.

—Uhm, señores.. ¡Disculpen! –se acercó un muchacho casi de sus mismas edades que portaba el uniforme del aeropuerto–. ¡Hey! –aplaudió frente a sus caras para hacerlos reaccionar.

Ellos dificultosamente separaron sus labios, con pereza.

El mayor colocó atención muy poco después, algo enfadado por haberle, un muchachito pendejo y caprichoso, separado sus labios de los del menor, quien besaba tan delicioso, en pensar en esto nuevamente, mordió su labio.

El menor escondió su sonrojado rostro entre el brazo y la espalda del mayor.

—¿Esas de allí son sus maletas? –preguntó amablemente, aunque no era fácil lidiar con dos tortolitos.

El morocho sonrío como un niño pequeño, dando la vuelta y buscando a su noviecito para admirar y adorar su preciosa carita tomatuda y poder comérselo a picos.

Toda la gente ya había recogido su maleta como pedían las normas del aeropuerto y se habían ido ya para sus casas. Pero las maletas de ellos dos, seguían allí dando y dando quién sabe más vueltas en ese pequeño simulador, y ellos ni enterados de lo que pasaba alrededor de sus mundos.

Los dos parecían encerrados en su burbuja y en su mundo de diversión donde solo existían ellos dos.

El muchacho suspiro, rodando sus ojos–. Ya vamos a cerrar Inmigración, hasta que lleguen los otros pasajeros del otro vuelo volverá a abrirse, por lo tanto sus maletas fueron escogidas como objetos perdidos así que tienen que dirigirse a (...)

El morocho fingía prestar atención, pero las palabras se fueron volviendo garabatos sin importancia, lo único que le importaba en ese preciso momento era saber que carajos estaba dibujando Niall en su espalda.

A él le gusta que le partan el CULO | ZiallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora