Cuarenta.

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De repente despertó, mucho antes que su bebito lo hiciera. ¿Comenzaba a hacerle falta el fastidioso y fatal sonido despampanante del maldito despertador? Ahora parecía despertarse temprano por su propia cuenta sin problema alguno.

Refunfuñó de mala gana y pasó sus manos por su cara, obligándose a despertar. Todas las persianas estaban hasta abajo así que ningún rastro de luz iluminaba el cuarto.

Se levanto con dificultad sobre sus brazos y salió de la pila de almohadas gigantes y mantitas suavecitas que había echo en el suelo para Niall.

Su cuerpo estaba ligeramente desnudo y su cabello parecía un remolino, recordó que la noche anterior se habían acostado sumamente tarde después de haber contado 100 besitos en la frentesita antes de dormir a su nene.

Se dirigió hacia el baño y lavo un poco su cara, luego sus dientes y prefirió dejar su cabello rebelde y alocado tal cual como estaba, rebusco unos bóxer en una pila de ropa interior sucia que llevaba en el piso semanas y saco unos negros, pensando que estaban limpios porque ¿porque no?

Miro por última vez a su bebito, quien dormía plácidamente sobre las almohadas.

Se dirigió hacia La Cocina y busco rápidamente en la zona de médicamente una caja de cigarrillos, prendió uno y con mucho apetito lo atrapó entre sus labios, aspirando con fuerza de este, sintiendo como el humo quemaba su garganta y sus pulmones, una sensación tan satisfactoria y tranquilizante. Aspiró nuevamente, conteniendo de este preciado humo unos cuantos segundos y nuevamente exhalo, creando una inmensa nube de humo oscuro frente a su rostro. Todos sus nervios y ansias mañaneras se habían colmado.

Busco una cajita de waffles congelados y mientras leía las instrucciones de preparación, con torpeza iba haciendo pasó por pasó. Agregó sirup como toque final, unas cuantas rebanadas de fruta y mucha vitamina C en un jugo de naranja para la gripa de su bebito, se armó con unas cuantas pastillas para la gripe y llevo el desayuno hacia la habitación, claro, sin alejar un solo segundo el tabaco de su boca.

Deposito la bandeja que contenía el desayuno encima de su cuerpecito, dormía como un bebito, si se podía decir, como un feto, pero un feto precioso, pensó el moro. Apoyo el peso de su cuerpo sobre sus manos y se inclinó un poco hacia adelante, alejando unos cuantos mechonsitos dorados que caían sobre su frentesilla antes de besar con delicadeza sobre esta, sin embargo así, su niño no despertaba. Bajo sus labios hacia la punta de su naricita, besando con mucha suavidad, pero tampoco reaccionaba. Oh, vamos. Cerró sus ojos y bajo hasta sus labiecitos, primero depositando cortitos besitos, luego tentandose y optando por presionar suavemente sobre estos para así abrirlos y chupar de estos, aunque era un tanto difícil ya que su bebito no reaccionaba. De repente poco a poco empezó a abrir su ojitos, gimiendo y quejándose por haber sido despertado, Zayn lo noto y profundizó más el beso, quería sentirlo una vez ya estaba despierto. El ritmo de sus labios era fan suave, lento y profundo, Niall llevo su manito atrapando el cuello del mayor, introduciendo su lenguita con timidez entre la boca de su novio, que buen sabor mañanero poseía el morocho.

—Sabe delicioso el tabaco si está en tu boca –dijo, cortando el beso. De verdad estaba muy tentado.

Zayn se alejo con brusquedad, quedando inmóvil unos segundos, recapacitando y recordando lo estupido y bruto que había sido al recordar que tenía sabor de porro en su boca. Se maldijo con fuerza.

—Mierda, vamos a lavarte la boca –ordenó, sintiéndose muy estupido. ¿Como no se acordaba? Niall se había salido con la suya y parecía estarlo gozando al ver cómo se retorcía entre las almohadas con una risita tierna y victoriosa.

Zayn negaba como un bobo enamorado, tratando de no sonreír con ternura y ayudando a levantar a su bebito, quien se hacía el pesado para no ser levantado pero eso imposible, imposible su cuerpo todo ser pesado para los gruesos brazos del moro, una vez ya tenía su cuerpecito cargado sobre su hombro, el menor fingía disgusto haciendo pataletas, Zayn río con diversión, contagiándose de su alegría y quizo jugar un poco con el. Sus pataditas eran demasiado suaves al igual que sus puñitos, pero fingió haberle dolido un rodillazo que su bebito le había pegado en el sector de todas las costillas, hundiendo un profundo gemido de dolor y cayendo sobre la pila de almohadas, derrotado.

A él le gusta que le partan el CULO | ZiallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora