Treinta y dos.

1.2K 95 7
                                    

Su paso fuerte, dominante y con determinación. Se acercó rápidamente donde estaba ese gilipollas, agarrándolo del camisón por su espalda, se veía un poco más débil que su cuerpo, definitivamente amaría ver cómo destrozaba cada puto frágil hueso de maricon que tenía.

Por encima de su hombro, dirigió rápidamente una mirada de amenaza, fulminando a su bebito, sabía muy bien que debió alejarse de él, como se lo había prometido. No quería buscarse problemas, pero lastimosamente su linda inocencia lo envolvieron en uno gravisimo.

El moro no tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió un codazo golpear el costado de su abdomen, encogiéndose, por poco y sin exagerar quiebra su costilla.

Y es que Tomlinson también era uno de los de Malik, y el no se quedaba para nada atrás con la fuerza.

Estalló un puñetazo contra su oreja, reventando internamente el tímpano del castaño, haciendo que este comenzará a sangrar gotas, y luego como una llave abierta.

Lo tomo de la nuca, hundiendo sus dedos con tanta fuerza, haciendo que traqueara algo de por allá muy adentro, y giró su cuerpo, haciendo que lo mirase. Hecho esto, Tomlinson escupió en su cara.

Oh, pero jugó con el equivocado, pensó Zayn. Nada que el no pudiera soportar o estuviese acostumbrado.

Saco de su bolsillo trasero a su mejor amiga, que tanto tiempo ya no utilizaba, porque al meterse con su nene se había alejado de todas aquellas peleas callejeras y apuestas ridículas.

—¡Zayn!! –gritó niall, espantado, llevando sus dos manos a sus ojitos. Oh, definitivamente no quería ver eso.

Mierda.

Se había pasado ya de la raya. Miro a su alrededor, todos los alumnos al expectante de la pelea que parecía callejera, pero eso era lo que menos valía, miro a su bebito, horrorizado. Se había comportado como un ogro, el rubiecito creyó que él no le hacía daño a nadie, joder, ahora perdería su confianza y no le hablaría nunca mas, lo espantaría para siempre.

Soltó al castaño, con fuerza, su respiración estaba agotada y sus manos temblaban de adrenalina. El oji claro llevo una mano a su garganta, carraspeando de esta, solía pasar saliva, nada mal, pensó Louis.

—Tanto tiempo, Malik –dijo, fulminándolo con la mirada–. Ya tenía ganas de partirte el ojete.

Pero sus palabras entraban y salían por sus oídos, su mirada estaba fija y sus sentidos estaban solamente concentrados en el menor, quien parecía una estatua, sin poder hacer nada para detenerlos, ni siquiera recordaba si podía hablar o mucho menos si tenía voz.

—No sabes quién se aprovechará tanto de tu noviecito, encerrado en estas cuatro paredes –se refirió al instituto– conmigo, siempre a mi disposición, Malik –río–. Ríndete, cabron.

Esta bien, quizá el moro era un poco, o muchísimo más fuerte que el, y le podía ganar en todos los aspectos, pero el tenía algo más valioso, tenía en sus manos su punto débil, su noviecito, que asistiría con el todos los días al instituto y con el poder manipular al pobre pendejo de Malik, dañándolo y destrozándolo lentamente, hacerle pagar todas sus deudas hasta matarlo sin tocarle un solo pelo, como el había hecho con su hermano.

Aquella palabras tocaron lo más profundo de su alma, oh no, con su niño nadie se metería. Hizo hervir en un dos por tres nuevamente su sangre, su corazón bombeaba con tanta fuerza y necesitaba estallar toda su adrenalina aniquilando al maldito hijo de puta de Tomlinson. En un momento desprevenido, lanzó su puño golpeteando su pómulo izquierdo, reventando de este y haciendo que pequeños gotas rojas y espesas brotaran por sus poros. Louis cayó sobre sus rodillas al suelo, gritando del dolor. Zayn entró unos segundos en shock, ¿que le pasaba? ¿desde cuando tenia corazón y se arrepentía de sus actos? Luego recordó las palabras del asqueroso bastardo, y oh, nadie hablaba así de su bebé. En cierto modo le encantaba ver cómo sufría y se retorcía del dolor, arrodillado ante sus pies, era un sentimiento tan satisfactorio.

Al reaccionar, que al parecer había sido demasiado tarde, los chillidos y el llanto de su rubiecito lo sacaron de quicio.

—¡Ayuda! –chillaba– ¡Basta, basta! –gritaba con desesperación– ¡Duele!

Su corazón dio un vuelco. Corrió tan rápido que en menos de tres zancadas ya estaba encima de ellos, repartiéndoles patadas y puños sin medir su fuerza, ni orden, ni medida, ni siquiera le importaba en donde caían, pero sus nudillos parecían ya una piedra de tantas experiencias pasadas, así que no había problema, ni se inmutaba del dolor, solo veía como sus manos se manchaban de sangre y más sangre.

De repente todo el instituto, que hacía barra, se callo. Haciendo que Malik se detuviera, cansado, sumamente agitado, observando todo el desastre y reguero de muchachos por el piso, quejándose del dolor.

—Tomlinson, Horan !A mi oficina¡ —gritó una voz femenina, autoritaria.

Su mirada lentamente se alzó, no le importaba la vieja esa, simplemente sintió los pequeños sollozos de un angelito tirado en el suelo, abrazando sus rodillitas, temblando del miedo y ocultando sus ojitos entre sus piernas. Eso también lo había provocado el. Carajo. Su niño, su vida, su mundo entero, aquel niño tan Inocente y dulce, había visto quizá una de las película más horrorizantes y sangrientas en su vida, y siendo su novio, el protagonista, el que en el tanto confiaba y amaba, le estaba mostrando un papel de el que el nunca llegó a imaginarse.

Se acercó sigilosamente a el, tratando de no asustarlo aún más y vio que apretaba con fuerzita su pierna. No sabía qué hacer, se sentía tan culpable de todo, el había causado semejante alboroto, no le importaban los demás lloriqueando y quejándose, solo con el llanto de su bebé era justo y mucho para sentirse el peor ser humano de la vida. Tocó con tanta delicadeza su piernita, sin embargo, su mano no dejaba de temblar.

Niall ahogo un gemido de dolor.

—Oh, lo siento, lo siento –dijo apenado, alejando su mano.

Su corazón se quebró aún más, al ver como alejaba su piernita de el–. Bonito, mírame porfavor –pidió, con tanta necesidad, y es que en realidad lo necesitaba para poder calmarse y sentirse entre comillas bien–. No te haré daño, oh –agacho su cabeza, rendido contra el, estaba sufriendo demasiado, incluso más que todos los golpes que recibió y Niall ni siquiera lo había tocado.

Sabía que cualquier palabra que dijera sería en vano, o necesitaba hablar, mucho menos pedir perdón, se lo había demostrado con actos, y se sentía el ogro más grande del mundo.

—No, por favor –suplicó, en un ahogado suspiro–, no me hagas sentir así por favor –le rogaba, arrepentido y sobre sus rodillas a aquel niño más precioso e inocente, que ni siquiera había hecho nada en esa pelea, rogándole por perdón–, sé que no merezco ni una sola palabra tuya, ni siquiera una mirada, lo siento tanto, amor.

—Horan –llamo la directora, esta vez encima de ellos. Oh, mierda.

A él le gusta que le partan el CULO | ZiallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora