Capítulo 24

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 Unos kilómetros más lejos, una chica acariciaba el pelo de su hermano pequeño, Víctor, en su propia cama. El niño había entrado en su habitación asustándola y riñendole por llegar tan tarde. Verónica tan sólo le sonrió y le dejó meterse en la cama con ella, como si así nada ni nadie pudiese hacerle daño. Ni la bronca que estaba segura de que recibiría al día siguiente, aunque gracias a los cielos, sabía que aquello no iba a ser impedimento para dejarla ir al concierto con la excusa de hacer un trabajo importante en casa de Paloma. Y algo le decía que David iba a estar allí. Y aquel mero pensamiento le hacía querer adelantar las horas solo para volver a estar con el. Porque sentía que no lo necesitaba, que ella estaba completa tal y como estaba, pero también sentía que era parte de ella y ella de él, como si se complementasen de una forma única y maravillosa. Una unión irrompible a través del tiempo y de la distancia. No sabía donde estaba David, pero tenía algo muy claro. Si David no iba al botellódromo de fuera del concierto una vez que ese acabase, ella lo buscaría. No sabía donde, ni cómo, pero esa noche iba a volver a verlo costase lo que costase.

David aún se tambaleaba al intentar colocarse de pie, como si las dosis de morfina no le bastasen para evitar el dolor que sentía a cada movimiento. La paliza había sido brutal, pero él podía soportar aquello y mucho mas a cambio de haber pasado unos segundos con Verónica. Algo en el pecho le escoció aún más que las heridas, no quería volver a verla, a pesar de desear con todas sus ganas y toda su rabia volver a ver aquellos ojos azules. Dejó que Cat le ayudase a sentarse de nuevo, y luego a tumbarse en su cama. La chica siempre cuidaba de él en casos como aquel.

-Se ha pasado.-dijo ella, triste.

-No importa.-contestó él con un gesto de dolor al dejarse caer en la almohada.

Cat se quedó mirando su espalda, algo alejada de él. Aún había heridas que le sangraban.

-¿Puedo preguntarte algo?

David se habría girado hacia ella de no ser porque tenia una costilla rota. O tal vez dos. El hombre que lo había examinado después de la paliza simplemente se limitó a ponerle aquella dichosa inyección.

-Suéltalo.-respondió, algo divertido porque a pesar de sus circunstancias Cat nunca había perdido su educación con él, a pesar de fingir ser una inculta con todos los demás hombres de allí.

-Tu nunca abandonas tu puesto Cobra. Nunca cometes errores. Nunca haces nada mal a ojos del jefe. ¿Que ha pasado?

Él cerró los ojos.

-No lo sé.-dijo.

No sabía como había pasado. Tampoco estaba seguro de qué. Como cuando entró en aquel instituto iba a hacer que su vida cambiase para siempre. Como cuando vio a aquella chica despistada saludar a sus amigas, antes de tirar el cigarro al suelo y de dar la señal a los otros dos jóvenes para que entrasen en el colegio. Hasta entonces se le quedó mirando. Como si se hubiese quedado anonadado simplemente al verla. Como si supiese que era ella. La frase de Jeremie volvió a su mente.

-Cuando la tengas delante, lo sabrás.

Sonrió sin poder evitarlo. Cat estaba detrás de él, sin aceptar esa respuesta.

-Sabes que a mi puedes contármelo.

-Lo sé gatita.

Pero por nada del mundo pondría en peligro a Verónica, aunque eso fuese capaz de hacer que la chica que tenía delante comenzase a investigarlo cuando no tuviese que hacer su trabajo.

-He de ir a ver a Don Giovin esta noche.-le confesó él, cambiándole de tema.

Ella se asustó.

-No puedes ir a verlo en este estado.

-Es lo que he de hacer. El jefe me ha dado instrucciones exactas sobre ello.

David se colocó bocarriba en la cama y miró el techo del que colgaban telarañas. Aquello era de todo menos un lugar habitable. Cat se quedó asimilando que el chico iba a estar en peligro de muerte mientras estuviese con Don Giovín. 

-¿Con lo lista que eres no te resultó raro que no me hubiesen tocado la cara?

Cat lo observó, y se fijó por primera vez en que no había ni un sólo moratón en su rostro, en cambio su torso desnudo habría acabado mucho peor de lo que estaba de no estar musculado.

-Llegaste con tan mal aspecto que ni tan siquiera me fije. Tenías sangre por todo el cuerpo.

David se miró los dedos. No podía cerrarlos y estaba seguro de que tenía algún hueso fuera de su sitio cuando llegó a manos de Cat. Ella se había encargado de recolocárselos, pero aún así era incapaz de cerrar el puño.

-Algún día te sacaré de aquí.

Aquellas palabras hicieron que a la chica se le dibujase una sonrisa. Se acercó a él y se tumbo con cuidado en la cama, a su lado pero respetando la distancia que aquel chico había marcado con ella. Aquella distancia que ella se moría por romper, pero no quería perder al único amigo que tenía en un lugar como ese. A pesar de que David hubiese sido quien la metió allí, ella no lo odiaba. Nadie que lo conociese podría odiarlo. No alguien que valiese la pena. Aún recordaba como se puso cuando la chica pelirroja cortó con él. Alguien que siente así no merecía que ella lo odiase. Y la forma en la que la había tratado todo el tiempo, pagándole horas en las que no tenía que hacer nada salvo estar con él, algo que le encantaba...a pesar de que él no la tocase ni se le pasase por la cabeza hacerlo. Él era tan víctima como ella en aquel lugar, y ella era la única que conocía su escalofriante historia. Muchas veces, mientras hacía servicio a otros hombres, se habría preguntado si ella estaría aún viva si hubiese tenido la vida de Cobra.

Volvió a mirar su espalda, y simplemente la acarició como si estuviese sólo quitándole un poco de sangre de una de sus heridas. No quería romper la distancia, se sentía demasiado sucia y demasiado utilizada como si fuese un objeto como para querer romper el único vínculo sano que tenía en aquel lugar, aunque fuese con alguien como David.

-¿A qué hora has de ver a Don Giovin?

-He de estar allí esta noche a las nueve.-dijo aún con su mirada en el techo, viendo como una araña se comía a un mosquito que había acabado en su tela.

Espero que os haya gustado. Un beso!!!

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Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Where stories live. Discover now