Capitulo 26

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Narra Ana.

Oscuridad, nuevamente todo estaba oscuro. Parecía que estaba en la nada, no podía ver ni una luz cerca. Silencio, no podía ni gritar, mi voz no salía de mi garganta. Comenzaba a desesperarme, esto era horrible, quiero ver a mi familia, abrazarla, quiero a Manu, ¿Dónde está?

De a poco comencé a escuchar algo, eran voces. Me alegré, el silencio comenzaba a aterrarme, necesitaba abrazar a mi mamá, quería ver a Denisse, quería salir de esta oscuridad, maldita sea.

-¿Absolutamente nada? -escuche de una voz que no reconocí, ¿mamá?

-Nada, algo más está pasando aquí. -le contestó ahora un hombre, ¿abuelo? ¿Papá?

-¡Tú me dijiste que todo está bien! -elevó su voz mi madre- ¡Hiciste el ultimo diagnóstico y la diste de alta! ¡Arréglalo! -gritó con furia y después escuche que azotaron una puerta.

-¿Qué está pasando con tu cuerpo Ana? -murmuro muy bajo- Se fuerte princesa.

Sentí un beso en mi frente y nadie, ya no escuchaba nada. Comencé a ver una luz, se hacía más y más brillante, en vez de ser todo negro, era blanca, tan blanco que cegaba, tan blanco que impresionada y te dejaba con la boca abierta. Me podía ver, finalmente. Blanco, no había otra cosa más. Mi ropa era blanca, un vestido blanco y mi piel era más pálida.

Me sentí perdida, ¿dónde estaba? ¿Por qué todo es tan blanco? No, no. ¿Estoy muriendo? ¿Esto es a lo que llaman ir hacia la luz? ¡No quiero morir! ¡No quiero dejar a mi familia! ¡No quiero dejarlos a ellos! ¡No a él!

Gritaba en mi mente, pero de mi boca no salía ni un solo ruido. Sin darme cuenta comenzaba a cercarme más, lo único que se me vino a la mente fue tirarme en el suelo, solo así mis pies dejarían de caminar, no quiero irme, no ahora. No he vivido nada...

Narrador omnisciente.

En el momento que la nieta del Director de la clínica ingreso, todo comenzó a ser un descontrol. Después de que se hubieran llevado a la chica y comenzarán a revisarla, se escucharon unos gritos y el segundo de sus nietos había caído.

A Manu lo llevaron a revisión, podría ser solamente un desmayo por deshidratación o cansancio y efectivamente fue eso, pero tenía que reposar y descansar, afortunadamente no era algo grave, tenía alcohol en su sistema, un lavado de estomago, suero y descanso era lo que necesitaba.

Las horas pasaban en aquel blanco lugar con los a desinfectante, nuevamente habían ocupado la habitación de la última vez para Ana, la chica se encontraba débil. Verla ahí era un dolor en el corazón para cada uno de sus familiares.

En la habitación, donde estaba Ana, se encontraban la madre y el abuelo de la chica. La primero no podía dejar de soltar pequeños sollozos mientras veía a su pequeña en aquel estado. Todavía no sabían que tenía, necesitaban que despertara, porque ahí es donde todo comenzaría para ella.

-¿Qué es eso? -le preguntó la señora a su padre, señalando un mechón plateado en la cabellera de su hija.

-No sé. -contestó con la mirada triste.

-¿Absolutamente nada?

-Nada, algo más está pasando aquí. -tomo la mano de su nieta y la apretó, tan fría.

-Tú me dijiste que todo está bien! -elevó su voz- ¡Hiciste el ultimo diagnóstico y la diste de alta! ¡Arréglalo! -gritó con la voz quebrada y temblando.

Salió de aquella habitación dando un portazo y soltando cada lágrima, su pequeña. Vio por el cristal que las separaba. Con un tubo pasando por sus pulmones, no podía respirar por sí sola, bolsas de sangre y suero conectadas a sus venas. Su piel, aquella que es como porcelana comenzaba a verse tal cual a un papel.

¿Primos? (Manu Ríos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora