Capítulo 19 {Negro Día}

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Sin poder evitarlo, los primeros vestigios de la mañana lo alcanzaron, y la pesadez invadió su cuerpo.

—Buenos días, guapo —le ronroneó Soni mientras se acomodaba como una gatita insolente sobre su torso desnudo, tratando de encontrar un lugar en su cuerpo —y en su vida— que ya no existía. Leo se tensó y sus manos se convirtieron en puños.

—Soni, tenemos que hablar.

—No tenemos que hacerlo en este instante. Tengo una mejor idea de lo que podemos hacer —sugirió ella, mordisqueándole la oreja a Leo y salpicándolo con besos.

Sin darle tiempo a reaccionar, Soni, empleando una ágil maniobra que Leo no le conocía, se colocó sobre él. Se deshizo de su camisola dejando sus pechos al descubierto, dispuestos para él como un buffet del que estaba hastiado.

Leo la tomó por las muñecas con más fuerza de la necesaria, y con un decidido movimiento la volcó sobre su espalda. Soni le sonrió y luego le ronroneó. Él no pudo corresponderle. ¿Cómo podría hacerlo?

—Hazme el amor, Leo—trató ella de ordenarle en un suplicio. Pero lo que Leo vio en sus ojos fue un acto de desesperación que lo enfureció sin saber por qué. Odiaba tener sexo por lástima.

—No. —Leo la soltó, levantándose apresuradamente de la cama. Tomó una playera limpia de su closet—. Vístete. Te espero en la cocina para hablar —le arrojó antes de salir de la habitación y trató de controlarse.

Echó a andar la cafetera, más por distracción que por el deseo de una taza de café. Cinco minutos después apareció Soni vestida con una de sus camisas favoritas con toda la intención de distraerlo. Solo logró fastidiarlo. Se sentó en uno de los bancos altos, colocando los codos sobre la barra y una sonrisa retadora en su rostro. A pesar de todo, Soni era una buena mujer y en papel, era la mujer perfecta para él. Pero si era sincero con sí mismo, ella lo había aguantado más de la cuenta. Más de lo que pudo haberse imaginado.

La tensión y el silencio inundaban la cocina. Leo no sabía cómo empezar hasta que Soni le facilitó la tarea.

—Hay alguien más, ¿verdad? —Más que una pregunta era la constatación de una verdad innegable. Ella lo sabía. En su tono había una balanceada mezcla de contrariedad y resignación que confundió a Leo.

«¿Cómo lo sabe?», se preguntó afligido. ¿Leo había sido demasiado cínico o ella demasiado perceptiva? Negarlo sería lo peor que podía decir en este momento y sólo complicaría la situación. Pero admitirlo significaba lastimarla. Leo relajó los hombros en un intento por calmarse. No podría tener este conversación si no estaba tranquilo.

—Sí.

—¿Estuviste con ella anoche?

—Sí, pero...

—Tú me lo prometiste, Leo —le recordó Soni con lágrimas en los ojos que trataba de contener.

—Lo sé. Por eso necesito hablar contigo.

—Es un poco tarde ¿no crees? Tú me lo prometiste, yo confié en ti... —agregó Soni en un suspiro que hizo sentir a Leo como una basura—. Dijiste que jamás me lastimarías.

—Créeme que es lo último que querría hacerte.

—Sin embargo, lo hiciste. No te detuviste. No pensaste en mí. En nosotros.

—No lo planee, sólo sucedió.

—¿Cómo esperas que te crea? Leo, el hombre que planea cada minuto de su día resultó ser capaz de dar un paso sin un plan.

—Esperaría que me creyeras. Siempre te he dicho la verdad.

Soni frunció el ceño y agudizó su mirada. Un gesto que conocía muy bien. Estaba analizando la situación. A él. Observó cómo inhaló visiblemente y se quitó las lágrimas de sus ojos.

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now