Voy al baño y me doy una corta ducha. Salgo y me visto. En lo que respecta a zapatos, me coloco unas botas de un tono gris con tacón. Me recojo el cabello en un moño alto y trato que ningún cabello se salga.

Listo, parezco decente y no una señorita que odia peinarse.

Me dirijo a la puerta y salgo a la sala.

Guau, te ves hermosa —Me guiña un ojo y se levanta, camina hacía mí y me observa de arriba a bajo—. Dentro de dos meses llegan a la ciudad los zombis, ¿vas a participar?

Con los zombis, se refiere a una carrera anual, donde el competidor tiene que correr para que los que están disfrazados de zombis no les arranquen unas cintas rojas que representan las vidas. Son 20k, con obstáculos y muchas veces en lugares especialmente escogidos: bosques, parques, lugares abandonados y carreteras.

Suelo participar en carreras; me gusta correr, siempre y cuando sea con obstáculos, sin ellos me da la real pereza siquiera mover el dedito gordo del pie.

—Oh, claro, claro —digo moviendo la mano distraídamente, ya que, trato de busca la gabardina de tono gris de mi madre.

—Lo tengo yo. No la ves en mis manos, Pájara ciega —ruedo los ojos y se la quito y me la coloco, el frío exterior debe ser horrible.

Jalo su mano y salimos a la calle. Sí, hace mucho frío. Me encojo un poco, pero mi amigo pasa su brazo sobre mis hombros y me atrae a él. Caminamos hasta la parada de buses, para esperar un taxi.

(...)

Entrelazo mi brazo con el de Tomy y, sostengo en mi otra mano la gabardina doblada de mi madre.

El lugar es pequeño. Con paredes blancas inmaculadas, los techos tienen diminutos detalles dorados que no puedo distinguir que forma tienen.

Hay pocas pinturas, la mayoría son abstractas y de personas desnudas, imágenes demasiado eróticas y reales para mi gusto, pero aun así debo admitir que son fantásticas. Lo que más llena el elegante salón son unas hermosas esculturas, grandes y pequeñas, de amantes, otras de mujeres u hombres, niños, animales, incluso esculturas que no le encuentro ni la menor forma, pero sin duda esas son las más hermosas.

—¿Quién es el artista? —pregunto en un susurro, que se mezcla con la suave melodía de violonchelo que suena.

—Es un anónimo, nadie conoce su verdadero nombre, ni cara ni vida. Solo su seudónimo... Aunque, sabes, tú lo conoces... —musita con una sonrisa de esas que dicen que él sabe de algo que yo no.

—¿Cuál es su seudónimo? —Tomás detiene nuestro paso.

Lucas Noruese —dicen a mis espaldas.

Siento como el ambiente baja unos grados, dejándome congelada, inmóvil; ni siquiera respiro y siento que todo mi sistema se ha detenido también, comenzando por mi corazón y terminando en mis neuronas.

—Señor Noruese o... Monserrate... Ya está lista mi parte —declara Tomás, besa mi mejilla y desaparece de mi vista.

Oh, Tomás, que hermoso te vas a ver después que te caiga a patadas en tu lindo y bronceado rostro.

—Señorita Bianca... —llama en un leve murmullo.

Convénceme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora