Capítulo 2

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A las dos semanas de espiar a la ojiverde desde aquella mesa que daba a la calle en el café, esta dejó de aparecer.

Camila salía todos los días más temprano de lo normal del edificio de empresas Cabello, solo con la intención de poder ir al café y observar a la muchacha. Todos los días sin falta la vio llegar e instalarse en la misma banca a la misma hora. La chica era bastante puntual y Camila ya se había acostumbrado a observarla.

La pelinegra se pasaba toda la tarde observando a las personas que iban y venían por la avenida, garabateando cosas de vez en cuando en su block. A veces se quedaba hasta tarde, quizás una hora más de lo normal y al igual que el primer día, la chica no se iba hasta que la mujer rubia y robusta la iba a buscar. A veces se preguntaba qué pasaría si la mujer nunca fuera por ella. Quizás se quedaría a dormir en esa banca por lo mucho que demostraba amar estar ahí.

Camila en cierto modo se había acostumbrado a repetir la rutina de salir más temprano, dirigirse al café, sentarse donde mismo y pedir un par de bebidas mientras observaba a la chica. Se había vuelto en algo tan natural, y mirar a la muchacha le daba una especie de tranquilidad que ella no se podía explicar.

Era extraño.

Es por eso que un día miércoles, cuando ya llevaba más de dos semanas repitiendo su rutina, se sintió bastante desconcertada cuando no apareció en ningún momento de la tarde. Camila se sorprendió por lo mucho que esto le afectó. Estaba tan acostumbrada a la rutina que se había impuesto que no supo como reaccionar cuando la pelinegra no apareció más. No hubo más apreciación, no hubo más ojos verdes, no hubo más cejas fruncidas en concentración mientras dibujaba, no hubo más lazos desatados, no hubo más pelinegra.

Por supuesto nadie sabía de su nueva rutina y -si es que así se le puede llamar- obsesión con la chica. Según ella no era necesario decirle a alguien. Después de todo ella seguía con su vida común y corriente. Iba a clases por la mañana, luego a la oficina con su padre y después de espiar a la chica, se iba donde Dinah o salía con su novio Mica. Todo era normal según las personas exteriores, la única que sabía del cambio era ella.

Ahora no sabía qué hacer. Durante el próximo par de días, la chica no dio señales de vida y Camila se sentía por los suelos. Nunca pensó que le afectaría tanto, y lamentablemente, no era la única que notó su cambio de humor.

"Camila... Camila... ¡Camila!" El grito la sacó de su ensoñación.

"¿Estás conmigo o no? Llevo hablándote desde hace más de 5 minutos. ¿Que ocurre?" Era su padre desde detrás de su escritorio. Era viernes, el tercer día desde la desaparición de la chica y parecía que cada día le afectaba más y más. Tenía un deseo inexplicable por saber que había sido de ella y no paraba de contar los minutos hasta que fuera la hora de ir a la cafetería y esperar por ella. Esperaba que hoy fuera su día de suerte.

"Nada. Lo siento mucho. Estaba pensando en... cosas" se excusó patéticamente ganándose una mirada de confusión por parte de su padre, el cual llevaba platicándole acerca de las acciones de la empresa por un largo rato. Estaban teniendo una ligera pérdida de dinero y ambos discutían sobre las posibles causas de esto. Pero Camila estaba con la mente en otros lugares, específicamente en la banca donde cierta pelinegra pasaba el rato.

"Pues te necesito con la mente aquí. Esto es serio y necesito tu ayuda. Además así aprenderás a lidiar con cosas inesperadas como esta para cuando tú estés a cargo" le semi reprochó su padre, el cual nunca era hostil con ella, solo le decía cosas como esa para que no se desenfocara del objetivo. Camila agitó su cabeza y se despertó. Su padre tenía razón. Era importante que aprendiera estas cosas. Todo esto le serviría para cuando en unos años, ella tomara el control de la empresa.

Perfect disaster - Camren Donde viven las historias. Descúbrelo ahora