Cuando la tengas delante lo sabrás.

Aquello fue lo último que ese chico le dijo antes de dejar de pelearse, ambos en el suelo y agotados. Dejaron la pelea en tablas hasta que se volviesen a ver, pero no hubo una segunda vez. Nadie podía dejar el grupo una vez que se entraba, y aquello no le había sentado bien a su jefe. Tras amenazarlo, acabaron haciendo daño a Yolanda. Lo mirase por donde lo mirase, no era buena idea que Verónica se viese involucrada en nada de eso, y tampoco lo era que él quisiese cambiar. Aquella idea iba a hacer mucho daño si lograba salir de sus labios. Su mundo no era para ella, se repetía una y otra vez, aunque cada vez que la mirase fuera capaz de contemplar un mundo totalmente inhabitado en el que se moría por estar.

-Cuando te deje en tu casa, no volveré a verte.-le dijo.

Ella abrió los ojos y la boca, al tiempo que sentía que le faltaba el aire.

-¿Por qué dices eso? -trató de aparentar que no le importaba, pero se le quebró la voz en el intento y sus ojos se humedecieron.

David se odió a si mismo, le había hecho daño. Jamás se había sentido tan sucio como en aquel momento. Ni tan siquiera cuando le mintió y le dijo que no había participado en el robo. Pero si seguía adelante con aquella locura lograría herirla de verdad, y eso ni tan siquiera el mismo lo aguantaría. No sabía que tenía esa chica, pero sabía que era algo que jamás había encontrado en otra persona. Jamás pensó que alguien, a quien conocía desde hacía veinticuatro horas, iba a ser capaz de relajarlo tan solo con su voz. Era como si sus almas fuesen viejas amigas que se habían vuelto a encontrar desde hacía siglos. Como si siempre hubiesen estado esperándose el uno al otro. Como si fuesen las piezas de un puzzle en el que tan sólo ellos formaban parte. Cuando la vio fue como si un muro invisible se derrumbase delante de él, y jamás sería capaz de explicar cómo se sintió la primera vez que la vio. 

-Tu y yo somos de mundos muy diferentes. No saldría bien.-le contestó con cuidado y eligiendo bien las palabras, aunque sintiese que algo le quemaba dentro.

Ella recibió aquella noticia como un jarro de agua fría. Algo en sus ojos cambió, y David supo que ya no había vuelta atrás.

-Te tenía por alguien más valiente.-le echó en cara al tiempo que comenzaba a avanzar, dejándolo atrás.

-No lo entiendes.

-No hay nada que entender. Eres un cobarde.

David la siguió, sorprendido por la reacción y por su comentario y la obligó a mirarlo. Nunca ninguna mujer le había hablado así y había logrado que le importase. Eran muchas las que le chillaban e incluso trataban de pegar una vez que el obtenía lo que quería y les hacía ver que no les importaban, en cambio, aquella era la primera vez que no quería que aquello acabase así.

-¿Es que eres masoquista?

La chica ni tan siquiera se giró. Se limitó a seguir avanzando y a librarse de su agarre con facilidad debido a que él no la agarró con fuerza, por miedo a hacerle daño.

-Verónica.

Aquel nombre en aquellos labios hizo que la chica se estremeciese al tiempo que sentía que algo le dolía en su interior. Se giro hacia él, tratando de calmarse. Hacía demasiado poco tiempo que lo conocía como para dejar que aquellas palabras tuviesen tanto efecto en ella. Para dejar que la mera presencia del joven la hiciese desfallecer y querer perderse en algún lugar con el, para siempre, olvidándose del mundo.

Una ráfaga de viento sopló y movió los cabellos medio rizados del joven, alborotando un poco su pelo y dándole un aspecto algo desgarbado a la vez que fiero. Ella se quedó mirando embelesada aquella imagen de la perfección, pero se obligó a bajar la mirada y a morderse los labios, dolida. Sentía que esos dos días había estado jugando con ella. Recordó como la noche anterior se había dormido pensando en el destino, y en lo casi imposible que era que en un mundo tan grande se hubiesen encontrado de la forma en la que lo hicieron ayer. 

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Where stories live. Discover now