La mujer los llevó al médico y la invitó a un bocadillo mientras el médico examinaba al chico. Cuando salieron se ofreció a llevarla a casa, pero ella dijo que prefería quedarse un rato más con Rubén. Ante eso la madre la miró con muchísima curiosidad, tal vez pensando que estaba enamorada del chico al que le habían dañado una costilla y le costaba respirar.

La habitación de Rubén no era muy grande, pero tampoco era pequeña. Las paredes estaban pintadas de azul oscuro, por lo que la iluminación que aportaban era escasa. No tenía ni posters ni cuadros colgados en las paredes. Tan sólo había una pequeña estantería con unos cuantos libros y cds. A parte de eso, no había nada que mostrase los gustos del chico. La cama y las cortinas tenían el mismo color que la habitación, así que nada resaltaba en aquel lugar.

-¿Te importa que me siente?

Verónica miró divertida a Rubén ante la situación. Él parecía cortado.

-¿Es tu cuarto y me preguntas si me importa a mí que tú te sientes?

El frunció los labios y le dedicó una media sonrisa.

-Cierto, suena un poco ridículo.

Se sentó en la cama e hizo un gesto de dolor llevándose una mano a las costillas. Verónica se mordió un labio, preocupada.

-Deberías de tumbarte. No estoy segura de que el estar sentado sea una buena posición para tu lesión.

-Tienes razón.-comentó muy nervioso.

Jamás se había imaginado que estaría con Verónica en su habitación. La chica se sentó a su lado en la cama, a una prudente distancia para que el chico no pensase lo que no era. No quería que viese ningún resquicio de que ella podía estar enamorada de él ni darle ninguna falsa esperanza, pero aun así, sentía muchísima pena por como los demás trataban a Rubén, y lo que era peor, se sentía culpable.

—Odio a mis padres. —dijo entonces el chico, sacándola de su hilo de pensamientos.

La chica ladeó la cabeza y apoyó una mano en la fría colcha.

—No creo que los odies. Simplemente creo que estás enfadado. —comentó con cuidado Verónica—. Tan sólo pienso que ellos no son... exactamente lo que yo entendería por unos buenos padres.

El chico la miró unos instantes. Tenía los ojos llorosos.

—Desde siempre me han hecho saber que fui un error, que todo en mí es equivocado. —se lamentó.

Ni por asomo se había imaginado que Rubén se sintiese así. Siempre había sido un chico reservado y de pocas palabras. Verónica posó una mano sobre el joven que se refugiaba en la comida, inspirándole confianza. Sabía de sobras que era lo más extraño del mundo que Rubén hablase de sí mismo con otros, y por primera vez, se estaba abriendo a ella. Él se estremeció de placer unos segundos ante el roce de aquella delicada piel.

—Déjame decirte que están totalmente equivocados. Tienes miles de cosas buenas. Eres muy simpático y sabes escuchar. Eso es algo que no todo el mundo puede hacer.

El suspiró. Ella se mordió aún más fuerte el labio, y Rubén se la quedó mirando, ensimismado ante lo perfecta que le parecía. Su media cabellera estaba algo despeinada y sus ojos azules mostraban cierta preocupación. Su nariz redonda se abrió levemente ante una fuerte respiración de ella. Luego, simplemente suspiró.

—Tal vez nadie te aprecie porque tú no te das de valer a ti mismo. —calló durante unos segundos, esperando la reacción del joven—. ¿Qué piensas de ti mismo? Lo que tú pienses de ti es muchísimo más importante que lo que piense cualquier otra persona.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Where stories live. Discover now