-La miras más de la cuenta.-le dijo Jota a su lado.

David se volvió hacia él. Había sido el mismo quien había decidido llamarlo así. Jota. Desde aquel día en el que su vida cambió por completo y el estaba allí para verlo.

-Es muy guapa.-añadió otro joven a su lado.

Sin saber por qué, a David le molestó profundamente ese comentario. Unas calles más lejos de ellos, la chica seguía aguantando como podía el peso de su amigo.

-Rubén dime algo por favor.


 Cada vez estaba más desesperada y sentía más ganas de llorar, pero ante todo había una sensación que predominaba en su corazón por encima del miedo que había sentido, por encima de todas las sensaciones que había tenido a lo largo de su vida. Frío. Sí, se sentía inexplicablemente fría por dentro. Helada, y en su pecho, en lo más profundo de su ser... Era como si una pequeña espina se hubiese clavado en su corazón y la hiciese encontrarse totalmente perdida. Como si aquella tormenta grisácea hubiese conseguido perderla por completo.

Respiró fuertemente al entender que el chico no le respondería y se plantó enfrente de él y le agarró la cara con las dos manos. Era unos centímetros más alto que ella. El chico se resistió en un primer lugar, pero luego acabó cediendo ante la apenada voz de ella.

-Rubén, lo siento, lo siento, lo siento tanto...

-No...fu...fue tu culpa.-dijo con voz pastosa.

Ella se apenó tanto ante su triste mirada y sus sangrantes labios que se echó a llorar en sus brazos.

-¡Eh, tran... tranquila!-se sorprendió él.- ¡Al que le han pegado ha sido a mí, no a ti!

A pesar del consuelo del joven ella siguió llorando, así que Rubén se limitó a abrazarla intentando ignorar a su dolorido cuerpo. Mañana tendría moratones por todos lados. Era curioso, jamás había pensado que Verónica iba a abrazarlo así. Su piel era tan suave...Una piel que pensó que nunca tocaría. Intentó controlarse al ver que comenzaba a excitarse. Le resultaba demasiado extraño el hecho de cómo en un segundo su vida podría haber cambiado por completo. Una simple decisión había hecho que casi lo mataran, y en cambio no se arrepentía de ello. Habría dado su vida por la chica a la que amaba. Esa chica que le abrazaba en ese preciso instante convulsionándose en su pecho. Probablemente no tendría ninguna ocasión de volver a abrazarla, así que la apretó aún más fuerte contra su pecho y dejó caer la cabeza en su hombro ignorando el dolor atroz en las costillas. Le costaba trabajo respirar, pero nada importaba en ese instante salvo Verónica. Joder, ¿cómo podía oler tan bien? ¿Cómo podía parecerse a una muñeca en todos los sentidos?

-Tranquila, ya pasó...-le susurraba.

Una voz a sus espaldas seguidas de unas pisadas aceleradas y marcadas hicieron que el chico dirigiese la vista al frente. Paloma y Eva estaban allí con el carnicero de dos calles más hacia la derecha.

-¡Vero! ¿Qué coño te han hecho? -preguntó Paloma en una voz demasiado alta por los nervios.- Voy a matarlo como te haya tocado. Juro por Dios que como...

Eva la calló con un gesto y se acercó a Verónica, abrazándola por atrás hasta que ella decidió soltar a Rubén y dejarse caer en ella.

-¿Te han hecho algo?-le preguntó suavemente Eva mirándola de arriba abajo con detenimiento.

La chica sólo negó con la cabeza y señaló con un fino dedo de largas uñas celestes a Rubén. Sólo en ese momento las dos chicas se fijaron en el joven manchado de sangre y polvo, despeinado y desgarbado que era incapaz de mantenerles las miradas. Ambas mantuvieron las distancias con él mientras Verónica dejaba de sollozar por la impotencia que sentía y comenzaba a luchar contra el frío que se había instalado en algún oscuro recoveco de su corazón. Un frío que había venido a su encuentro tras abandonar la explanada de tierra y al chico de fuego. Sonrió levemente mientras se secaba las lágrimas. El chico de fuego, era un nombre que le venía perfecto a David.

-Quiero acompañarte a casa.-dijo con un hilo de voz Verónica.

Rubén la miró asombrado, ahora era más consciente que antes de todo lo que le dolía el cuerpo y sobre todo la zona abdominal. Le costaba aún más trabajo respirar.

-¿Puede alguien explicarme que ha pasado?-preguntó el carnicero desde detrás.

Verónica se enjugó de nuevo las lágrimas y miró a sus amigas.

-Explicádselo vosotras. Yo voy a hablar con la madre de Rubén para explicarle esto...-dirigió la vista hacia Rubén que la miraba aún más asombrado. ¿Cómo había sabido la chica que su madre iba a echarle las culpas a él y no al otro chico? ¿Realmente le conocía tan bien?- Si me dejas también te acompañaré al médico. Vamos.

Y dicho esto le cogió de la mano y se encaminaron a un paso muy, pero que muy lento a casa de Rubén. Las mariposas en el estómago que el chico sentía hicieron que el dolor y el miedo ante la figura de su madre desapareciesen ligeramente.  Por su parte, Verónica seguía sumida en el recuerdo de aquel chico de ojos grises, cabellera castaña y esbelto y fuerte cuerpo.

Muchas gracias por leerme, intentaré subir el próximo capítulo en unos días. ¿Os ha gustado? Besos.

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Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Where stories live. Discover now