Horarios.

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¡Apareció la desaparecida!

Acabo de entrar a la escuela hace unos pocos días, así que para mi organización y que ustedes no se queden sin capítulos decidiré que todos los Viernes habrá un capítulo. Aunque me cueste la vida en ello, lo voy a cumplir, de alguna manera que solo Dios conoce lo voy a logras. Tengo una anécdota demasiado graciosa.

Este año en vez de realizar un deporte, decidí estudiar un idioma: elegí el Ingles ya que de grande me quiero marchar de mi país de origen. 

Entre al instituto y ya llegaba con cinco minutos de demora, fui a recepción y la secretaria me dijo que mi salón era el salón número diecinueve me dio unos papeles y cuando levante la cabeza de los mismo. La mujer ya no estaba. Decidida y perdida me marche y comencé a caminar por los pasillos. Aunque ese lugar fuera pequeño, parecía un laberinto con un montón de voces de adolescentes alocados dentro de el.

Encontré mi salón de clase que quedaba enfrente del jardín del instituto y cuando quise abrir la puerta de material metalico, esta se hallaba trabada y cuando vi la ventana abierta, como si se tratase de una caricatura un foco se encendió encima de mi cabeza y me ajuste la mochila sobre el hombro y me adentre por la ventana.

Y cuando estuve a dentro veinte pares de ojos se hallaban sobre mí, lo que me daba mas verguenza no era el hecho de estar parada en frente de ellos, sino que todos eran todos barones adolescentes sumamente atractivos y de quince años....

Y cuando estuve a dentro veinte pares de ojos se hallaban sobre mí, lo que me daba mas verguenza no era el hecho de estar parada en frente de ellos, sino que todos eran todos barones adolescentes sumamente atractivos y de quince años

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 Suicido de verguenza. El profesor, que por cierto era un hombre delgado y calvo con unas pestañas extremadamente largas me observo por encima de sus gafas de lectura de monturas metálicas y se aclaro la garganta. 

-Señorita, ¿Qué hace aquí?

-Busco el salón número diecinueve

-Este es el número dieciséis, el diecinueve queda al final del pasillo siguiente.

Decir que pase verguenza era un eufemismo, así que agarre mi mochila y me fui corriendo. Pero allí no se quedo la cosa, la cosa empeoro cuando salí del salón para un recesso de cinco minutos y los barones me comenzaron a llamar "La versión femenina de James Bond." 


¿Quién es mi papá? #2EPO © (Sin editar)Where stories live. Discover now