-Lo siento en realidad, ellos son muy juguetones – volvió a reír – me llamo Alejandra, es un placer conocerte aunque sea en estas circunstancias – extendió su mano, no pude evitar sonreír.

-No pasa nada, en todo caso si requiero ayuda médica ¡no dudaré en avisarte! – Extendí mi mano, la corriente eléctrica que sentí al tocarla era sencillamente inexplicable – Mi nombre es Kathleen – volví a sonreír como estúpida. Era prácticamente imposible aparentar que alguien te gusta, pero en mi caso, era mucho más que evidente.

-Muero de vergüenza contigo, ¿Qué puedo hacer para recompensarte? – preguntó mientras se acercaba a mi lado de la silla.

-No te preocupes, no pasa nada. ¡No es como si me hubieras lastimado de por vida! –La vi sonreír abrumadoramente -- ¿Qué te parece sí te ayudo a buscar el balón? – le dije.

-Gracias – contestó en su dulce voz ¡Hasta la voz la tenía hermosa! Esto era demasiado – no sé por dónde se fue, espero no haya caído al río – puso cara de disgusto.

Empezamos a recorrer el Malecón. Después de un par de minutos encontramos el balón debajo de unos juegos, la vi suspirar de alivio mientras caminaba hacia mí.

-Gracias, sin ti no lo hubiera encontrado. ¡Mis primos son tremendos! – sonrió. Era más alta que yo. Su pantalón resaltaba su figura, su trasero perfectamente definido, sus piernas que se veían musculosas aún a pesar de la tela, era realmente sexy y demasiado llamativa. No verla era como evitar ver el sol en un día soleado... ¡Una imposibilidad!

-No te preocupes – le dije, dándole un vistazo a mi reloj – tengo que irme, fue un placer haberte conocido – sentía poco a poco cómo no me quedaba mucho tiempo para empezar a derrumbarme.

-El placer fue mío, aunque me hubiera gustado conocerte en otras condiciones –su rostro reflejaba verdadero cargo de conciencia, sus ojos tristes pero a la vez esperanzados.

-Aunque no lo creas –le dije –alegraste mi noche. Hasta pronto...

Le extendí la mano, pero ella en lugar de tomarla se acercó a mí y plantó un dulce beso en la mejilla.

-Gracias por todo Kathleen, hasta luego... –Me dedicó una última sonrisa mientras daba la vuelta y caminaba fuera del Malecón.

¿¡Qué demonios había pasado!? Sentía una corriente eléctrica cruzar por mi cuerpo porque sabía a la perfección que sus ojos estaban en mi espalda mientras recorría el camino necesario para salir a la calle y quedar fuera de su vista.

No me había sentido así en meses. Ese cosquilleo en la barriga y esa sensación de ternura en mi corazón; esta extraña chica había dejado una grata impresión en mí, más que eso, había despertado una ilusión, una tonta ilusión que simplemente ahora no podía sacar de mi cabeza.

Sin Fronteras (Loving without an Ending) #lgbt #LesbianasWhere stories live. Discover now