Capítulo Final

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Cuando Sungjin recibió la llamada menos esperada de la noche, sintió la urgencia de estrellar el teléfono contra el suelo.

Lo hizo, no se contuvo.

Se tomó del cabello con mucha exasperación, paseándose de un lado a otro alrededor de la sala de estar. La furia no tardó en florecer a través de su piel, enseguida obligándole a traspasar la televisión plasma de un puñetazo y arrojar el jarrón plateado, el regalo de bodas, que Somi y él habían recibido años atrás. Reventó contra el suelo algunos cristales más, consiguiendo desahogar su frustración. Hyungseok era un canario, siempre lo había sabido. Y no tardaría dos segundos en cantar.

Le había amenazado, el hijo de perra le había amenazado.

"Si yo me hundo, te hundes conmigo, Sungjin." Esas habían sido sus palabras.

Siguió destrozando todo frente a él, desde el más pequeño e irritante objeto. Le había dado todo a ese hijo de puta cuando no tenía nada. Le dio una amistad, atención, compañerismo; había seguido sus pasos hasta en sus hábitos más retorcidos y ahora ésa era la forma en la que le pagaba. Era un malagradecido, un infeliz; estaba destrozando cada artículo de la vajilla familiar para despertar de esa pesadilla y aun así no podía hacerlo.

Escuchó una risa, una burlona y estresante risa, aquella que hacía reventar su cabeza en cada ocasión. Sentada en la lejanía de la mesa del comedor, estaba Somi. Ella parecía divertirse, mirándole maliciosamente. Tenía las manos cruzadas encima de una servilleta, con sus piernas arremolinadas una sobre otra, elegantemente. La pierna superior, la derecha, se movía animada. Y como ella estaba riendo, él también lo hizo.

—  ¿Te diviertes?  — Preguntó el hombre, estirando los brazos a los lados. Negó con la cabeza y ella volvió a carcajear.

—  Es divertido verte tan desesperado, me recuerdas al día de nuestra boda.  — Respondió, revoloteando sus pestañas justo como lo había hecho en el altar, mirando hacia arriba mientras entrelazaba sus dedos como si estuviera reviviendo un flamante recuerdo. Sungjin hizo una mueca.

— En ese momento no sabía lo que hacía.  — Escupió con desprecio, acercándose a ella de manera intencional. No obstante, no desaprovechó para decapitarla con la mirada, asqueado.

—  Y, ¿en la noche de bodas sí?  — Preguntó socarronamente, pasando la lengua por su labio superior, viéndose obscena a los ojos del otro. Sungjin se mordió los suyos, posando una mano en su mentón a la vez que aproximaba a aquella mujer. Cuando ella pareció desearlo, no había sido más que un juego. Somi volvió a mofarse, fallando en el intento de mantenerse seria, enseguida ganándose la furia del contrario. La tomó agresivamente, apretando sus mejillas al gruñir en su cara.

— Me encantaría saber qué es eso tan divertido, amor.  — Declaró, dejando sus tensas respiraciones salir en un intento por mantener la calma.

— Nada en particular.  — Respondió ella, apenas logrando disimular su risa con una mano.

— Algo me dice que lo haces para provocarme, es todo lo que haces en estos últimos años. Te golpeas a ti misma, lloras frente a Jungkook sin razón. Lo has puesto de tu lado por tantos años... aunque creo que últimamente te detesta. ¿Estás comenzando a exponer lo que escondes, cariño? ¿Por qué no le cuentas a tu esposo qué tramas? — Sungjin acarició su rostro, apreciando su inalcanzable belleza, aquello que se había desgastado con el tiempo, aquello de que él se encargó de desgastar.  — Me gustaría saber qué es lo que hay dentro de esto.  — Dijo antes de jalonear su cabello, borrando su sonrisa por un momento, pero haciendo que volviera después.

— Es un secreto.  — Aseguró, riendo otra vez.

— Ah, ¿sí? Y, ¿no me dices el secreto?  — Insistió él, clavando la nariz en su piel, aspirando el aroma que hace tiempo le había atraído.

Olympics (五輪) ʲⁱᵏᵒᵒᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora