Capítulo 1

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—¿Estás listo?— Preguntó su padre, a lo que Jungkook negó. Con su mano furiosamente aferrada al pomo de la puerta, él difícilmente era capaz de respirar. Y una autoridad a la que le era imposible refutar, le obligó a observar hacia el interior de su casa como una despedida temporal, sólo una vez más. Sus pies, pesados como el plomo, reacios a moverse, eran evidentes. Aunque, no tenía sentido prolongar lo inevitable. Si Jeon Sungjin decía que estaba listo, entonces lo estaba, aunque en realidad no lo estuviese. Era así como funcionaba.

El hecho de que incluso se habían tomado la molestia de discutir respecto a esto era casi sorprendente. Hilarante, más bien. Justo cuando pensaba que aquel hombre alto, parado junto al auto, pudo haberle simplemente obligado. Con aquella misma irónica sonrisa, Jungkook cerró la puerta de su hogar, finalmente volteándose hacia él. 

— En realidad, no. — Respondió, encogiéndose de hombros. Y, colgándose la maleta al hombro izquierdo, acomodó la gorra sobre su cabeza. Para ser honesto, desde que se había levantado aquella mañana hasta el desayuno que había compartido junto a su familia, él había intentado llevar las cosas con tanta calma como le era posible. En serio. Había intentado sobrellevarlo...

— Perfecto, sube al auto. —... Pero se hacía cada vez más duro para él conservarlo enterrado. Y hablaba de ese sentimiento. Con aquel tipo específico de ansiedad que escalaba como cucarachas por debajo de su piel, Jungkook tomó una honda respiración, intentando mantener a raya ese fiero impulso de tirar sus cosas al suelo, buscando lograr que Sungjin por fin entendiese que no iba a moverse. 

Pero era inútil, como siempre. Una vez más, Jungkook se vio a sí mismo sintiéndose suprimido por aquella mirada. La cual fue sólo justa y necesaria para que él retomase su camino, subiéndose al auto silenciosamente. 

Todo lo que podía hacer por el momento, era fingir enojo. Indignación. Ira. 

Cuando lo cierto era que estaba malditamente aterrado. 

Él se sabía el camino de memoria. Por pura casualidad, resultaba que el lugar estaba relativamente cerca de su casa. No esperaba que su padre fuese a llevarlo, sin embargo. Jungkook había considerado que le dejaría por el camino y que él caminase el resto. Dio un corto vistazo a Sungjin, pues, diferente a como lo había imaginado, parecía ser que el día de hoy era lo suficientemente digno de su tiempo. Increíble pero cierto, aún se encontraba dentro del auto. Tal vez su padre pensó que, si le dejaba ir solo, no iría al gimnasio, sino que intentaría evitarlo. Cosa que, debía admitir, no estaba para nada alejada de la realidad. Había poco y nada evitando su muy trágica verdad; poco y nada entre él y las lamentables lágrimas que poco a poco sentía llegar.

A medida que avanzaba, más doloroso se le hacía el recorrido. En algún momento contempló la idea de lanzarse de un auto en pleno movimiento. No obstante, no logró cumplir su objetivo a tiempo ya que, en menos tiempo de lo que pensó, ya estaban frente a la entrada. Jungkook sintió su respiración entrecortarse. Y tuvo cerca de un milisegundo para recordarse que no había venido hasta aquí para suplicar. Había sido un completo desastre, cabía aclarar. La histeria, y lo que él podía identificar como un inminente ataque de pánico, se apoderó de él. Antes de procesar lo que estaba a punto de salir de sus labios, comenzó.

— Papá, por favor... — Su lengua se tropezó en un tono que muy pocas veces se hubiese permitido utilizar con él. Jungkook pensó que se escuchaba terrible y catastróficamente patético.

— Jungkook. — Cortó Sungjin de raíz. Sólo Dios sabía cuántas veces habían tenido esta conversación.

— No me hagas esto. — En su voz sonaba un timbre recriminatorio. Ya no sabía cómo o de qué forma dejarle saber que lo que les estaba haciendo era de todo menos para ayudarle. Si aquel fuese el caso, estarían regresando por el mismo camino por donde habían llegado.

— Bájate del auto. — Mandó, Jungkook sintiéndose traicionado por enésima vez aquellos días.

— Papá... — Lo había intentado, una última vez. Pero como todas las otras veces, había terminado en fracaso.

— Hazlo o yo lo haré por ti. Quiero ver que entres por esa puerta. — Señaló. El pelinegro le miró, negando, sabiendo bien que no era más que un error. Decepcionado, la lástima que sentía hacia sí mismo alcanzando niveles épicos cuando era plenamente consciente del trato que había recibido de parte de este por todos aquellos años pasados. Bajó del auto, sintiéndose un imbécil por querer convencerse de que Jeon Sungjin le quería para algo más que para completar su sueño frustrado. — Volveré por ti a las 8:00 p.m. — El chico no respondió, estaba más concentrado en estudiar la estructura del gimnasio.

Se sintió pequeño, más de lo que se había sentido al entrar a las nacionales. Estaba nervioso, esta era una de las cosas a la que más miedo le tenía si alguna vez volvía a entrenar.

Todo gimnasta en el mundo sabía lo que le había pasado. Todos habían visto su fracaso. La mayoría de sus antiguos compañeros se habían retirado a los 17 o 16 años, luego de haber hecho el suficiente dinero.

No conocía a nadie; el gimnasio no era el mismo, sus compañeros no eran los mismos, así como no lo era su entrenador. Temblando, no recordaba la última vez que se había parado sobre sus manos, o corrido, o saltado, o aterrizado perfectamente estable sobre sus pies.

Que Dios se apiadase de su persona, él estaba completamente fuera de forma.

Lleno de egoísmo, su padre no había aceptado ni siquiera una de sus muy simples condiciones. Pidió que, por lo menos, su entrenador fuese alguien que conociese, alguien que entendiese. A cambio, recibió un grito a la cara, un sermón inacabable y Sungjin aclarándole que entrenaría según lo que el entrenador que le había conseguido le viniese en gana.

Park Jimin.

Sin haber escuchado de él o qué era lo que debía esperar de su parte, si debía temer de él o respetarle, se acomodó la gorra una vez más lo más abajo que pudo y con las manos temblorosas, abrió la puerta principal. 

Olympics (五輪) ʲⁱᵏᵒᵒᵏWhere stories live. Discover now