Capítulo 6

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— Maldición. — Dijo cuando sintió su piel despedazarse contra la superficie de la barra. A él no le gustaba usar guantes así que una ampolla más a la colección. Ya llevaba una semana haciendo barras fijas e iba avanzando rápidamente, pero aquella velocidad aparentaba conllevar un inmenso sacrificio. Aquel sacrificio implicaba dolor. Haberle perdido el miedo a las barras le había llevado un tiempo, fue más fácil de lo que pensó. Debió ser porque en realidad, las barras no eran el problema. El problema eran las anillas.

— ¿Estás bien? — Jungkook quiso ignorar la pregunta. No, no estaba bien. Quería que el castaño viniera y besara cada una de sus llagas en las palmas de sus manos. Definitivamente, no se encontraba en buen estado. Dirigió su vista hacia el chico, J — Hope lo miraba como si tuviera que preguntar por obligación. Simplemente le dio lo que deseaba escuchar.

— Sí, estoy bien. ¿En dónde puedo hacer algo por esto? — Levantó ambas manos, laceradas.

— Hay una pequeña sala de enfermería al lado de la oficina del entrenador Park, ¿quieres que te lleve? — Jungkook sonrió casi malévolamente.

— No, gracias. Puedo ir solo. — Bueno, no estaría tan solo. Volvió a sonreír, no había visto a Jimin en todo el día. Usaría esa pequeña oportunidad para colarse dentro de su despacho. No era que quisiera molestarlo, le gustaba y quería verlo, no había mucho más que decir. El pelinegro se sentía obligado a olvidar al castaño de cierta manera, pero era aún demasiado pronto. Deseaba vivir aquel sentimiento un poco más. El cariño le hacía sentir vivo y él no podía esperar a compartirlo, por muy contradictorias que sean sus acciones de sus pensamientos.

— ¿Jeon? — Preguntó cuándo vio al chico traspasar el umbral de la puerta que adornaba su nombre en la parte exterior. A Jimin le pareció extraño verlo en ese lugar. —  ¿Qué haces aquí?

— Me he lastimado las manos y no sé en dónde está la enfermería, ¿qué puedo hacer? — De acuerdo, aquello había sonado mucho más adorable de lo que había planeado, incluso se le habían salido un par de pucheros sin querer. No creía que aquel truco funcionaría con Jimin y supo que estaba en lo cierto, cuando Jimin optó por hacer una contracción en su rostro de la manera más incómoda. Asco. Esa expresión le hablaba de asco.

Jungkook se sintió derrotado.

Jimin no era parte de la familia.

El mayor rebuscó entre sus cosas un botiquín de primeros auxilios y Jungkook se asombró de que hubiera elegido curarlo él mismo que largarlo de su oficina para señalarle la enfermería, que estaba justo al lado. Le hizo señas para que se acercara y así lo hizo.

Se sentó sobre un montón de papeles en el escritorio y Jimin le dedicó una mirada desaprobatoria, como si fuese un chico malo. Jungkook no pudo evitar reírse de su propia travesura.
— Se supone que cada gimnasta debe llevar uno de estos en la maleta. — Señaló el vendaje, las gasas y el alcohol que apenas y comenzaba a emplear sobre las palmas del pelinegro.

— He olvidado todo sobre esto. — Le respondió entretenido con la habilidad y lo dulce que se sentía el toque del contrario sobre sus manos. No dolía, para nada.

— ¿Cómo es eso?

— He perdido práctica. — Dijo acercándose más a Jimin y obligándolo a que se posicionara entre sus piernas abiertas. Éste estaba tan ocupado y centrado en su tarea que parecía no enterarse de nada. Estaban tan cerca. Y el calor que Jungkook sentía desde su poca distancia le era tan placentero. La deliciosa y exquisita colonia que se desprendía del cuerpo del otro tampoco ayudaba mucho a sus cinco sentidos. — Necesito que alguien me enseñe. — Soltó en voz baja. Íntimo y sensual.

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