Sacudo la cabeza y le doy otro mordisco a mi pan. Pan de pasas. No me gustan las pasas, pero su sabor sí, muy contradictorio lo sé.

Ya han pasado tres horas. Son casi las diez de la mañana. Por favor, que el tiempo pase lento y que a Gabriel se le olvide que hoy me tiene que raptar.

(...)

Después de las cuatro últimas horas de clases se hacen las dos y veinte minutos.

¡Dos y veinte!

Salgo con rapidez de mi salón en cuanto suena el timbre que indica la culminación de otra jornada aburridísima de clases. Siento una presión en el estómago, como si un huracán de mariposa despertará; no, no son mariposas, son más como elefante. Diablos, estoy realmente nerviosa y ansiosa.

Tengo dos opciones: la primera es huir en este preciso momento y la segunda es aceptar salir con Gabriel.

Pero la primera la descarto cuando siento el inconfundible aroma de el árabe. La combinación dulce y fuerte de la canela, mezclada con pintura fresca. ¿Pintura fresca? Ya es la segunda vez que noto ese olor en él.

Mmm, excéntrico y delicioso aroma.

—Señorita Torres —Me giro al escucharlo.

Oh. Santísimo. Cielo.

Gabriel está vestido con unos pantalones de jeans y una camisa negra con las mangas remangadas hasta los codos. Y siguiendo ese look relajado tiene puestos unos lentes aviadores que hace que su atractivo se acentúe aún más.

Bendita sangre árabe.

Me quedo tiempo de más observándolo. La ropa parece que fue hecha exclusivamente para él, ya que trabaja marcando sus puntos fuertes: brazos, pecho, caderas, piernas y estoy segura de que con ese pantalón se le marca un asombroso trase... En fin, debería estar prohibido verse así de bien.

El castaño tose llamando mi atención. Despego la mirada de su cuerpo y la centro en sus ojos; esos aviadores hacen que su rostro luzca perfecto.

Dios, ese hombre es el pecado en persona.

—Va a venir conmigo o la tengo que llevar en brazos —advierte inexpresivo. No bromea. Por lo que, acepto de buena manera acompañarlo.

Camino detrás de él hasta donde se encuentra su porsche negro, me subo y él lo hace después de rodear el auto, lo enciende y yo desvío la mirada a la ventana. No deseo verlo, estoy enojada.

Coloca música lo que hace que deje de observar por la ventana. James Arthur, es el que suena con su canción Impossible; interesante cambio de género musical por parte del magnate.

—Interesante, Gabriel. Nunca imaginé que escucharás algo que no fuera instrumentaría o clásica —La comisura de sus labios se curvan un poco.

—Hay muchas cosas que le causaría sorpresa. No soy como todos imaginan —declara en tono serio.

Lo miro por un largo rato, delineando sus rasgos con mis ojos. Sin dudas Gabriel es peligrosamente atractivo. Mis ojos bajan a sus brazos y noto que tiene algo de pintura en el codo.

Convénceme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora