XII

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Volvió a mirar en el espejo que reflejaba su cuerpo solo tapado con su ropa interior, no podía creer cómo lucía; su cabello había crecido bastante, le llegaba a media espalda, había perdido su brillo y su característico color rosa, tenía unas grandes ojeras, un aspecto cansado y las múltiples heridas al rededor de toda su piel, que demoraban al cerrarse por su profundidad y lo débil que se encontraba en ese momento.

Mientras buscaba ropa que ponerse, pensaba en sus hermanos, ellos tenían un muy buen aspecto comparados con ella, lucían cansados y algo débiles, el único que se esforzaba por ocultarlo era Reiji, supuso que era porque tendría que dar la imagen del hermano mayor que Shu nunca dio.

Sonrió brevemente al darse cuenta que se acordaba de muchas cosas, no con tanto detalle cómo le gustaría, pero era feliz acordándose de a poco.

Terminó de ponerse el primer vestido negro que encontró y se tambaleó un poco, tropezando con uno de los zapatos que se iba a poner y cayó al suelo de frente, alcanzó a poner las manos y evitar un mal golpe en la cara. Llevó una mano a su cabeza, se había mareado y ahora tenía un dolor sin necesidad de habérsela golpeado. Gateó hasta la silla más cercana y se sentó ahora agarrándose la cabeza con ambas manos. La puerta no se demoró mucho en ser abierta, por su hermano que seguro había escuchado el golpe.

—¿Estás bien? —Preguntó acercándose y sonando protector, Irelia sonrió con dolor.

—Sí, solo me mareé y caí al suelo, pero estoy bien, sabes que soy torpe —finalizó sonriendo, el albino la miró para nada convencido y besó su frente.

—No seas tan torpe por ahora, por favor —dio por terminada esa conversación y salió de la habitación cerrando la puerta.

Irelia se levantó despacio y se puso los zapatos con los que había caído al suelo y se decidió a recorrer la mansión mientras sus hermanos se encontraban en la sala de estar ideando alguna especie de plan con el cual recuperar a "Rini", como le decía Subaru.

Dejó de caminar y recordó como su hermano le hablaba de lo hermosa que había salido, de todo lo que hacía con ella cuando ningún hermano husmeaba por ahí y lo vieran tan infantil. Se sintió rara, pensó que ella siempre sería la única que viera ese lado y le dolía darse cuenta de que no era así.

Levantó la mirada y se encontró con la chica que había visto en la escalera, cruzando delante de ella por el pasillo, a punto de desaparecer por la pared.

—¡Oye tú! —Gritó sin importarle lo débil que estaba, la chica miró en su dirección asustada y corrió desapareciendo de su vista. Irelia no lo pensó dos veces y se teletransportó justo en frente de la chica, adivinando a donde correría.

Ésta dio un brinco hacia atrás e intentó volver a escapar, pero la albina fue más rápida y la agarro del brazo con fuerza, la última que le quedaba.

—¿Quién eres? —Preguntó completamente seria.

La chica miró fijamente sus ojos, sintiendo miedo.

—Liz —musitó nerviosa. Sus ojos azules se mantenían pegados a los ojos rojos de la albina, sabía que cualquier movimiento en falso le costaría, porque no contaba conque ella estaba débil, a pesar de su aspecto.

—¿Debería conocerte? —Preguntó más para sí que para la chica que tenía en frente, ésta negó rápidamente—. ¿Por qué corriste cuando te vi?

「No la dejaré」Where stories live. Discover now