XI

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El albino corría rápido, lo más que podía, no podía permitirse perderla de nuevo, y se sentía inútil al no poder llevarla tan rápido como le hubiese gustado.

Ella estaba en sus brazos, con heridas en todo el cuerpo y una que no paraba de sangrar, él sabía que no podía morir, pero su recuperación sería lenta y no quería prolongarlo.

Encontró a los trillizos de una vez por todas, no había nadie más en la sala que esos tres, y no lucían nada bien si se empezaba por Ayato, quien estaba sentado al lado de Kanato mirando a la nada, el único que reaccionó rápido por sentir el, para él, dulce olor de la sangre, fue Laito. Se levantó rápido y corrió hacia ambos.

—¡Tiene una hemorragia! —Se alarmó sin atreverse a tocarla.

—¿Dónde está Reiji? —Preguntó intentando mantener la calma por el bien de todos en esa sala, cuando por dentro solo quería desmoronarse e ir a morirse a un lado, de nuevo no había logrado salvarla, se le estaba yendo de las manos otra vez, y no lo soportaría.

—Aquí —avisó el nombrado apareciendo en la sala y quitándole al albino su hermana de las manos. Laito lo agarró antes de que intentara seguirlo.

••

Ayato se mantenía alejado de sus cuatro hermanos que estaban en la sala, se sentía culpable, se sentía mal.

Mal por haber dejado a su pequeña hermana sola, mal por haber visto a su madre con vida, mal por no haber reaccionado a todo lo que le decía a Yui, y sobretodo, mal por no saber en que clase de infierno estaría su hija. 

Se tiraba todo el peso de eso en sus hombros, sintiéndose horrible y sin poder mirar a sus hermanos o siquiera ir a ver cómo estaba su hermana.

—¿Ayato? —Escuchó detrás de si, era Yui. No se dio la vuelta a mirarla, no podía, la había tratado tan mal desde el regreso de su madre que la había alejado y ya no parecían la pareja que alguna vez fueron, sin embargo, la rubia no desistía de querer hablar con él, y apoyarlo.

—Ayato —ahora era Subaru quien lo llamaba, tampoco lo miró, había fallado como hermano mayor—. ¿Era necesario dejarla sola?

No hubo respuesta, y el albino no dudó en tirarse arriba de él e iniciar una pelea.

(...)
Con Irelia

Se levantó solo un poco para mirar sus heridas, estaban en todo su cuerpo, se preguntaba si después de todo habría resultado y los Mukami habrían escapado, pero sus pensamientos y mirada se fijaron en el chico que se había quedado dormido en la silla a un costado de la cama en la que estaba acostada.

Lo conocía, ¿cómo no? ¡Era su hermano! Pero el no era Subaru, no, no, pensaba una y otra vez como se llamaba.

—¡Reiji! —Gritó al recordar su nombre, despertándolo y no dudó en levantarse a abrazarlo a pesar de las múltiples y dolorosas heridas en su cuerpo.

—¡Despertaste y estás casi bien! ¡Estás bien! —Decía sin contener su emoción y alegría al verla despierta y que lo recordara, una faceta que en los recuerdos de ella, nunca había visto.

El abrazó duró bastante, Reiji cuidaba de no hacerle daño e Irelia solo lo abrazaba. Pero se vio interrumpido por un peculiar grito, ambos lo identificaron como el de Yui, seguido de unos ruidos de golpes. Ambos se miraron y bajaron rápido.

••

—¡Subaru, déjalo! —Gritó Laito agarrando a Subaru.

—¡Pesas! ¡Ya déjalo! —Gritó Kanato siendo ayudado por Yui intentando controlar a Ayato.

Irelia junto a Reiji llegaron abajo, éste último siguió corriendo hacia los que peleaban mientras que ella no bajó el último escalón y se encorvó un poco por el dolor en su abdomen seguido de algunas punzadas en sus piernas.

Iba a gritar por el dolor, pero escuchó pasos en las escaleras por las que había bajado y miró hacía atrás, su mente quedo en blanco y no le salió la voz al ver quien estaba arriba, asomándose tímidamente.

—¿Qué les pasa a ustedes dos? —Reiji levantó la voz, Irelia lo miró al instante y volvió a mirar a la persona que estaba arriba, para su mala suerte ya no estaba.

—¡Oye tú, vuelve aq...-! —Gritó sin terminar lo que quería decir por una punzada en su cadera. ¿Tanto la habían herido? Se llevó una mano a esa zona intentando disminuir el dolor y sus piernas cedieron, hubiera caído de no ser por su único hermano que no estaba haciendo nada—. ¡Shu! —Gritó abrazándolo y aguantando el dolor.

—¿Por qué siempre te caes por las escaleras? —Preguntó dando una leve sonrisa.

—¡Irelia!

Volteó a ver a quien la llamaba, al darse cuenta de que era Subaru, se soltó del agarre de Shu que la mantenía en pie y corrió hacia él sin importarle todos los dolores y punzadas que estaba sufriendo.

Subaru la levantó al tenerla en sus brazos y sonrió de verla "casi" bien, y por supuesto, estaba feliz de que lo recordara.

Ayato miró la escena apartado de sus demás hermanos, su labio sangraba y tenía un ardor en su mejilla izquierda. En cierto modo, se alegró de que ella estuviera sana y a salvo ahí, pero no podía evitar pensar que por su culpa tenía todas esas heridas.

Yui lo miró luego de abrazar a Irelia y casi matarla de tanto que la apretó, le dolía verlo así y no como lo veía todas las mañanas, despertando feliz a su lado.

Dejó de dudar en si acercarse y lo hizo.

No dijo nada, sabía que si decía algo él se alejaría o no diría nada y solo la miraría, así que fue por el camino fácil y acarició la mejilla que había recibido el golpe de Subaru y se acercó más, Ayato la miró fijamente para luego sentir sus suaves labios presionando los suyos.

—¡Ayato! —Gritó Irelia arruinando el momento de la pareja a propósito—. ¡A ella la tienes todo el día, ven aquí, bastardo!

Irelia logró sacarle una sonrisa al pelirrojo y él besó la mejilla de su novia para correr a abrazar a su hermana.

Pareciera que las cosas iban bien, pero a todos les inquietaba el paradero de la hija de Ayato, a Irelia le preocupaba el paradero de los Mukami y también a la chica que vio en la escalera; La reconocía vagamente, pero le intrigaba saber quién era, qué hacía ahí y por qué se escondió.

•••
2/2

Un poquito de felicidad antes de desaparecer mil años, ¿no?

「No la dejaré」On viuen les histories. Descobreix ara