Manifiesto: capitulo diecinueve

Start from the beginning
                                    

No se me pasó por alto la sonrisa tímida que lanzó en mi dirección. Parecía que mi pequeña chica de carácter rebelde se había vuelto inexistente en cuanto los ojos de sus padres cayeron sobre ella. Lo irónico era que no sabía quien me enloquecía más, si la rebelde o la tímida.

Diablos, ella podía ser lo que quisiera, y yo estaba seguro que la seguiría viendo de la misma manera.

Había caído tan rápido que me asustaba, pero no deseaba revertir aquel sentimiento.

—Tranquilo, lo más peligroso será quemarme con la cocina. —Tomó el brazo de su madre y vi como lo enlazó con el suyo—. ¿Vamos? Los pastéis necesitan que alguien los haga.

Vi como Aria desaparecía de la sala principal con su madre y no me intimidé, sino todo lo contrario. Estiré mi brazo sobre el respaldo del sofá y apoyé mi tobillo izquierdo en mi rodilla derecha. Me permití recorrer la sala con la mirada captando tales detalles como las cenizas de la estufa a leña, o la forma en la que el cuadro de las gemelas estaba levemente torcido.

No pude seguir observando nada más porque el señor Andrade habló y captó toda mi atención.

—No me importa que seas un hijo de puta protector con ella, te llevaste a mi hija en primer lugar así que evita la comodidad, no vas a estar aquí por mucho tiempo. —El hombre frente a mi no  tenía un tamaño intimidante, incluso a duras penas sobrepasaba mi hombro, pero mentiría si dijera que tenía una postura relajada—. Tienes tres años más que mi hija, no tuviste las pelotas de blanquear su relación en cuanto comenzó y aparte te la llevaste sin permitirle despedirse.

—Entre nosotros, señor Andrade, no planeaba quedarme por mucho tiempo pero estaré aquí tanto tiempo como su hija quiera. —No pareció agradarle la respuesta porque sus manos se cerraron en firmes puños—. Tengo tres años más pero eso no significa que no la respete o que altere los tiempos que ella desee tomar en la relación. No seré el hombre que usted considere ideal para su hija, pero jamás le faltaría el respeto, y aún menos la obligaría a algo, así que no se atreva siquiera a insinuar que yo la llevé en contra de su voluntad.

El aire era tenso incluso cuando yo intentaba ignorar por completo el ambiente que nos rodeaba. Yo sabía que en mi declaración había una gran mentira porque le llevaba seis años a Aria y no tres, pero también sabía que jamás había sido más sincero con alguien. Aria manejaba nuestra relación a la velocidad que considerara conveniente y yo no planificaba obligarla a hacer algo que no quisiera. Ciertamente no había respetado sus tiempos cuando había propuesto el compromiso, pero no la obligué, y aunque me estuviera muriendo por escuchar salir un "si" de sus labios, yo sabía que podía seguir haciendo esa propuesta por muchos años sin cansarme porque estaría esperando por ella el resto de mi existencia si así lo pedía.

Conocía los limites de Aria y sabía que esos mismos limites se habían vuelto míos. No estaba dispuesto a atravesarlos, no estaba dispuesto a presionarla hasta que correr de mi fuera la única sensación de libertad que tuviera. 

—¡Tú la llevaste! ¡Aria tiene su hogar aquí! —La voz del hombre frente a mi se quebró por un momento y cuando habló, noté que su voz había descendido para no volver a mostrar vulnerabilidad—. ¿Sabes lo que es perder a tus dos hijas por una noche de mierda?

Mi brazo abandonó el respaldo del sofá de la misma forma en que mi tobillo abandonó el lugar cómodo sobre mi pierna. Me incliné hacía delante descansando mis codos sobre mis rodillas y me puse en su lugar por un momento. Era un hombre importante para Aria, y no importaba las ganas que tuviera de lanzarlo contra la pared, podía ver que era un padre consternado. 

Tenía que comportarme como cualquier otro hombre que quiere demostrarle a su suegro que es el correcto para su hija, no como el hijo de puta que quería ser.

OcultoWhere stories live. Discover now