Capitulo treinta y cuatro:

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Narra Jazzlyn:

El ver como Bastian tenía un arma apuntando a su cabeza me alteraba pero aun más me desesperaba ver como colocaba su vida en mis manos porque podía ver sinceridad cuando me decía que el no haría nada para defenderse.

-¿Por qué me hacen esto? -pregunte, por poco comenzando a lloriquear-. No quiero entrar en su mente, no quiero dominarlo.

-No lo harás -respondió Bastian de una forma tan relajada que me hacía dudar de su sentido de protección propia-. Tan sólo harás que obedezca a su subconsciente y veras que el no quiere disparar el arma pero tiene ordenes y las cumplirá.

-¿Como hago eso? Tiene buena determinación, no puedo solo hacerlo -dije, desviando mi vista a Alexander-. Algún consejo, por favor.

-Toca su punto débil, haz que razone.

Vi a Bastian mirar su reloj, esperando que le diera una muestra de que estaba lista para aquello pero ciertamente no lo estaría jamás. No lo había hecho antes y un arma estaba apuntando a su cabeza. Eso era trabajar bajo presión, nada saldría bien de aquella forma.

-Hagamos esta mierda.

En cuanto Bastian presiono el botón de su cronómetro supe que debía comenzar a leer su mente así que con prisa revise al hombre que sostenía el arma intentando que cada mínimo recuerdo quedara en mi mente y fuera de mi utilidad.

Supe que se llamaba Gideon, que tenía 27 años y había estado trabajando como militar durante nueve años. Estaba casado y tenía dos hijas pero una de ellas tenía una grave enfermedad que estaban tratando y el tratamiento era sumamente costoso por lo cual había terminado junto a Alexander, siendo su mano derecha en la seguridad de aquella fortaleza.

Aquella era buena información pero de todas maneras seguí revolviendo su vida a mi antojo.

Supe que había conocido a su mujer en una fiesta de alta gala a la que sus padres lo habían llevado y se enamoró de aquella mesera que siempre atendía su mesa hasta tal punto que esa misma noche, cuando la fiesta estaba por terminar, camino hasta ella de forma decidida y le pidió el teléfono junto con una cita a lo que la mujer acepto encantada.

Meses después se casaron y tuvieron a su primer hija.

-¿Por qué dispararias un arma? Si disparas esa arma no sólo le quitarias la vida a un hombre que no te ha hecho daño, sino que también corres el riego de que la policía te retenga en cuanto yo haga una llamada y estés gran parte de tu vida en una celda.

Aquello no funcionó y lo supe en cuanto quito el seguro de la pistola en modo de advertencia pero aun así, su determinación estaba colgando de un hilo.

-He visto que circunstancias te han traído aquí -dije, notando como el tema de su hija era el que me llevaría a que el soltara la pistola-. Es duro que ella pase por esa situación pero estas peleando por su tratamiento, ¿por que arruinarlo de esta manera?

Tensionó su mandíbula mientras luchaba por no apuntar el arma en mi dirección. No me sentía cómoda usando a su hija para mi beneficio pero aquel era su punto débil y el único que lo haría dudar de si mismo. El no quería disparar, lo sabía.

-De nada te beneficia el disparar, simplemente perderás el dinero y aún peor, no estarás el resto de su vida para verla crecer y transformarse en una hermosa mujer -dije-. ¿Te han dicho que veo el futuro? Ella será una mujer grandiosa en todo lo que se proponga y le dolerá que su padre no este allí para ver todo lo que es capaz de hacer.

Lo vi dudar de si mismo y por primera vez, considerar lo que su subconsciente le decía así que sin pensarlo me apresure a terminar con aquello.

-Gideon, pon el seguro de la pistola -ordene para ver como lo hacía, como si estuviera tan débil que no pudiera decidir por si mismo-. Deja caer el arma.

OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora