Manifiesto: capitulo diecinueve

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Narrado por Agramon:

Nunca jamás pensé que un hombre como yo, un soldado, un hijo de puta en su mayoría, aceptaría cenar con sus suegros a horas de conocerlos. Aria era mi debilidad y lo sabía, el verla aferrarse a sus padres cada pocos minutos como si necesitara sentirlos para confirmar que estaban con ella conseguía que dentro de mi las emociones se alteraran y corrieran en todas las direcciones oscuramente posibles. 

Cuando su madre le había propuesto quedarse a cenar y ella había mirado en mi dirección fui capaz de ver la suplica en sus ojos. No me importó las indirectas jodidamente directas que su madre lanzaba en mi dirección pensando que yo le había robado a su hija (cuando si había una culpable era total y absolutamente Jazzlyn) y tampoco me importó que su padre lamentara cada pocos segundos no haber llevado municiones para su escopeta.

Me importó Aria y la necesidad que ella tenía de tenerlos cerca. Así que en contra de todas las alertas que mi mente generaba, asentí con mi cabeza en su dirección y confirmé que me quedaría con ella sin importar donde. Si ella quería quedarse, me iba a quedar. Si ella decidía irse y huir lejos, huiría con ella al fin del mundo. Era tan sencillo como eso, aunque mi mente cuestionaba cada uno de mis sentimientos yo sabía que estaba haciendo lo correcto porque por primera vez me sentía a gusto con mis decisiones.

El amor me volvía un marica, no podía negarlo.

—No sabes cuanto me alegra que decidas quedarte a cenar. Aunque claro, me gustaría más que en primer lugar no te hubieras ido... —Allí otra indirecta de la señora Andrade. Le sonreí con la mejor sonrisa que pude formular y sentí como Aria se tensaba a mi lado. No tuve reservas a la hora de tomar su mano y pasar mi pulgar sobre sus nudillos para que se relajara, al final, era su novio—. ¿Quieres ayudarme a cocinar pastéis de bacalhau? Apuesto mis manos a que en California no has comido un buen plato portugués.

¿Ese era el momento donde me sentía culpable por no llevar a Aria a comer? Porque definitivamente no me sentía así. Había estado más ocupado en cuidar nuestros traseros y sin saberlo, esa mujer me tenía que agradecer porque su hija aún seguía entera gracias a mi.

Suspiré lentamente y controlé mis emociones. No me gustaban los padres, jamás me habían gustado. Apenas toleraba a los de Jazzlyn porque el señor Stevenson era un hijo de puta que me agradaba malditamente mucho y Tessa Stevenson era una mujer con suficiente carácter como para merecer mi respeto. Hasta ese momento, los señores Andrade solo me caían peor con el correr de los minutos.

Aunque nunca le diría eso a Aria o no sabía si al lanzarme algo me dejaría en el hospital.

—Claro, mamá. —Aria miró desde su padre a mi, y al notar la mirada asesina que él me mandaba se acercó a mi para susurrar en mi oído—. ¿Crees que estarás bien?

¿Estaría bien de un humano? Me resultó una pregunta ofensiva.

—¿No deberías pedirme que él esté en una sola pieza para cuando regreses? No lastimes mi orgullo, bebé. Tu padre no podría hacerme daño ni aunque lo intentara. —Palmee su pierna levemente y le sonreí—. Anda, ve a pasar tiempo de calidad con tu mamá. 

—Gracias por hacerme venir. —No se me pasó por alto que el tono de voz de Aria se había elevado queriendo que ellos escucharan eso, pero no protesté, si eso la hacía sentirse más segura sobre que su padre no arremetería contra mi, estaba bien—. Volveré enseguida.

—Toma todo el tiempo del mundo, no tengo prisa. —Aria se levantó aún con un poco de resistencia, ni siquiera dudaba que temiera las cosas que se podrían decir en esa sala en cuanto estuviera fuera—. Si necesitas algo llámame y estaré ahí en un parpadeo.

OcultoWhere stories live. Discover now