—Nunca encontré el momento… —se encogió de hombros.

Por un segundo, su hermana se congeló, agrandó sus ojos y sonrió. Al segundo se abalanzó sobre Bastian y lo abrazó.

—¡Ay, pero qué tierno mi hermoso hermanito! ¡Te gusta una chica! ¡Guau! Ya creo que era la hora, ¿No? ¡Ay pero si harían una hermosa pareja!

En intentos fallidos de separarse de los fuertes brazos de su hermana, Bastian no pudo evitar reír ante aquellos comentarios.

—¿Qué es lo que escuché? —Laia se acercó corriendo— ¿Bastian tiene novia?

—Algo así. —contestó su hermana, llena de emoción.

—¿De dónde es, cómo se llama, cuántos años tiene, a qué colegio va, es linda, es morocha? —Laia se veía tan emocionada como su sobrina. Bastian no sabía si reír o salir corriendo de los brazos de dos psicópatas que lo acorralaban.

Esa noche, los padres de los mellizos habían llegados exhaustos, con un equipo de instalación de alarmas y un camión repleto de amueblamiento nuevo para el hogar. Samuel había convencido a su esposa de que sería una buena idea pedir un préstamo al banco, para así no tener que ver la casa vacía por mucho tiempo.

Sus hijos estuvieron felices por verlos a ellos más animados. Porque después de todo, lo más importante era la familia y que nadie había salido herido.

Cuando eran las tres de la mañana y todos habían logrado ser atrapados por el sueño, un pequeño ruido agudo desveló a Nanny. Ella creyó que era su hámster Hamburguesa corriendo en su rueda de alambre; o que tal vez era Bastian tambaleándose por el pasillo sonámbulo.

Intentó que aquel ruido no la alarmara, pero después de lo que había pasado la última noche que durmió en su casa, pensó que no sería una buena idea volver a cerrar los ojos.

Se levantó lentamente de la cama. Sus pies lograron tocar la suave y terciopelada alfombra morada recién aspirada; tragó saliva y deseó que sea Bastian el que ahora caminaba por las escaleras.

Un frío intenso la atacó. Ahora la ansiedad y el miedo la estaban matando.

“Respirá Nanny, respirá”.

Abrió la puerta. La sombra de una persona desapareció por el pasillo. Nanny intentó no gritar y cerró la puerta de su pieza con llave.

“El celular, el celular”.

Nanny no podía respirar, la desesperación la estaba llevando a la perdición. Y en medio de la oscuridad, cayó sobre el frío y acolchado suelo de su pieza. 

Sus manos impactaron contra algo duro y artificial. Este objeto era pequeño y sólido; tenía tres botones diminutos en el lado inferior, y una cadena de metal colgaba de él.

Un tamagotchi.

Los ojos de Nanny se clavaron en él, y al ver a aquel bichito pedir comida y agua, gritó.

Cuando Nanny despertó, su cuerpo tensionado le recordó la odisea que había pasado anoche, y lo estúpida que fue al no agarrar su teléfono celular para llamar a Bastian. Ni siquiera a sus padres o… a la policía.

No supo qué le pasó, qué fue lo que pasó.

Ningún tamagotchi estaba en el suelo. Y según sus padres, su tía y Bastian; nadie había entrado a la casa, ya que el nuevo sistema de alarma estaba perfectamente activado.

—Entonces esa alarma no sirve. —Agregó, masticando una tostada recién hecha por su hermano.

—¿Estás realmente segura? —le preguntó éste.

—¡Sí Bastian! ¡Te digo que sí! Escuché tres veces un ruido agudo, después pasos que subían por la escalera, y cuando abro la puerta de mi pieza, esa sombra se esfumó… ¡Lo juro!

—Tengo miedo, ¿Y si es un fantasma?

Su hermana lo miró incrédula. 

—Bastian, era una persona.

—¿Un hombre o una mujer?

—¡No sé! —Nanny cortó un pedazo de tostada, se levantó de la mesa y caminó hacia la casa de Hamburguesa—. Ayer me olvidé de alimentarlo, seguro que el precioso tiene hambre.

Hamburguesa no estaba.

—¡Bastian, Hamburguesa se escapó! —Sus manos se dirigieron hacia su rostro, negando lo que acababa de ver— ¡No, no, no! Esto no es verdad, él no se escapó.

Bastian corrió hacia la solitaria jaula del hámster, y con sus propios ojos lo confirmó todo.

Lo extraño es que se sorprendió al ver a su hermana llorar de esa forma por una mascota tan pequeña…

Él la abrazó, porque sabía que los abrazos le hacían bien a Nanny. Pero él le aseguró, con el tono de voz más dulce y comprensiva, que encontrarían a Hamburguesa, que esos ruidos no eran más nada que su perro Papa Frita o su padre Samuel, picando algo de la heladera.

Pero lo que más sospechó él, era lo peor. Nanny lo confirmó ahogada en llanto, que los ataques y sueños habían vuelto.

Pájaros en el techo (basada en hechos reales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora