Capítulo 10. Reflexión y sorpresas

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Cuando le perdí de vista, me fui de allí y dejé a Edward con esa chica, que se veía que tenían intenciones de todo menos de mantener una agradable y amena charla. Y no sé por qué, pero saber que estaba tirándose a esa chica no me agradaba. A pesar de eso, volví con mis amigos y pasamos un rato más ahí bailando. Luego salimos del local y fuimos en mi coche hasta la costa para seguir un rato más la fiesta, Pusimos música suave y seguimos bebiendo un rato más.

-Bella, ¿qué hiciste en La Gouble, pillina? Desapareciste por un rato y te vimos bailar con Cullen -me dijo Jena. Yo negué con la cabeza sonriendo y me encogí de hombros.

-Vi a un viejo conocido después de eso, y digamos que teníamos cosas que aclarar.

-Ya, cosas que aclarar-dijo Lissa con sonrisa picarona.- Venga ya, hoy has mojado bonita.

-Qué va, mis ganas, guapa-le dije.- solo me encontré con un ex y hablamos de asuntos pendientes.

-Sabes que aquí estamos para que nos cuentes lo que quieras, Bella.- Me dijo Eric.

Yo suspiré, de todas formas necesitaba soltarlo.

-Se llama James. Estuvimos juntos hace tiempo, cuando yo tenía quince años. Fue de vacaciones cinco meses a Nueva York, y le conocí en Central Park. Tuvimos digamos que un romance, pero él se fue sin decirme nada. Me jodió que no veas, y todavía tengo el rencor de esa situación en mi interior.- Bebí un trago de tequila y mis amigos escuchaban mi breve historia expectantes.- Me ha pedido que volvamos. Luego ha llegado Cullen con una chica y James se fue antes que yo de allí.

-¿Y qué piensas hacer?-preguntó Jena.

-Ni puta idea.

Edward

Besé a esa chica ardientemente mientas ella llevaba sus manos para desabotonarme la camisa y tirarla a algún lado. Me empujó hasta sentarme en un sillón de los pequeños y de color rojo, al igual que sus labios anteriormente. Nuestras lenguas se mezclaron antes de que ella se separase de mi, se arrodillase y quitase el botón y la cremallera de mis pantalones, y bajase mis bóxers para sacar mi miembro, latente, ansioso de que el dieran placer. Recorrió con su lengua toda su longitud, que no es por alardear, pero no era poca, y se lo introdujo en la boca, haciendo círculos y jugando con mi glande. Llevé mi mano a su cabeza para hacerle entender que no quería que parase. Lo hacía increíblemente bien. Pronto sentí cómo un orgasmo me llegaba, y me corrí.

Ella sonrió pícaramente y volvió a besarme. Puse sentir mi propio sabor en su beso. Me puso un condón que sacó de su escote, luego la rubia se subió a horcajadas encima de mí, y frotó nuestros sexos mientras gemía en mi oído. Llevé una de mis manos hasta su trasero, y lo estrujé, luego subí su vestido hasta dejarlo en su cintura y aparté el tanga negro que llevaba.

Empecé a jugar con su clítoris y ella gimió brutalmente, me decía que no parase, y yo no tenía intención alguna de ello. Introduje un dedo en su sexo, luego dos, y bombeé su interior con insistencia. No paré de torturarla hasta que sentí cómo acababa. Ella apartó mi mano rápidamente y metió mi miembro ya excitado en su vagina de una embestida seca.

Saltó encima de mí, mientras sus pechos lo hacían a su vez. Chupé su cuello, besé sus pezones y la hice disfrutar a la vez que ella me lo hacía a mí. La conocí cinco minutos después de que Bella desapareciese. Coqueteó conmigo, bailamos muy pegados, se rozó conmigo y aquí estábamos. Si mi hermana o cualquiera se pensaba que había cambiado, estaban totalmente equivocados. Este era yo, este era el Edward de verdad. El que pasaba una noche de sexo sin compromiso alguno, sin preocuparse nada más que por él mismo, y sin importarme lo que piensen de mi los demás.

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